El obispo de Córdoba avisa: ¡la UNESCO pretende convertirnos en gays!
La homosexualidad no es una enfermedad: sólo es una conspiración global.
España 5 de enero de 2011, 06:00
La homosexualidad no es una enfermedad: sólo es una conspiración global.
España 5 de enero de 2011, 06:00
Ser cristiano, conspiranoico y tonto del culo, todo a la vez: es una combinación compleja, pero posible. Y cuando se da, y el sujeto en cuestión se cruza con un micrófono, los titulares pueden devastar un auditorio. Es lo que ocurrió el día 26 de diciembre, durante la homilía pronunciada por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, cuando soltó que (palabras textuales) «el ‘ministro’ de la familia en el gobierno del Papa, el cardenal Antonelli, me comentaba hace pocos días en Zaragoza que la UNESCO tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual.»
El obispo detalló en su homilía, entre elogios a la familia tradicional (es decir, un hombre y una que planche, por si no conocen la visión cristiana clásica) cómo la organización de la ONU «irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas», según la cual «uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo». La comunidad LGBT debería agradecer esta evolución de la opinión eclesiástica: ya no son enfermos. Son víctimas de un lavado de cerebro de la ONU. Con un poco de suerte, Robert Ludlum les dedica una de espías. Fernández subrayó que toda esta conjura supone «el último ‘logro’ de una cultura que quiere romper totalmente con Dios creador». En otras palabras: el objetivo último de esta conspiración mundial que quiere convertir a la mitad de la población en gay (en 20 años) es que se joda Dios. Ooooh, sí. «Mira cómo me follo a alguien de mi mismo sexo, dios mojigato.»
Señoras, este plan no tiene sentido. Señores de la UNESCO, aborten plan (bueno, no aborten, que esa palabra tampoco gusta); amigos gays, dejad estar la tontería, que no vamos bien. Ni 3.000 millones de gays van a incomodar a Dios lo bastante para que dé señales de vida. Piénsenlo: si no le incomodan portavoces como el obispo de Córdoba, es que no le incomoda nada. Si Dios existe, es un témpano. Un ser superior con un mínimo de carácter habría bajado a la homilía esa y le habría arreado una colleja a Demetrio Fernández que le habría saltado los ojos, y le habría dicho: «¿Pero tú eres tonto, o qué?» Pero no. Dios se ha quedado callado. Ergo, o no existe o le matamos de vergüenza ajena. O le mató la ONU. «Kofi Annan asesinó a Dios, con el candelabro, en la biblioteca.» Sé que es absurdo, pero es mi trabajo, y el obispo ha puesto el listón de la absurdidad muy alto.
El obispo detalló en su homilía, entre elogios a la familia tradicional (es decir, un hombre y una que planche, por si no conocen la visión cristiana clásica) cómo la organización de la ONU «irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas», según la cual «uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo». La comunidad LGBT debería agradecer esta evolución de la opinión eclesiástica: ya no son enfermos. Son víctimas de un lavado de cerebro de la ONU. Con un poco de suerte, Robert Ludlum les dedica una de espías. Fernández subrayó que toda esta conjura supone «el último ‘logro’ de una cultura que quiere romper totalmente con Dios creador». En otras palabras: el objetivo último de esta conspiración mundial que quiere convertir a la mitad de la población en gay (en 20 años) es que se joda Dios. Ooooh, sí. «Mira cómo me follo a alguien de mi mismo sexo, dios mojigato.»
Señoras, este plan no tiene sentido. Señores de la UNESCO, aborten plan (bueno, no aborten, que esa palabra tampoco gusta); amigos gays, dejad estar la tontería, que no vamos bien. Ni 3.000 millones de gays van a incomodar a Dios lo bastante para que dé señales de vida. Piénsenlo: si no le incomodan portavoces como el obispo de Córdoba, es que no le incomoda nada. Si Dios existe, es un témpano. Un ser superior con un mínimo de carácter habría bajado a la homilía esa y le habría arreado una colleja a Demetrio Fernández que le habría saltado los ojos, y le habría dicho: «¿Pero tú eres tonto, o qué?» Pero no. Dios se ha quedado callado. Ergo, o no existe o le matamos de vergüenza ajena. O le mató la ONU. «Kofi Annan asesinó a Dios, con el candelabro, en la biblioteca.» Sé que es absurdo, pero es mi trabajo, y el obispo ha puesto el listón de la absurdidad muy alto.
http://www.eljueves.es/2011/01/05/obispo_cordoba_avisa_la_unesco_pretende_convertirnos_gays.html
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