martes, 28 de noviembre de 2023

PARADOJAS Y "NISIQUIERAS"

Salí ayer de una reunión con mi abogada para intentar cuadrar unos asuntos pendientes. Estos, sin pies ni cabeza, han llegado aquí por la intransigencia y la avidez de dinero. El ser humano ha perdido la capacidad de hablar, se ha tornado en avestruz cobarde. Se ha perdido el más básico sentido común y el todo vale se ha instalado en nuestras vidas sin billete de vuelta. Sé que no debemos perder la fe en la Justicia, porque estaríamos perdidos, pero cuesta tanto no dejar volar la imaginación hacia el cuarto círculo del infierno en esta nuestra vida de comedia, todo menos divina.
Se acercan las Navidades a un ritmo frenético -tiempo al tiempo, acabaremos viendo turrones en los supermercados en agosto-, así como también celebraremos Thanksgiving e incluiremos a Pocahontas en nuestro acervo, como ya hemos absorbido Halloween. Y me parece bien, ¿por qué no? ¿no empiezan todas las tradiciones alguna vez? Unas comienzan, otras se pierden en el olvido.
Seguimos conduciendo por la vida, días por una autopista iluminada, otros por caminos oscuros que atraviesan montañas quemadas, en esto consiste la movida, el juego o como tú lo veas. 
No paro de hacer planes en mi cabeza, a falta de drogaína que me haga volar: ópera aquí y allá, de Madrid al cielo, Nochebuena y Cartagena familiar, esa noche en Cuenca, nuestras madres sanas (y padres donde los hubiere, que los hay salvos), la rapsodia azul de Gershwin, el faro de Barlovento que vendrá y al que iremos, atrás el juicio ganado, la gratuidad de los sueños, los compañeros estimados y necesarios, libros y más libros, el mar cerca de la nueva Villa Augusta dispuesta siempre a recibir... Comienza de nuevo la paradoja vital, desesperado por la jubilación que no llega, amargado por la inefabilidad del tiempo que pasa y que no volverá.
¿Depresión? no, cansancio. 

PD. A pesar de los pesares y la pena, penita pena, la tregua en Gaza nos hace pensar en una posible Navidad en paz (¿dónde la guerra de Ucrania?), en dos estados futuros y soberanos que convivan, que ya es mucho. Ni políticos ni Ayuntamientos, ni ¡Roma (póngase aquí lo que se quiera) soy yo!, ni los encendidos navideños, ni los bichos cercanos, ni los cotillas ubicuos, ni las hipotecas y los pagos pendientes, ni el ingente grupo de gente allá donde vayas, ni amnistías ni Puigdemonts esperpénticos, ni payasos desagradables, ni elecciones con exprimos ambiciosos y snobs a la cabeza, ni Patiños todas y todos, ni sádicos ballesta en ristre, ni insultos gratuitos, ni ¡el balón es mío!, ni me vengo a enterar ahora, ni las mujeres asesinadas porque eran suyas, ni el mieloma inesperado de un amigo, ni aquella mierda pinchada en un palo, ni siquiera los perros y ancianos abandonados van a lograr que se apague nuestra alma de bolero. Ya únicamente nos queda domesticar la muerte.
Incubus, *Drive.

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