La verdad es que estoy bastante más preocupado por el posible juicio al inefable Donald Trump, que seguro será todo menos tranquilo -ya dice él que su imputación es un ataque a América-, que por la nieta (perdón, la hija) que "ha tenido" Ana Obregón. No sé por qué tanto revuelo con esto, ni que fuera la primera rica que echa mano a esta posibilidad allende los mares. Mientras el mundo se va a la mierda, empezando por ¿Siria y Ucrania?, en España nos preocupamos de esta tía y hasta se abre, periódicos dixit, un debate sobre las madres de alquiler. Bueno, si el debate sirve para algo bienvenido sea pues.
Terminada la hollywoodiense moción de censura y en puertas de las elecciones locales en España, sólo nos queda sentarnos y esperar a ver pasar por delante todo aquella mierda que encuentren los que se dedican a buscarla, más aún en estas fechas pre y electorales. El caso mediador les viene caído del cielo, pero no será el único, estoy seguro.
A ver si de la visita de Pedro Sánchez a China se saca algo positivo, además de rollitos de primavera.
PD. Por cierto, al alcalde de Madrid le preguntaron por la calle sobre la "maternidad" de Ana Obregón y éste contestó: ¿Cómo? ¿que Ana Obregón ha tenido una hija en Miami?
Y luego, al apagar Tele 5, nos preguntamos qué hemos hecho para merecer esto.
En alguna ocasión conté mi periplo en barca por el Naviglio del Brenta, en Venecia, hasta llegar a Villa Foscari, "La Malcontenta", de Andrea Palladio, vivienda renacentista construida entre 1550 y 1560. Los dueños, unos condes venecianos de la familia Foscari, nos invitaron a un almuerzo en una de sus terrazas. Esto fue en otra de mis vidas, que diría mi amiga G. Poco puedo decir de esta experiencia, simplemente maravillosa. La vuelta a Venecia fue algo más azarosa, el tiempo había cambiado y la barca se movía tanto que llegamos empapados completamente.
¿Y a qué viene esta batallita? Fácil, el Cinquecento es una pasada, pero aún así yo me considero hijo y heredero del Movimiento Moderno, del Racionalismo, del Modernism, llámese de una manera o de otra. Ter, la entretenida youtuber arquitecta, lo explica muy bien ↓. Nada me ha causado nunca tanta emoción como un edificio de Le Corbusier, de Mies, de Lloyd Wright, de Gropius, de Alvar Aalto... Pero sí, mea culpa, comparar la arquitectura de una época u otra es tarea imposible, tanto como contestar la pregunta ¿a quién quieres más, a tu padre o a tu madre? y majaderías similares.
Me llegó hace un par de días un volumen de TASCHEN, "Modernism Revisited" del que no he podido pasar del 25%, calculo. Se trata de un libro de fotografías de edificios y viviendas racionalistas en USA del fotógrafo Julius Shulman que son una auténtica joya. Para cada una de sus fotos hay que pararse, escrutarla con detenimiento, absorber cada uno de los detalles, de las soluciones constructivas, del espacio creado, de la composición volumétrica y estética, del mobiliario, etc. De ahí que en unas dos horas no lograra avanzar demasiado. El libro se saborea.
"El técnico que suscribe no tiene nada que decir". Así, tal cual, visto en un informe técnico en un Ayuntamiento cualquiera. Cualquiera, insisto.
Mi amigohermano siempre dice que el próximo reto del primer mundo será resolver el problema de la burocracia., una vez resuelto el del medio ambiente y el de la igualdad de la mujer. La burocracia, la misma que todo lo invade, la misma que todo lo cubre, la misma que todo lo puede. La cosa no cambiará hasta que los funcionarios no cambien el chip absolutamente, cuando vean claramente que el perro que llevan atado no sé ya ni cuántos años no muerde, que puede ir suelto sin miedo. La Administración tiene, es su deber, encontrar una fórmula para que los que en ella trabajan -los que para ella trabajan-. Todos estos sueldos que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos no pueden acabar en el bolsillo de vagos e ineptos, como no lo harían en caso de hablar de la empresa privada: ¿no sirves para este trabajo? pues au revoir!
Escritos enormes que no dicen nada, burro grande ande o no ande; el NO entendido como ley motiv de toda actuación, clara insolidaridad con el resto de compañeros de trabajo, expertos donde los haya en nadar y guardar la ropa, en tirar balones fuera, en me vengo a enterar ahora.
Como en casi todo la solución es educación, una buena educación respecto a la comprensión de la función pública, del dinero público o, como nos han enseñado las películas americanas: el dinero del contribuyente. El sueldo hay que ganárselo cada día en el sentido más bíblico, sudando, porque, el que no suda hace que el que lo haga sea el compañero que trabaja, y así per saecula saeculorum. Al vago hay que erradicarlo, como así al reaccionario, al adalid del NO, al miedoso. ¡Por una educación que incluya la asignatura SENTIDO COMÚN! Obligatoria.
Todo pasaría si se modificara el sistema actual de acceso a la Función Pública, sea una u otra; las oposiciones actuales están obsoletas y sólo demuestran la capacidad de estudiar/ aprobar del opositor, no sus aptitudes. Al funcionario hay que buscarlo -he ahí la complejidad de mi fórmula- y después formarlo, sinónimo de educarlo, desde el de la escala X hasta la Y (el que camina con el cuello de flamenco, que diría una amiga).
¿Cómo termina un médico salvando vidas? ¿o un pianista dando conciertos? ¿o un tenor cantando Nessun dorma en Turandot? El médico que no sirve no puede ejercer, el pianista que toca mal y el tenor que desafina, pues ídem. En un trabajo como éste nunca se para de crecer, nunca se deja de morir.
Siempre quise ser arquitecto, me gustaba ya desde niño cuando jugaba con mi LEGO -siempre fui más de éste que del MECANO- que iba agrandándose a medida que pasaban los años y que acabó dentro de un par de cajas de zapatos. Con las pequeñas piezas de colores pasaba mucho tiempo haciendo mis primeras casas e incluso recuerdo que hicimos una pequeña maqueta que estaba expuesta en nuestro primer estudio de la Rambla Pulido, una pequeña vivienda unifamiliar para un cliente funcionario de prisiones y su mujer, gente muy amable, por cierto. Con los años, del LEGO pasé a la universidad -grandes años aquellos- y de allí hasta hoy.
Hoy, sí.
¿Qué ha ocurrido para que la desmotivación haya llegado a ser el centro de mi vida profesional? Sabina pedía pastillas para no soñar, yo pediría otras, aunque aún creo que no he dado con el diagnóstico y, por tanto, con el tratamiento. Arquitectura, bonita palabra. ¿Sólo eso?
Perdido el romanticismo, quizá cualquier tiempo pasado fue mejor, ¡quién lo iba a decir!
En la Administración tenemos la espada de Damocles sobre nosotros y el brazo en alto antes de firmar cualquier cosa. Compartimos el tiempo con compañeros a los que el ciudadano les importa 0 entre 1 y 10, políticos en modo pressing catch a todas horas y una lista interminable de trabajo inacabado que no hace sino crecer. Todo aderezado con ciudadanos muy cabreados, muchos.
En la calle casi lo mismo, si bien esta vez Damocles nos echa el ojo de otra manera. Cualquiera te denuncia por lo que sea. Cuando menos te lo esperas te llega un escrito diciendo esto o lo otro que te vuelve a empujar al pozo del desasosiego. Y así vuelta a empezar.
Si el replicante Roy Batty vio cosas que no creeríamos, yo he visto hasta un informe de una empresa de pinturas que, a su vez, contrata a un aparejador para que redacte un informe con todos los males del mundo aplicados a un edificio terminado hace varios años.
¿Y tú por qué no eres rico si llevas trabajando toda la vida...? Me preguntaban. Yo es que soy arquitecto, contesté.
A veces pienso que me gustaba mucho más el LEGO de mi infancia.
Escribí este relato corto, "Jara y sedal", hace casi 15 años y hoy sigue siendo actualidad, nos cargamos el planeta. Estoy empezando a ver una serie en Movistar +, "El Quinto Día" -The Swarm/ Der Schwarm-, catastrófica, donde nos muestra como el mar se rebela, por fin, contra los humanos. Entretenida y dura, con unas imágenes del fondo marino fantásticas, sobre todo de ballenas. Sólo están los 3 primeros capítulos, habrá que seguir esperando otra semana más.
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JARA Y SEDAL
Los dinosaurios lo intentaron sin éxito. Esta vez había sido muy diferente. Los pocos que habíamos sobrevivido lo llamábamos “el año de la venganza”, aunque también se conocía como el de la justicia. Simplemente había ocurrido, sin previo aviso y en muy poco tiempo. En aproximadamente dos meses la población mundial se redujo drásticamente, tanto que sólo quedamos unos pocos cientos de miles; nos conocíamos como “los verdes”.
Volviendo a nuestros orígenes, como no debía ser de otra forma, nos reunimos para formar la gran comunidad verde en África, al pie del Kilimanjaro, ocupando una relativamente grande franja de tierra que comprendía los antiguos parques nacionales Amboseli y Serengueti, en los que fue parte de la frontera entre Kenia y Tanzania. Ahora la otrora reserva animal se había convertido en reserva humana.; las vallas que impedían a los animales salvajes escapar de su parque cumplían un papel inverso, impedían que ellos entraran.
Como había sido tónica constante durante la Historia del hombre, siempre se tendía a olvidar lo acontecido y así se repetían los hechos más terribles recurrentemente. Nosotros no lo olvidamos, no podíamos. Todos éramos vegetarianos y utilizábamos algodón para vestirnos. La reserva verde nos surtía de alimentos, de materias primas para confeccionar telas, de agua potable, una presa para producir electricidad…
¿Las causas? Sí, debemos recordar una vez más.
Los protagonistas de este hecho sin precedentes fueron loa animales. Todos. Desde los peces hasta las aves, desde los mamíferos hasta los insectos. Pequeños, grandes, voladores, cuadrúpedos, reptiles, bípedos; todos. Ocurrió, sin más, el 14 de febrero de hace ya diecisiete años. Este fue el año de la venganza, el año de la práctica extinción de los humanos. Los animales mataban a las personas, daba igual en la parte del planeta que se encontraran, país, el grupo o la raza a la que pertenecieras. Comenzaron los abrigos de pieles devorando a sus dueñas, las ballenas cazando a los marinos, las aves a los cazadores, los toros a los toreros, y así toda la fauna del planeta. Vacas, gallinas y pollos, cerdos, cabras, ovejas, calamares, atunes, cucarachas, mosquitos, murciélagos y toda una interminable lista unida desde la época de los dinosaurios, aunque en aquella ocasión perdieran la batalla y fue la raza humana la que logró evolucionar tanto hasta nuestros días.
Dentro de otros sesenta millones de años se sabrá cuál fue el devenir de la vida en la Tierra, de los animales y de los humanos. Lo único que puedo decir es que desde aquel fatídico día de la venganza hay una ley que rige nuestra comunidad: PROHIBIDO CAZAR Y PESCAR.
Con la intención de rendir tributo a su infancia y a los niños de su ciudad natal, el arquitecto autodidacta Tadao Ando (Osaka, 81 años) se animó a levantar la Nakanoshima Children’s Book Forest, una biblioteca para jóvenes basada en la idea de crecimiento asociada a la infancia y en la creencia de que los libros son buen alimento para la mente. Ambas se fusionaron para generar una suerte de bosque de libros para el aprendizaje; un espacio libre donde leer y disfrutar de la literatura. El propio Ando se hizo cargo del coste de la construcción del proyecto, situado junto al parque Nakanoshima, en una isla que acoge diversas instituciones culturales de la ciudad.
La biblioteca adopta la forma de un arco de circunferencia y se conecta con el río Dojima por la fachada trasera, a través de una gran terraza cubierta por un dosel de hormigón. “Imaginé la forma como un arco momentos antes de lanzar una flecha”, dijo el arquitecto. En la puerta destaca un empeño de Ando: la escultura de una manzana verde y gigante, símbolo de la juventud temprana en Japón, pues representa una fruta que aún no está madura. Cuando le preguntaron por el germen del edificio, el arquitecto confesó que se había basado en el poema Juventud de Samuel Ullman, que empieza así: “La juventud no es una época de la vida; / es un estado mental; / no es una cuestión de mejillas sonrosadas, / labios rojos y rodillas flexibles; / se trata de una cuestión de voluntad; / una cualidad de la imaginación; / un vigor de las emociones; / es la frescura de los manantiales profundos de la vida”.
El interior, paredes revestidas de libros, queda definido por un conjunto de escaleras, pasarelas y pasillos que dan forma a un laberinto tridimensional que recuerda a las enigmáticas composiciones de los grabados xilográficos del artista neerlandés Maurits Cornelis Escher. Una bibliotecaria guía al visitante por un hermoso atrio de tres plantas y cuenta que el rango de edad de los libros va de los cero hasta los 13 años. Cuando se le dice que hay algunos abuelos leyendo, contesta: “Claro, ¿y?”. Ah, entonces lo entiendo. Ante los maravillosos libros infantiles de Taro Gomi me veo a mí mismo leyendo en voz alta años atrás: “Con mi amigo el búho aprendí a observar la noche. Con mis amigos los pájaros aprendí a cantar. Con mis amigos los libros aprendí a leer”. Las lecturas no se ordenan por género, sino por preferencias: “Los que aman los animales”, “Historias y palabras”, “De Osaka a Japón y de Japón al mundo”, “Pensando en el futuro próximo”, “Jugar con la naturaleza”.
En las paredes desnudas del interior se proyecta el espectáculo Fragmentos de libros, creado por la empresa de proyectos artísticos y tecnológicos Rhizomatiks. Son frases cortas, aforismos extraídos que cobran vida a través de una proyección dinámica que simula un ambiente tridimensional. El diseño es sobrio, sin colores, para dejar el mayor espacio posible a la imaginación.
”Nací y crecí en la zona de Kansai y toda mi carrera se desarrolló aquí”, explicó Ando al inaugurar el espacio en 2020. “Como muestra de gratitud hacia mi ciudad, decidí diseñar y divertirme con esta estructura responsabilizándome de la totalidad del coste de construcción. Nakanoshima es una esbelta isla situada entre dos ríos. Su cruce se sitúa en el corazón de la metrópoli, núcleo de la historia y la cultura de Osaka. Todos sus habitantes comprenden su belleza y la llevan en el corazón. Cuando era niño frecuentaba este paisaje y ha permanecido en mi memoria”.
La evaporación de Feijóo cuando el debate de la última moción de censura se amalgama con sus críticas a distancia, que no pueden replicarse en directo, en vivo y en persona.
Igual algunos lectores jóvenes no saben a quién se apodó “el Ausente” en la historia reciente. Fue a José Antonio Primo de Rivera, líder de Falange, asesinado en la cárcel republicana de Alicante, el 20 de noviembre de 1936. Y a quien el Caudillo no quiso canjear. Sus segundones, como Ramón Serrano Sunyer (disfrazó como Súñer el apellido catalán de su madre, Carmen Sunyer Font de Mora, de Gandesa), el ingenuo Manuel Hedilla o el enriquecido Raimundo Fernández Cuesta intentaban medrar con su desaparición.
Sobornado este, el dictador liquidó el caso en su favor. Y consagró la Ausencia para invertirla. Como “¡presentes!” ensalzó a los “caídos por Dios y por la patria”: los de media España. Y adoptó el uniforme y el brazo en alto fascista del joven ultra.
Aunque en sentido ideológico muy distinto, Alberto Núñez Feijóo, con sus desapariciones en instantes clave, va camino de convertirse en nuestro segundo gran Ausente. Por causa diferente. La de Primo fue, por desgracia, insoslayable. Las suyas son voluntarias. Obedecen a la conocida y cínica expresión “presencia o ausencia, según la conveniencia”. No la conveniencia de los ciudadanos, que reclaman definiciones nítidas, sino la propia.
La ausencia es el grado superlativo de la abstención, que no es ecuanimidad. Sino equidistancia falsa: la Biblia consagra su máxima perfidia en el prefecto de Judea, Poncio Pilato. Este entregó a los fanáticos, y a la cruz, a Cristo, espetando ecce homo (aquí está el hombre). Tras pedir: “A quién queréis que suelte, a Jesús o a Barrabás [un delincuente]?” (Mateo 27, 15-26). Les satisfizo. Ecualizar a falangistas de Vox con gobernantes demócratas se erige así en barrabasada. El corrupto Espinosa, clamando conciliación, se hartó de ensalzar a la élite franquista de los cuarenta: la de su ascendiente, el general nazi embajador del Caudillo en Berlín, y su criado en el encuentro con Hitler en Hendaya. Al Ausente, estas instructivas historias le sonarán a chino. No en vano alaba “el interés por la sostenibilidad de las pensiones” de Macron (por subir la edad de jubilación de los 62 a los 64 años), contra el “parche” de la reforma socialista. ¿Desmemoria? Aquí, quien lo hizo ¡hace 12 años, en julio de 2011!, fue el Gobierno socialista de Zapatero: de 65 a 67 años. El PP votó en contra. El Ausente presidía la Xunta de Galicia. Ni Pilatos.
Iguales pero opuestas. En Israel temen una guerra civil y dan marcha atrás, al menos por ahora, a las reformas previstas que han logrado desatar el caos absoluto en el país. Mientras, en Francia, el gobierno de Macron no da su brazo a torcer y sigue manteniendo los cambios en la edad de jubilación a los 64 años.
Escuchas la radio a las 5 de la mañana conlleva un alto riesgo. Normalmente, al encenderla en el coche, el dial es Radio CLÁSICA, pero en alguna ocasión, como esta mañana, son las noticias de Radio 5 las que me dan los buenos días, concretamente Feijóo tras su metedura de pata criticando a Pedro Sánchez en la cumbre iberoamericana, donde también estaba el rey. Ya se sabe que no se van a disculpar, la soberbia de los políticos es ilimitada, así que lo que toca es decir que el PSOE manipuló las declaraciones, ¡cómo no!, y que el bajísimo perfil democrático del Gobierno ha creado una pinza con VOX para desmontar la oposición. Me ha dejado sin palabras, lo reconozco. Definitivamente nuestros políticos piensan que somos estúpidos. Mañana expectantes todos a ver qué dicen del viaje a China de Pedro Sánchez. En Francia, ajenos a Sudamérica, siguen indignados por la subida de la edad de jubilación a los 64 años, 64. En España vamos ya por los 67 y aquí seguimos, preocupados únicamente por la liga, las Copas, Shakira y demás.
Ante tanta elocuencia no tuve más remedio que cambiar al USB del coche para escuchar "Norma", también con sus intrigas, pero nada que ver con éstas que tenemos aquí.
Conducir a estas horas de la mañana nos muestra a esos animales nocturnos que nos miran al pasar, lechuzas volando, gatos bajo los coches aparcados, perros hechos un ovillo, ajenos a lo que se cuece en el mundo, a la nueva crisis bancaria, a las últimas amenazas de Trump, a la deriva megalómana de Netanyahu, a la soledad imperante de los que moramos, que no vivimos.
Afortunadamente, para compensar la balanza, seguimos teniendo con nosotros, los más afortunados, a nuestras madres. Esos seres inmortales, superwomen, que nos acompañan, nos aconsejan, nos dieron y nos dan la vida. Un domingo cualquiera, día odiado como los lunes, te invitan a almorzar con tus hermanos y tu madre, un buen plan. Y así pasas el día, buena comida, mejor compañía, olvidando de nuevo todo (y a todos) lo(s) que hay que olvidar, las malas noticias que son y las que están por llegar; el momento perfecto para escoger la pastilla azul o la roja.
24° a las 10 de la mañana hoy sábado, y sólo estamos empezando la primavera; no nos queda nada cuando lleguen los calores estivales. Además tenemos calima, un completito.
Salí ayer a trabajar enfundado en unos mocasines con pelo en su interior que uso para estar en casa. Estaba tan dormido, a pesar de la ducha mañanera, que ya en el coche me di cuenta que iba yo a lo Carmen Sevilla, por lo que tuve que volver a cambiarme. Visto y no visto, de vuelta a la carretera y aquí no ha pasado nada.
Día de trabajo, colocación de la "primera piedra" del nuevo Centro de Salud de La Esperanza con foto publicada que parece lo que no es. El alcalde hablando teniendo como fondo un cartel de obra con mi nombre que, aunque parezca lo contrario, no se trata del Centro de Salud. Me recuerda a la película de Brian de Palma, de 1984, "Doble Cuerpo", donde nada es lo que parece, o sí. Una buena elección para ver la tarde de un sábado.
Dibujando un rato estoy, cosas pendientes, unas más entretenidas que otras. Me cuentan innecesariamente enfermedades en un chat de Whatsaap, dejo preparadas en la cocina papas negras para arrugar y me preparo para pasar un fin de semana casero, entre lectura, series de TV, siesta y ejercicio ¿fuerza o cardio? He de comprobarlo.
Una hora con la boca abierta en lo que supone para mi una tortura: el dentista, o mejor dicho la dentista. Mi amiga S, dulce y con buenas manos, me resolvió -cruzo los dedos- un dolor que no se me quitaba en los últimos días, aparentemente sin una razón clara. Hoy estoy algo mejor, ahora no me duele, pero no las tengo todas conmigo. Espero que sean sólo los coletazos y que el dolor desaparezca definitivamente del lado izquierdo de mi boca. Una hora sin dolor, rígido sobre el sillón de torturas, sintiendo cómo manos, utensilios, tubo absorbesaliva, y algo más que no acierto a describir porque es sentarme en el potro y cerrar los ojos como si no hubiera un mañana. Anestesiado como dios manda, sin dolor, sólo logro concentrarme en que esto también pasará sin quitarme de la cabeza las imágenes de la película "Marathon Man". Definitivamente debo ser masoquista, pero a la inversa.
Motorizado, tras despegarme del sillón, bajo a Santa Cruz a una misa de dueloaniversario por mi padre en la iglesia de San Jorge, antiguamente anglicana, construida por el arquitecto Walter I. Wood, erigida el 1914 tras el 60 jubileo de la reina Victoria de Inglaterra. Tras años de desaparición de fieles anglicanos, la iglesia cesó su actividad y fue vendida a la diócesis de La Laguna.
Cuando viene al caso, hecho que últimamente se repite muchas veces, suelo decir que no debemos dar por asegurada la libertad de la que disponemos, nada parece ser eterno. Sin utilizar la política de ejemplo, que también, no olvidemos que, a causa del COVID 19, las libertades simplemente desaparecieron en todo el planeta, de un día para otro, literalmente. La mala memoria colectiva nos hace a todos un flaco favor y he aquí que por esas pequeñas rendijas se meten los nostálgicos recalcitrantes reaccionarios. A lo tonto a lo tonto, los tenemos sentados en el Parlamento, cosas de la democracia. Hay que defender esto, por supuesto, las reglas son así para todos; lo que hay que plantearse de manera muy seria es a quién votar, dejar el corazón a un lado y usar el cerebro y la memoria. A partir de ahí, nos guste o no, el resultado es igualmente legítimo siempre que después se cumpla con las reglas. Los tahúres, que también los hay en política -no olvidemos a Puigdemont, experto en hacer trampas después-, echan mano de repetir la misma mentira hasta que ésta se torna verdad, o al menos para una parte del pueblosoberanoquetodolosabe.
¡España nos roba!, repiten allá, como también esa ristra de verdades absolutas a la altura. ¡La Seguridad Social atiende antes a los inmigrantes que a los españoles!, ¡Los niños tienen pene, las niñas vagina!, ¡Fuera los degenerados del lobby gay!, ¡Ha sido ETA!, como antes el diablo los fueron los rojos, los masones, los judíos o las sufragistas.
En Argentina tienen su partido peronista, ¿por qué no íbamos a tener nosotros un partido franquista? Pues eso, aunque le hayan cambiado el nombre porque, aún así, los españoles parece que tenemos un poco más de memoria que allende los mares del sur americano. Pero tiempo al tiempo, que cosas más raras se han visto. ¿No puede acabar presentando un partido de ultraderecha a un presidenciable comunista? La política, como el fútbol, es así.
Afortunadamente para todos, la música también es así, pero en este caso maravillosa. Hoy Mozart para acometer este jueves con sabor a viernes.
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Peligros de la desmemoria
En países europeos que pasaron por experiencias dictatoriales, el renacimiento de opciones de extrema derecha ha sido más fácil cuando se ha impuesto la amnesia histórica.
La resonancia mediática obtenida por el profesor Tamames en su revival parlamentario no debería esconder lo que está realmente en juego en la maniobra de Vox, el partido que la ha propuesto. Se ha pretendido descalificar esta maniobra tachándola de inútil, superflua y esperpéntica. Al hacerlo, se ha ignorado que el recurso al mecanismo de la moción de censura ha tenido como principal objetivo el reconocimiento del partido proponente como actor relevante en la política española. En último término, forma parte de una estrategia para hacer aceptable su participación en responsabilidades de gobierno. Las tiene ya en la Junta de Castilla y León y aspira a tenerlas dentro de unos meses en otras comunidades y ayuntamientos después de las elecciones del mes de mayo.
Es cierto que para conseguir este acceso al Gobierno y aplicar sus políticas necesita de la complicidad indispensable del Partido Popular, tal como ha ocurrido ya en las instituciones castellano-leonesas. Pero esta complicidad de la derecha conservadora se hará más asequible cuando una parte sustancial de la opinión pública no objete a esta alianza y la admita con naturalidad o con indiferencia.
¿Cómo se favorece la extensión de esta actitud tolerante —cuando no sustancialmente acorde— con los postulados que Vox exhibe en su programa? Cabe encontrar una respuesta a esta pregunta en el terreno de la llamada “memoria histórica”. Cuanto menos conocimiento objetivo se tenga de nuestro pasado, menos costará propiciar una repetición actualizada de lo que ha sido uno de sus episodios más prolongados y negativos para el ejercicio de derechos y libertades ciudadanas.
No es la amenaza de una reimplantación automática del franquismo lo que se cierne sobre el país si se llega a abrir la puerta del Gobierno a opciones como la que representa la extrema derecha. Lo previsible es la puesta en marcha del proceso que genera regímenes “iliberales” o “híbridos”, cada vez más alejados de las condiciones democráticas y más próximos a nuevas formas dictatoriales.
Se trata de una previsión nada descartable a la vista de lo que sucede en países donde la tradición democrática tiene raíces no demasiado profundas. En países europeos que pasaron por experiencias dictatoriales, el renacimiento de opciones de extrema derecha ha sido más fácil cuando se ha impuesto la amnesia histórica
Lo subrayaba un libro reciente de una periodista franco-alemana que ha comparado el recuerdo colectivo de la experiencia del nazismo con la memoria francesa del colaboracionismo. Señala Geraldine Schwarz en Los amnésicos (2017) que Alemania emprendió con veinte años de retraso la asunción de responsabilidades personales y colectivas por haber aceptado o tolerado la dictadura hitleriana y la brutalidad de sus desmanes. Pese a dicho retraso, el esfuerzo posterior por admitir aquel consentimiento ha sido muy intenso y ha conseguido bloquear en Alemania los intentos de devolver capacidad de gobierno a las fuerzas de extrema derecha. En Francia, en cambio, la mitificación de la Resistencia al ocupante alemán dejó en la penumbra una amplísima complicidad institucional y ciudadana de la que apenas se rindieron cuentas. La memoria histórica, pues, flaqueó en gran medida y ha facilitado la expansión creciente de las nuevas propuestas autoritarias. No es un caso único. Algo parecido puede decirse de Italia o de Austria que se instalaron en la desmemoria histórica y donde ya han llegado al Gobierno —aunque sea en coalición— fuerzas políticas con credenciales democráticas más que dudosas. Su manejo parcial y simplificado de la historia les ha permitido manipular los prejuicios elementales de sectores de la opinión poco dispuestos a admitir la complejidad de nuestras sociedades y poco atentos al debate público si no sirve para descalificar en bloque a quien discrepa de las propias propuestas.
¿Contemplaremos una evolución semejante en la política española? Hay quien trabaja para ello. Quien desee evitar esta deriva autoritaria debería tomar nota de la lección que se desprende del libro de Schwarz. El hecho de reconocer honestamente “el peso de un pasado sucio” —al que se refiere el historiador Álvarez Junco en un epílogo sugerente del mismo libro— puede actuar como vacuna preventiva que ponga a raya la tentación de regresar a un pasado donde derechos y libertades han estado sometidos a las arbitrariedades del poder. No parece que nuestro país haya completado este ejercicio de memoria colectiva. Tiende a esquivarlo totalmente o a practicarlo de forma limitada: lo hizo durante la Transición respecto de la dictadura y lo hace ahora con respecto a la Transición y al sistema político que nació de ella. El problema es que —sin acometer con decisión esta complicada tarea— resulta muy difícil reforzar la responsabilidad democrática de la ciudadanía y cerrar el paso a alternativas de gobierno —local o autonómico— que pretenden arrinconarla sin demasiado reparo.