Sí, lo reconozco, soy un radical, quizá hasta un extremita. Es lo que hay, así soy yo. Leo en El País semanal de hoy domingo a Javier Marías, a colación de la posible (y esperada) prohibición de las corridas de toros en Cataluña; sería la 2ª comunidad autónoma después de Canarias (por algo se empieza). Su artículo, como siempre, muy bien escrito, muy coherente todo, pero al final más de lo mismo, si no quieres ir a los toros no vayas, así que ¿por qué prohibir las corridas? ¿no se acabaría de esta forma con la raza de los toros bravos? Yo no estoy de acuerdo con él, de ninguna manera. Mi respuesta a sus dudas es clara: torturar a un animal para goce y disfrute del personal ¡NO!, tolerancia cero con el sufrimiento a los indefensos, sean animales, niños, ancianos, mujeres... Me pasa lo mismo con los abrigos de pieles, industria que se ha lavado la cara en los últimos años con las granjas dedicadas a la cría de estos pobres animales para terminar sirviendo para la confección de estas prendas. Quizá haya muchos argumentos para defender esta cría, pero yo simplemente la aborrezco. Los visones, martas, zorros, etc., no son necesarios para alimentarnos, de manera que criarlos para arrancarles la piel es una bestialidad.
A veces la razón no va en paralelo con los sentimientos (ni falta que hace), de manera que sí, soy un radical, lo confieso.
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