Un extremista como candidato
popular en Cataluña es una pésima noticia
La renuncia de Alicia
Sánchez-Camacho a la cabecera de cartel del PP para las elecciones catalanas
del 27 de septiembre era una noticia anticipada hace días por este periódico.
Camacho acompañó bien la política de apoyo mutuo de Mariano Rajoy y Artur Mas cuando
aquel estaba en la oposición, pero desde que Mas inició su conversión al
secesionismo ni supo reconducir al antiguo aliado ni pudo convencer a la cúpula
de su partido de la necesidad de ofrecer alternativas a los catalanes que
fueran más allá de la defensa de la legalidad. Y convirtió un partido
parlamentario en otro con maneras abruptas poco propias del parlamentarismo. Su
final, pues, es lógico. No tenía ya nada que ofrecer a nadie.
Pero su sustitución por el
extremista Xavier García Albiol resulta una pésima noticia. Exalcalde de
Badalona, la tercera ciudad catalana, Albiol ha hecho toda su carrera casi
exclusivamente al compás de las campañas xenófobas contra la inmigración, en la
línea de la periclitada Plataforma per Catalunya o de movimientos como la
ultraderecha francesa, de los que solo se diferencia en que no exhibe un
discurso antieuropeo.
Las extremas derechas
continentales se han basado y se basan en la agitación contra los inmigrantes
como presunta causa de todos los males que aquejan a nuestras sociedades, lo
que se disfraza con zafias coartadas. Así, la discriminación en función del
origen geográfico de los residentes se enmascara en el presunto derecho a
prelación de “los de aquí”, “los de casa”, categoría indeterminada,
antijurídica y antipolítica. La justificación de que tienen mejor derecho a los
servicios sociales quienes llevan años pagando impuestos es falsa: causan
derecho todos los que pagan impuestos (no en función de cuántos ejercicios) o
simplemente acreditan los requisitos exigidos en cada caso, de vecindad,
necesidad o desprotección. Lo mismo sucede con el argumento de que la capacidad
de acogida es limitada, si no se acompaña con demostraciones cuantitativas
irrefutables. O con la suposición de una mayor criminalidad entre los
inmigrantes: quizá frecuenten más las pequeñas faltas, pero todavía no se ha
descubierto entre ellos a ningún gran estafador de los que hoy pisan los
juzgados.
Nombrar candidatos de este perfil
confirma el temor del PP a perder a sus votantes más radicales, pero enajena a
los moderados y centristas, que son muchos más. Albiol ha sido designado para
competir en Cataluña, justo donde la mediana del voto se acerca más al
centroizquierda. Le será más que difícil competir con las otras ofertas, en
general más moderadas, del espectro no independentista.
Tan sorprendente como lo anterior
resulta constatar el vaivén estratégico que supone esta designación: baste
recordar que el puesto de Albiol lo ocupó no hace tantos años una persona de
modales tan civilizados y homologables como Josep Piqué.
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