Viernes 4 de abril, agenda completa, agenda completada. Después de dos días sin solucionar la muerte de la batería de mi coche, de taxis y de idas y venidas a contrarreloj -una de las cosas que más odio-, sabiendo que hay que tener amigos hasta en el infierno, tras comentar mis devenires motorizados me hablan en el trabajo de una empresa que bla bla bla. Dicho y hecho, los llamo, vienen a casa y con la destreza de los boxes de fórmula 1 me cambian la batería y raudo subo a la oficina pues me esperaba una reunión de esas de vidaomuerte, como todo para los políticos. Reunión resuelta, acabo del día arriba, bajo, como, descanso media hora quemesupoagloriabendita, moto, misa de duelo, concierto de la Sinfónica, japonés autorregalado y a casa.
Misa de duelo por el hijo de un amigo que falleció hace un mes en accidente de moto. Terrible. Doy mi pésame al padre, saludo a sus dos hijos, sendos hermanos de la víctima y me encamino hasta el auditorio en moto, adonde llegué una hora antes de que empezara el concierto para encontrarme la "zona de motos" llena. Aparcarán los profesores de la orquesta con instrumentos pequeños, pensé, mientras imaginaba a un motero con el violonchelo a su espalda. Ravel, Elgar (maravillosa la violonchelista, maravilloso el adagio) y Shostakovich. Nada que objetar, todo lo contrario.
Una hora antes allí, como decía, ya empezaba a llenarse el amplio atrio de la calatravada: pulga de salmón (literal) y Coca-Cola Zero para hacer tiempo -había olvidado llevar un libro y la expectativa era aburrimiento hasta las 19:30h- y ojo avizor en busca de una cara conocida. Nada, nadie. Me encamino entonces al murete que separa el edificio del mar y allí ¡Eureka! veo una mano que me saluda. mi amiga A. Conversación que empieza con ¿sabes que se suicidó T? Al nombre no le pongo cara, ella me explica. Lo ubico, terrible, ¿pero cómo es posible? Mi compañero de asiento en la Sinfónica, silla en la fila 3, yo en la cuatro, ambos asientos nº1, pasillo, lo mejor. Me cuenta lo sucedido muy afectada, trae consigo unas flores de tela para dejar en su asiento de toda la vida: in memoriam.
Un mes de marzo negro.
Carpe diem. Dos días, sí, esto dura dos días, ¿vas a perdértelo entonces?
El concierto fantástico, menos mal.
Hoy sábado: reunión de amigos, plomo en uno de los platillos de la balanza para que nada pueda hacer de contrapeso.
♫
Edward Elgar, Concierto para Violonchell
en mi menor, Op.85. *Adagio-Moderato.
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