En nuestro último viaje a Nueva York tuvimos la suerte de coincidir con una retrospectivca de Tim Burton en el MOMA. Nos costó acceder a la exposición, pues las colas eran enormes y había que pedir hora para verla. En nuestro segundo intento lo logramos y la verdad es que valió la pena, lástima la cantidad de gente que había en las salas. Películas, dibujos animados, maquetas, objetos de las películas, trajes, dibujos... todo el siniestro y maravilloso universo de Tim Burton reunido en el Museo de Arte Moderno. Ahora estrena una nueva versión de Frankenstein, en dibujos animados y en blanco y negro.
“Frankenstein’ es el filme de mi vida”
Tim Burton estrena en España el próximo jueves ‘Frankenweenie’. En esa película de animación en blanco y negro el creador vuelca su infancia californiana.
Rocío Ayuso Los Ángeles 6 OCT 2012 - 18:08 CET
El perro de Tim Burton se llamaba Pepe, no Sparky como el de Frankenweenie, el último largometraje animado de este visionario, de estreno en España el próximo jueves. A su perro no le pilló ningún coche. Ni volvió a la vida como en esos clásicos del terror de los estudios Universal que tanto le gustaban a Burton de niño. “Pero tenía el moquillo, así que el fantasma de que se iba a morir estuvo siempre con nosotros aunque luego vivió mucho tiempo”, confiesa el realizador, divertido con su infancia, esa que vuelca en un filme que considera entre los más personales de su carrera, junto con Eduardo Manostijeras, Big Fish y Pesadilla antes de Navidad.
Claro que los recuerdos pueden ser engañosos. Burton sostiene que fue un niño raro, amante de los cementerios en una ciudad dormitorio como Burbank (California, EE UU), donde hasta la hierba es perfecta (incluida la de los cementerios) y el sol brilla las cuatro estaciones: es decir, un alma creativa como la de Victor, el personaje de su película. Sin embargo, una de las profesoras que tuvo Burton en el instituto ha declarado recientemente que era un niño “de lo más normal”, nada de los pelos de gótico electrocutado que tiene a sus 54 años. “El sentimiento que quise mostrar en Frankenweenie es el que tienes de pequeño por estar solo y ser un poco raro aunque tú te veas de lo más normal y los demás sean los bichos raros. De ahí que Frankenstein fuera siempre la película de mi vida. Yo era el monstruo y mis vecinos, los exaltados que me perseguían con palos y antorchas”, recuerda ahora que vive en Londres, en esa casa que comparte con Helena Bonham Carter y sus hijos, Billy y Nell, de 9 y 4 años. “Al menos he triunfado como padre porque a mis hijos les gustan las películas de terror”, se ríe.
Es la segunda vez que Burton resucita a Frankenweenie. La primera fue en un corto que realizó mientras se aburría trabajando en los estudios Disney, los mismos que ahora promocionan su obra pero que en su día le despidieron. “Digamos que no se echaron a llorar cuando me fui. Fue una experiencia frustrante pero estoy agradecido porque trabajar allí como animador me llevó al cine de imagen real”.
Esta vez han hecho falta unas 200 figuras para una película que a nivel técnico no puede ir más atrás en la tecnología, rodada en stop-motion o fotograma a fotograma y en blanco y negro. Una vuelta a los orígenes que Burton disfruta porque es “una de las formas de arte más bellas, que consiste en mover una figura a 24 fotogramas por segundo, una ilusión que en Frankenweenie devuelve la vida a un objeto inanimado”.
La nostalgia también se deja sentir en esa confluencia de monstruos en la que se convierte el filme y que hace de la obra una reunión de amigos. Algunos ya están muertos, como Vincent Price, presente en Frankenweenie en el diseño del personaje de Mr Rzykruski, uno de los profesores de Victor. Otros solo ponen la voz, como Martin Landau, habitual de Burton que habla por boca del propio Mr Rzykruski. Y un joven Christopher Lee, que aparece en carne y hueso (aunque la película sea animada) en unas imágenes que ve la familia de Victor en un televisor hecho con plastilina.
Homenajes que también la crítica aprecia y que tras un periodo flojo con estrenos menores como Sombras tenebrosas hablan de un Burton en plena forma. “No soy ególatra. ¡Cómo iba a serlo después de haber tenido películas como Las aventuras de Pee-wee o Beetlejuice entre las 10 peores del año! Los críticos tienen una extraña memoria y no recuerdan lo que dijeron. Como los que vieron en Batman una película tenebrosa, cuando mis dos Batman parecen una comedia comparados con lo que se hace ahora”. No hay amargura pero tampoco deseo de revelar sus próximos proyectos aunque parece que viene un tiempo de calma tras dirigir dos películas en un año y producir otra (Abraham Lincoln: cazador de vampiros), además de ser el centro de numerosas exposiciones sobre su obra.
No descarta su vuelta a los filmes de animación. “Gozan de una audiencia más sofisticada”, asegura de un público que también es más numeroso. “Y son muchas las técnicas”, añade alguien que disfruta con el caos y la variedad. Algo que nunca tuvo en Burbank, “la ciudad donde no hay estaciones”. “Por eso me gustaba tanto Halloween y Navidades. Porque daban esa falsa sensación de otoño e invierno y potenciaban la creatividad de todos”.
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