"The Monuments Men", la última película de George Clooney, me gustó. Será porque se respira arte del que emociona, porque los actores están geniales, porque la historia fue real, porque odio a los nazis, porque la escena de los dientes de oro es dura, porque odio la guerra y porque esta película, a pesar de todo, tiene un toque de optimismo y de humor.
EL MUSEO DE HITLER: LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MONUMENTS MEN
Actualizado: 23/02/2014 12:58 horas
http://www.elmundo.es/cultura/2014/02/23/5309c93b22601dc81b8b456a.html
El descomunal saqueo
de obras de arte perpetrado por la Alemania Nazi en toda Europa sigue
siendo un caso sin resolver casi 70 años después de su derrota en 1945. Sólo
así se explica que el pasado mes de noviembre la Fiscalía de Múnich anunciara
la aparición en un apartamento de la ciudad de más de 1.400 obras de
arte, entre ellas, de Picasso, Matisse, Chagall... provenientes
en una gran parte del expolio del Tercer Reich. Habían permanecido escondidas
en manos de Cornelius Gurlitt, hijo de Hilldebrant, uno de los
marchantes de arte a las órdenes del ministro de propaganda nazi Joseph
Goebbels.
No se prestó tanto atención
al no menos increíble informe que publicó la Asociación de Museos Holandeses
tan sólo una semana antes, en el que reconocía que unas 136 obras de
las colecciones de sus propios museos podían provenir del saqueo de los nazis. En
medio de la tormenta sobre el renovado interés por el expolio de la Segunda
Guerra Mundial, que ha tenido su continuación la semana pasada, con el hallazgo
de otras 60 obras en otra casa de Cornelius Gurlitt en Salzburgo (Austria), se
estrena la nueva película del actor y director George Clooney sobre la
fantástica historia de los Monuments Men, que retrata, precisamente,
la operación del ejército aliado para proteger y recuperar el arte
expoliado.
A simple vista parece un
contrasentido: si los aliados recuperaron las piezas en 1945 ¿Por qué
siguen apareciendo obras aún hoytanto escondidas como a la vista en museos
y subastas?
La historia de los
"hombres de los monumentos", que George Clooney ha adaptado
del libro del mismo título del historiador Robert M. Edsel, no es sino el
apodo que recibieron los integrantes de una diminuta sección del ejército
aliado conocida como MFAA -Monuments and Fine Art and Archives-, encargada de
la protección del patrimonio artístico durante el avance aliado en Europa y la
recuperación y restitución de las piezas robadas por los nazis. Una tarea
enorme para un grupo tan reducido.
Los personajes de este
comando especial que Clooney retrata no están vagamente inspirados en la
realidad, ya que, aunque hay pequeñas diferencias, realmente se trató
de grupo muy reducido que integraron soldados muy particulares: un
conservador de un Museo de Boston, George Stout, -en el que se basa el
personaje interpretado por el propio Clooney- un comisario de arte del
Metropolitan, James Rorimer -Matt Damon-, un escultor, Walter Hancock, -John
Goodman-, un arqueólogo Richard Balfour -Hugh Bonnenville- un
arquitecto, Robert Posey -Bill Murray- y un coreógrafo Lincoln Kirstein
-Bob Balaban-.
Los dos últimos fueron los
que se adentraron en la oscuridad de las minas de Altaussee, Austria, una
explotación de sal en la quedescubrirían la mayor guarida del arte
expoliado. Aunque habían llegado hasta allí tras recoger diferentes
testimonios mientras penetraban con el ejército de Patton en Alemania, no
podían imaginar, sin embargo, la enormidad de aquella cueva del tesoro.
El
lugar más preciado del saqueo del Tercer Reich
Casi a semejanza del relato
de Las mil y una noches, el complejo subterráneo de 138 túneles custodiaba
un impresionante almacén, escondido bajo tierra, repleto de piezas de arte
robadas de más de media Europa y de incalculable valor, entre ellas la
escultura de La Virgen de Brujas de Miguel Ángel, los paneles del Retablo de
Gante de Jan Van Eyck o El astrónomo de Vermeer. Lo que ambos
contemplaban apilados en diversas cámaras era el museo de Hitler,
el frustrado Fuhrermuseum del expolio.
Después de dos años
arrastrándose con el ejército desde el Desembarco de Normandía, evaluando
daños, proponiendo reparaciones, evitando, cuando era posible, el bombardeo
propio de lugares artísticos, e intentando localizar obras desaparecidas, los
Monuments Men habían descubierto el lugar más preciado del saqueo
sistemático del Tercer Reich, junto a otros tantos, como las minas de
Merkers y Bertenrode o el castillo de Neuschwanstein.
Junto a los cientos de almacenes hallados por los Monuments Men, eran sin
embargo sólo una parte, aunque importante, del puzzle en el que el martillo
nazi había fracturado las colecciones privadas y nacionales, tanto de los
ciudadanos judíos como de los países conquistados de casi toda Europa.
¿Por qué resultó entonces
una misión cuyo objetivo se cumplió sólo a medias?
El impulso del
extraordinario plan de los Monuments Men surgió de la élite museística
y académica de EEUU, con el Museo Metropolitan de Nueva York y la
Universidad de Harvard a la cabeza, representados por Paul Sachs y George
Stout, director y diligente experto y conservador respectivamente del museo
Fogg de Harvard, Boston, a mediados de 1942, poco después de que EEUU entrara
en guerra.
Un año antes, el gobierno británico había alertado ya al resto de la
comunidad artística del saqueo por parte de los nazis en los territorios
ocupados y las eventuales ventas de obras en países neutrales, pero, solos ante
la maquinaria bélica nazi, pospusieron cualquier iniciativa que no fuera
sobrevivir.
Nada tomó forma hasta bien
entrada la guerra, en 1943, cuando británicos y estadounidenses desalojaron a
Erwin Rommel del Norte de África, y tras el posterior desembarco en Sicilia en
agosto de ese año. En Leptis Magna, -Libia-, y Sicilia, y después en Nápoles,
la magnificencia de las antiquísimas ruinas, expuestas a la destrucción de la
guerra, atrajeron por fin la atención de los Aliados tras los informes del arqueólogo
inglés Lord Woolley.
Mucho antes, durante los
meses anteriores a la contienda y especialmente a partir de la Noche de
los Cristales Rotos (1938), fue cuando comenzó el despojo de obras de
arte de todo tipo a las familias judías, ya fuera por medio de las ventas
coaccionadas -por debajo de su valor-, cuando no directamente mediante
confiscación y robo. Para entonces, ya habían proclamado su concepción de Arte
Degenerado -básicamente el arte de vanguardias- y habían despojado los
museos de Alemania de las obras así calificadas para una exhibición de este
"arte degenerado" en Múnich para mofa y escarnio de
la población.
Joseph Goebbels escenificó
la destrucción y quema pública de algunas de ellas -aunque en
el imaginario popular sólo han quedado los libros- para organizar a
continuación la Comisión para la Explotación del Arte Degenerado.
Arte
convertido en dinero
El objetivo era vender las
obras como medio para obtener fondos. Un éxito teniendo en cuenta
la avidez del resto de coleccionistas del mundo que se apresuraron a
"salvar" las obras de la destrucción aprovechando la confusión.
Precisamente, de este organismo sería de donde provendría la formidable
colección de Hilldebrandt Gurlitthallada en Múnich el pasado noviembre,
ya que el propio marchante de arte formaba parte de la comisión. Después le
seguirían los museos nacionales de los territorios conquistados:
Checoslovaquia, Polonia, Holanda...
Roosevelt había aceptado el
26 de junio de 1943 la propuesta de los directores de museos de EEUU creando la Comisión
para la protección y recuperación de obras de arte en zonas de guerra,
llamada Comisión Roberts, un buró consultivo que se completó con la creación,
en diciembre de 1943, de la Monuments Fine Arts and Archives, una sección
conjunta angloamericana del ejército que trabajara en el mismo campo de
batalla.
A diferencia de la película
de Clooney, la condición que se impuso fue que lo integrara personal del
ejército. George Stout, pionero junto a Paul Sachs del plan de
salvamento, alistado en la marina, fue la primera elección. Junto a él
otros siete hombres formaron la primera sección del MFAA
destinada en Europa, sin contar con el frente de Italia, cuyos MFAA estaban
bajo otra división.
Apenas armados con una
orden escrita por el mismísimo Eisenhower, que especificaba "que
no se destruyera ningún monumento del legado artístico, a menos que fuera
imprescindible para salvar vidas" y la lista de monumentos los
expertos de la Comisión Roberts y el Comité Macmillan, -organismo similar
creado por los británicos- se unieron al ejército desde las playas de Normandía
hasta Berlín para salvar y proteger lo que quedara de la barbarie.
Sólo la orden de Eisenhower
y la buena disposición de los diferentes mandos militares eran su salvaguarda.
Según se fueron abriendo camino por Bélgica, Holanda y finalmente Alemania,
entre 1944 y 1945, la protección pasó a un segundo plano y la recuperación de
las obras de arte y su restitución se convirtió en la prioridad.
Los hombres de la MFAA empezaron a recopilar las diferentes historias sobre el
arte robado en París -por la ERR de Alfred Rosenberg- y otros lugares. Con el
avance iban atando cabos en las poblaciones conquistadas y cada vez descubrían
más almacenes donde los nazis escondían los tesoros artísticos: 670 almacenes
en la primavera de 1945.
Recuperaron una parte
esencial del expolio, pero la realidad es que mientras los Monuments Men se
creaban en los despachos de Washington y Londres en 1943, muchas de las
obras estaban volando precisamente a diversas galerías de Nueva York y
otros lugares, donde fueron absorbidas por coleccionistas privados y
desaparecidas del mapa durante años.
Hacia 1950, la
actividad sobre la restitución cesó. En Alemania, Austria y Holanda
han aparecido ahora algunas de ellas, otras lo harán en los próximos años, y
aun así quedarán más sin ser reclamadas. A pesar del esfuerzo y dedicación de
los Monuments Men que salvaron miles de obras, el puzzle del mayor
robo de la historia sigue aún incompleto.