miércoles, 29 de julio de 2015

PREMIO A LA XENOFOBIA

Un extremista como candidato popular en Cataluña es una pésima noticia

La renuncia de Alicia Sánchez-Camacho a la cabecera de cartel del PP para las elecciones catalanas del 27 de septiembre era una noticia anticipada hace días por este periódico. Camacho acompañó bien la política de apoyo mutuo de Mariano Rajoy y Artur Mas cuando aquel estaba en la oposición, pero desde que Mas inició su conversión al secesionismo ni supo reconducir al antiguo aliado ni pudo convencer a la cúpula de su partido de la necesidad de ofrecer alternativas a los catalanes que fueran más allá de la defensa de la legalidad. Y convirtió un partido parlamentario en otro con maneras abruptas poco propias del parlamentarismo. Su final, pues, es lógico. No tenía ya nada que ofrecer a nadie.
Pero su sustitución por el extremista Xavier García Albiol resulta una pésima noticia. Exalcalde de Badalona, la tercera ciudad catalana, Albiol ha hecho toda su carrera casi exclusivamente al compás de las campañas xenófobas contra la inmigración, en la línea de la periclitada Plataforma per Catalunya o de movimientos como la ultraderecha francesa, de los que solo se diferencia en que no exhibe un discurso antieuropeo.
Las extremas derechas continentales se han basado y se basan en la agitación contra los inmigrantes como presunta causa de todos los males que aquejan a nuestras sociedades, lo que se disfraza con zafias coartadas. Así, la discriminación en función del origen geográfico de los residentes se enmascara en el presunto derecho a prelación de “los de aquí”, “los de casa”, categoría indeterminada, antijurídica y antipolítica. La justificación de que tienen mejor derecho a los servicios sociales quienes llevan años pagando impuestos es falsa: causan derecho todos los que pagan impuestos (no en función de cuántos ejercicios) o simplemente acreditan los requisitos exigidos en cada caso, de vecindad, necesidad o desprotección. Lo mismo sucede con el argumento de que la capacidad de acogida es limitada, si no se acompaña con demostraciones cuantitativas irrefutables. O con la suposición de una mayor criminalidad entre los inmigrantes: quizá frecuenten más las pequeñas faltas, pero todavía no se ha descubierto entre ellos a ningún gran estafador de los que hoy pisan los juzgados.
Nombrar candidatos de este perfil confirma el temor del PP a perder a sus votantes más radicales, pero enajena a los moderados y centristas, que son muchos más. Albiol ha sido designado para competir en Cataluña, justo donde la mediana del voto se acerca más al centroizquierda. Le será más que difícil competir con las otras ofertas, en general más moderadas, del espectro no independentista.
Tan sorprendente como lo anterior resulta constatar el vaivén estratégico que supone esta designación: baste recordar que el puesto de Albiol lo ocupó no hace tantos años una persona de modales tan civilizados y homologables como Josep Piqué.

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