jueves, 9 de agosto de 2012

EL VIAJE DE MR. BROWN

Hacía ya más de un mes que Mr. Brown, un ejecutivo londinense, tenía previsto viajar a Madrid por asuntos de trabajo, de manera que un lunes de julio embarcaba en el primer vuelo desde el London City Airport en Business Class. Después de un vuelo agradable, pero mucho más largo de lo normal, lectura del Financial Times y un café muy dulce incluidos, llegaba a Madrid. El avión tardaba más de lo normal en llegar al finger para desembarcar aunque no le dio demasiada importancia; los problemas empezaron cuando entró en la terminal para buscar la salida y llegar a la parada de taxis. El caos en el aeropuesrto era terrible, no parecía funcionar nada, las colas para recoger el equipaje eran interminables -menos mal que viajaba únicamente con un maletín con papeles y una muda, por si las moscas-, y sólo los bares y aparentemente trabajaban a pleno rendimiento. Encontrar un taxi no fue un problema y, en algo más de una hora -qué lento estaba ese día el tráfico y ¿dónde estaban los guardias urbanos cuando se les necesitaba?-, estaba frente al Banco de España, muy cerca de su lugar de reunión, de manera que podría dar un pequeño paseo por aquella parte de Madrid de la que disfrutaba cada vez que podía darse un salto desde Londres a la capital. Cruzar la Calle de Alcalá le recordó a una calle de El Cairo, los semáforos estaban apagados, la basura estaba sin recoger, hordas de niños poblaban las aceras -¿no tendrían que estar en el colegio?-, no se escuchaba sirena alguna, ni ambulancias, ni policía, ni bomberos; la puerta del Ayuntamiento aparecía sin actividad alguna, los autobuses urbanos estaban aparcados de manera caótica, las bocas de metro desiertas... Mr. Brown, que aún seguía sin comprender la idiosincrasia española, como les solía decir a sus compañeros de oficina, omitiendo que se moría por vivir en España,  decidió que algo estaba pasando, así que se encaminó al primer kiosco de revistas que vio para preguntar:
> Excuse me Sir, what is happening in Madrid today? 
El kiosquero levantó los hombros un par de veces y contestó como pudo en inglés al cabo de unos segundos:
> No sé muy bien caballero, pero parece que los funcionarios, los interinos, los laborales y demás trabajadores de la Administración están haciendo hoy lo que se supone que hacen cada día, leer el periódico, tomar cafecitos, jugar a las cartas en el ordenador, desayunar varias veces y esas cosas.
El británico le agradeció el esfuerzo y la explicación y se fue dando un paseo al Museo del Prado, dando por hecho que la reunión prevista no tendría lugar.
El museo tampoco estaba abierto.

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