lunes, 26 de febrero de 2018

MAÑANA ¿MEJOR?

Michael Jackson, *They don't care about us.

FRÍVOLOS Y VALEROSOS


Una dictadura, necios
Hay generaciones que no saben lo arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, en España entre 1939 y 1975.
Javier Marías
25.02.18
https://elpais.com/elpais/2018/02/15/eps/1518699995_504622.html

Contaba Juan Cruz en un artículo que, en un intercambio tuitero con desconocidos (a qué prácticas arriesgadas se presta), alguien lo había conminado a callarse con esta admonición, o semejante: “Estás desautorizado, perteneces a una generación que permitió a Franco morir en la cama”. Que algún imbécil intervenga en estas discusiones ha de ser por fuerza la norma, pero Cruz añadía que se trataba de un argumento “frecuente” o con el que se había topado numerosas veces, y esto ya trasciende la anécdota, porque supone una criminal ignorancia de lo que es una dictadura. En parte puede entenderse: cuando yo era niño y joven, y oía relatar a mis padres las atrocidades de la Guerra, me sonaban, si no a ciencia-ficción, sí a lección de Historia, a cosa del pasado, a algo que ya no ocurría, por mucho que aún viviéramos bajo el látigo de quien había ganado esa Guerra y había cometido gran parte de las atrocidades. Pero sí lograba imaginarme la vida en aquellos tiempos, y los peligros que se corrían (por cualquier tontería, como ser lector de tal periódico o porque un vecino le tuviera a uno ojeriza y lo denunciara), y el pavor provocado por los bombardeos sobre Madrid, y el miedo a ser detenido y ejecutado arbitrariamente por llevar corbata o por ser maestro de escuela, según la z

Tal vez los que pertenecemos a la generación de Cruz no hayamos sabido transmitir adecuadamente lo que era vivir bajo una dictadura. Hay ya varias que sólo han conocido la democracia y que sólo conciben la existencia bajo este sistema. Creen que en cualquier época las cosas eran parecidas a como son ahora. Que se podía protestar, que las manifestaciones y las huelgas eran un derecho, que se podía criticar a los políticos; creen, de hecho, que había políticos y partidos, cuando éstos estaban prohibidos; que había libertad de expresión y de opinión, cuando existía una censura férrea y previa, que no sólo impedía ver la luz a cualquier escrito mínimamente crítico con el franquismo (qué digo crítico, tibio), sino que al autor le acarreaba prisión y al medio que pretendiera publicarlo el cierre; ignoran que en la primera postguerra, años cuarenta y en parte cincuenta, se fusiló a mansalva, con juicios de farsa y hasta sin juicio, y que eso instaló en la población un terror que, en diferentes grados, duró hasta la muerte de Franco (el cual terminó su mandato con unos cuantos fusilamientos, para que no se olvidara que eso estaba siempre en su mano); que había que llevar cuidado con lo que se hablaba en un café, porque al lado podía haber un “social” escuchando o un empedernido franquista que avisara a comisaría. También ignoran que, pese a ese terror arraigado, Franco sufrió varios atentados, ocultados, claro está, por la prensa. Que mucha gente resistió y padeció largas condenas de cárcel o destierro por sus actividades ilegales, y que “ilegal” y “subversivo” era cuanto no supusiera sumisión y loas al Caudillo. O ser homosexual, por ejemplo.Tampoco saben que, una vez hechas las purgas de “rojos” y de disidentes (entre los que se contaban hasta democristianos), la mayoría de los españoles se hicieron enfervorizadamente franquistas. Se creen el cuento de hadas de la actual izquierda ilusa o falsaria de que la instauración de la democracia fue obra del “pueblo”, cuando el “pueblo”, con excepciones, estaba entregado a la dictadura y la vitoreaba, lo mismo en Madrid que en Cataluña o Euskadi. De no haber sido por el Rey Juan Carlos y por Suárez y Carrillo, es posible que esa dictadura hubiera pervivido alguna década más, con el beneplácito de muchísimos compatriotas. Estas generaciones que se permiten mandar callar a Juan Cruz no saben lo temerario y arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, entre 1939 y 1975. Que, si alguien caía en desgracia y tenía la suerte de no acabar entre rejas, se veía privado de ganarse el sustento. A médicos, arquitectos, abogados, profesores, ingenieros, se les prohibió ejercer sus profesiones, entrar en la Universidad, escribir en la prensa, tener una consulta. Hubo muchos obligados a trabajar bajo pseudónimo o clandestinamente, gente proscrita y condenada a la miseria o a la prostitución, qué remedio.

También hay frívolos “valerosos” que reprochan a los españoles no haberse echado a la calle para parar el golpe de Tejero el 23-F, olvidando que los golpistas utilizaron las armas y que había tanques en algunas calles. Cuando hay tanques nadie se mueve, y lo sensato es no hacerlo, porque aplastan. Hoy las protestas tienen a menudo un componente festivo (la prueba es que no las hay sin su insoportable “batucada”), y quienes participan en ellas se creen que nunca ha habido más que lo que ellos conocen. Reprocharles a una o dos generaciones que Franco muriera en la cama es como reprocharles a los alemanes que Hitler cayera a manos de extranjeros o a los rusos que Stalin tuviera un fin apacible. Hay que ser tolerante con la ignorancia, salvo cuando ésta es deliberada. Entonces se llama “necedad”, según la brillante y antigua (retirada) definición de María Moliner de “necio”: “Ignorante de lo que podía o debía saber”.

ODIOSAS COMPARACIONES

Escribía hace poco sobre esta nueva moda de escribir artículo tras artículo comparándolo todo, libros con películas y viceversa, series de televisión buenas y malas, películas exitosas supuestamente sobrevaloradas, etc. Artículos odiosos del tipo ¿a quién quieres más, a tu madre o a tu padre? ¿qué te gusta más Mozart o Los Beatles? o estupideces similares. Si a mi socio muerto no le gustaban los muebles convertibles -era una manía típica suya: una mesa es una mesa y no otra cosa, me decía-, yo odio estos artículos que lo critican todo. Imagino al periodista sentado en su mesa disfrutando con su "crítica" facilona y majadera, cada día una nueva sobre un tema recurrente una y otra vez, ¡cómo me cansa! La majadería suprema que he leído, con un título parecido a "Qué películas NO deberían ganar el Oscar" se dedicaba a desgranar una por una las películas nominadas al premio este año y todas eran un bodrio por una causa u otra: pretenciosas, edulcoradas, facilonas, pornográficas, snobs, pedantes, predecibles... Si por este señor fuera no sé a qué tipo de cine le darían premios. Pero esto es lo que hay, este es el nuevo periodismo de comparaciones y críticas a todo lo que reluce, lo que se lleva es llevar siempre la contraria de forma cínica. No me gusta.

SÍSIFO

Tú conoces esa sensación, estoy seguro de ello. Sí, esa que sientes el día en que todo te supera y, por ende, todo te afecta de manera desmedida. Sí, sí, esa misma. Pues yo me siento así hoy, simplemente desbordado, no tengo las riendas de mi vida, no la controlo, sólo me apetece desconectar, gritar, volar, desaparecer. Ya 24 horas no son suficientes, las horas del sueño son ridículas, la velocidad del día a día insostenible, la altura de las circunstancias inalcanzable.
La música consuela, la música me entiende, me alimenta.

Prokofiev, *Dance of the knights.

domingo, 25 de febrero de 2018

LISTADO DE DATOS

Ando ahora mismo metido de lleno en terminar de una vez la memoria de un proyecto de dos dúplex en La Laguna, eufórico porque estoy en un tris de cantar ¡eureka! además de tener como música de fondo la animada ópera "El Barbero de Sevilla", que anima a cualquiera.

*Mille grazie, mio signore.
*Dunque io son.

PASOLINI

Me han recomendado este biopic sobre Pasolini, proganonizado por Willem Dafoe. Me dicen que la película, como su vida, es muy interesante y la música sublime.
El Barbero de Sevilla, Rossini.
*Una voce poco fa. Maria Callas.

OTHER NEWS

SEXO, DROGA, ROCK & ROLL Y ¡OLÉ!


De nuevo, el ridículo
No me imagino al jefe de prensa de la Casa Real pasándole al Rey las estrofas raperas de Valtonyc con un parco: “Mire lo que dice este tipo sobre su Majestad”.
https://elpais.com/cultura/2018/02/24/actualidad/1519485926_856650.html

La otra mañana temprano esperábamos en cola a que abrieran las puertas del juzgado de la madrileña calle de Pradillo. Sí, la cosa iba de bodas y nacimientos. Un tipo de un acento latino indeterminado, nos avisaba a gritos, teatral e inagotable, de que la mujer que se casara con una mujer o el hombre que se uniera a otro hombre arderían para siempre en el infierno. Advertía de la ofensa a Dios que constituían las relaciones prematrimoniales. En fin, que no eran horas. Nosotros éramos pobres personas con sueño y respirando detrás de la bufanda. Una joven bufó: “¡Cállate ya, pesssao!”. Pero lo verdaderamente reseñable del momento es que el pueblo, como así suele ser, asistía a la homilía como quien oye llover, resignado, tolerante. Intercambiábamos sonrisas, miradas cómplices, ironía. De entre los que guardábamos cola habría parejas gays, heteros o segundos matrimonios; sospecho que todos presentaban sus documentos en regla y los deberes hechos en lo que a experimentación sexual se refiere. Pero ahí estaba la esencia misma de la ciudad: se aprende a escuchar pero también a desconectar si algo te incomoda, porque si bien hay que estar atento resulta saludable practicar la introspección para refugiarse del prójimo.

En mi opinión, los ciudadanos de la calle estamos dándoles una lección a nuestros Mr. Hyde, a los ciudadanos internautas. En la calle tendemos a ignorar o a negociar; en la red, no pasamos ni una. La calle nos inclina hacia la observación, la red a la reacción. Lo pensaba esta semana a cuenta del castigo penal inaceptable que habrá de cumplir el rapero Valtonyc, o el de Hasel o el de Shadid. Como estos nombres han aparecido estos días reproducidos en múltiples enlaces parece que aquí todos estábamos en la onda, que todos tarareábamos en la ducha o en Nochebuena las letras de Valtonyc, o que al contrario cundía la indignación, pero yo confieso que jamás hubieran llegado a mí sus contenidos si no hubiera sido porque el Tribunal Supremo los ha puesto generosamente en circulación. Enhorabuena. No sé si la Casa Real está al corriente de todo lo que se escribe sobre ellos, imposible desde que nació Twitter, pero no me imagino al jefe de prensa pasándole de buena mañana al Rey las estrofas raperas referidas a su persona con un parco: “Mire lo que dice este tipo sobre su Majestad”. En realidad, el público de estos músicos está limitado a un ambiente tan específico que una se pregunta porqué ya puestos no se han tomado las mismas medidas con letras del pop y del rock que gozan de un público masivo y que llevan animando décadas al consumo de droga, de alcohol o a matar y morir por amor.

Defender su libertad de expresarse está unido a mi libertad de ignorar algo que me desagrada por su agresividad, que incluso me lleva a sentir compasión por el agraviado sea quien fuese. Esto hay que dejarlo claro: las personas tenemos derecho a ofendernos, no estamos obligados a poseer un humor ilimitado ni a aplaudir una estética que nos es hostil, pero sí a señalar como aberrante este tipo de censura judicial que no pudiendo borrar una obra de la circulación, procede a meter a su autor entre rejas. Y de ahí a Fariña, el libro de Nacho Carretero: usted que no lo había leído ha entrado raudo como tantos otros en Amazon y lo han agotado. Ahora ya sabemos quién era el exalcalde de O Grove. A ver si va a ser una retorcida manera de la Justicia para generar aficiones culturales. En cuanto a Arco, sus organizadores no han querido esperar a que un juez secuestrara la sección dedicada a los presos políticos de Santiago Sierra, ellos mismos han hecho el trabajo sucio. Quién sabe si el comité directivo de Ifema decidió dar el campanazo antes de la inauguración para dotar a la feria de la chispa de una polémica, pero lo que han conseguido es que esta sea la edición de los cuadros retirados de Sierra, que colgarán en el salón de un independentista de postín. Está claro que en un ambiente de censura política sale ganando quien desafía los límites, porque se valora el mensaje político por encima de cualquier otra consideración: ¿de verdad pensaban que los visitantes de Arco, con lo modernos que somos, no podíamos tolerar que un artista llamara presos políticos a Oriol Junqueras o a los Jordis? Incluso si pensamos que son políticos presos, ¿nos iba a dar un soponcio al ver alterado el orden de los factores? ¿O es el miedo a las autoridades y no al público? Porque si algo caracteriza al visitante de exposiciones es que ya no se asusta de nada: ha visto demasiado.

Al menos, cuando se diluyó el escándalo de la exhibición de la Olympia de Manet en el Salón de París de 1865, quedó ella, la Olympia, retando orgullosa al espectador, valiente, descarada, carnal. Presiento que a nosotros lo único que nos quedará de todo esto será el ridículo.

ORTUÑO

El Teide desde el Mirador de Ortuño, 25-02-18.

UN CAFÉ Y UN CRUCE DE CAMINOS


Anuciada la enésima alerta en Canarias por armagedón, vientos hipohuracanados y lluvias que ni las de Noé, me levanto descubriendo un traicionero cielo azul que invitaba a tomar un café fuera, así que una vez acicalado -poca cosa, créanme-, salgo en coche de casa libro en ristre, cafeteo, leo y me doy un paseo con Isabel hasta el mirador de Ortuño para disfrutar un ratito de las vistas del Teide nevado , terminando el tiempo de asueto en un supermercado comprando verduras para preparar una sopa que es lo que me apetece almorzar hoy, rica rica. 
Volviendo a casa me encuentro delante de mi un camión que andaba pisando huevos, sin prisa, sin pausa, hacia un destino desconocido. A medida que nos acercábamos al siguiente cruce en la carretera crucé los dedos mentalmente para que pasara de largo y no girara hacia la izquierda, como finalmente hizo. El camión era un transporte de cerditos y a la izquierda el camito lo llevaría hasta el matadero municipal. Qué penita.
Ya en casa, flote en el aire el silencio de los cerditos mezclados con el aroma a verdura guisada de la sopa que se cocina en estos momentos mientras suena la música de Masekela que dedico a los pobres animalitos.
Hugh Masekela, *Grazing in the grass.

sábado, 24 de febrero de 2018

¡PAÍS!




¡FALTARÍA MÁS!

BERDADERO HAMOR

MORIR POR LA ÓPERA: DON CARLO

Don Carlo, Verdi. *Lo la vidi.
*Ella giammai m'amò
*O don fatale
*Per me giuntoé il d'supremo
*Tu, che la vanita

PERDIENDO LA EDUCACIÓN



¿A qué viene tanta falta de educación? A mi, que me enseñaron que hay que comportarse siempre de forma educada en todas las circunstancias, me dejan perplejo noticias como ésta, y más porque, aunque no soy monárquico, me pone malo la falta de respeto, y el Rey es el Jefe de Estado y al César lo que es del César. Lo de esta señora me parece que está completamente fuera de lugar, se han perdido las buenas costumbres.
¿Qué hubieran dicho los periódicos si fuese al revés?

viernes, 23 de febrero de 2018

ÓPERA EN RUTA



Interesantísima y muy amena conferencia, dentro del programa del Auditorio de Tenerife "Ópera en ruta", sobre la ópera Don Carlo en la Biblioteca Municipal de La Esperanza. Esta iniciativa, que se traslada de biblioteca en biblioteca, ha resultado ser de lo más recomendable.

ERGO

jueves, 22 de febrero de 2018

EN V.O.


No dejes de ver "Call me by your name" en V.O., pasan del inglés al francés, al alemán o al italiano como si nada. ¡Qué desconsuelo!

HUMOR, REMEDIO INFALIBLE



LA TENTACIÓN DE JANSSON

Mi primer plato sueco fue un éxito.



LA ESTUPIDEZ AL PODER

¡Eso ni menearlo!, sabias palabras que aprende uno de joven.
Del dichoso tema de la obra censurada en ARCO ya no sabe uno qué más va a ocurrir. Primero la torpeza del biempensante que para salvar la maltrecha patria pide a la galería que se retire la obra (nunca sabremos cómo habrá sido esa conversación), segundo el resultado que todos sabemos: el tiro por la culata, la obra hasta en la sopa. Y ahora, como guinda del podrido pastel, el museo de Lleida reclama exponerlo, por favor. 
¿Cuándo entenderán que el arte es eso, arte, nada más? Al que no le guste que no lo vea y se acabó, tan sencillo como eso.

C.C. ALISIOS

¡Hágase la luz! Tamaraceite, Gran Canaria.

¡AY! ¡AY! ¡AY! Y SIETE VECES ¡AY!



SE NOS HA IDO UN STUPENDO

España despierta esta mañana con la noticia de la muerte de Forges, ni el PP, ni Cataluña, ni los ERE, ni la Gurtel, ¡se nos ha ido Forges!, QUÉ PENITA MÁS GRANDE. Se fue una parte de nuestra historia, del siglo XX, del XXI; la visión genial de un visionario, del padre de Mariano y de Concha, de mi infancia y de mi juventud, del HUMOR, de mi Mundo Cretino. Descansa ya y no nos olvides.




Lola Flores, *Ay, pena, penita, pena.

miércoles, 21 de febrero de 2018

SO FAR

Martin Garrix, *So far away.

MÁS MADERA

Y ésta a Suiza, otra que se va, ¿y qué pretendían? saltarse la ley, claro, y sin consecuencias, porque si las hay ¡ay!, persecuciones, presos políticos, fascismo. De pena. 
Políticos, los que deberían dar ejemplo, los primeros en ser como la mujer del César, los mismos que se quejan de la falta de democracia pero juegan con las leyes y, cuando no les gusta, o se la saltan o desaparecen. Estos que me ponen enfermo, y también esos, los otros, todos los que no paran de hacer el ridículo. Estos, esos, aquellos, todos. ¡Qué pena!

sábado, 17 de febrero de 2018

DELIRIO


“Busco la puerta que conduce a la realidad porque estamos en el delirio”
Juan José Millas publica la novela ‘Que nadie duerma'.
https://elpais.com/cultura/2018/02/16/actualidad/1518798077_280717.html

Juan José Millás se vuelve pájaro en su última novela. Ha sido ahogado, hombre escondido en un armario, habitante furtivo de los bajos de una cama. Y ahora es pájaro, una mente alojada en el fondo del cerebro de una taxista que busca sin freno por Madrid a un actor que la sedujo desde la casa de al lado poniendo a todo volumen Nessun dorma, de la Turandot de Puccini cantada por Pavarotti. La novela es un drama que Millás, de 72 años, envuelve en el ingenio. De modo que el viaje al alma destruida de las personas se convierte en aventuras que parecen llevar a la vez al abismo y a las carcajadas. Le propusimos hablar de Que nadie duerma (Alfaguara) en uno de los sitios de su propia vida, el Ateneo de Madrid, donde escribió algunas de sus novelas. Y la entidad republicana nos dejó el despacho que allí tuvo Manuel Azaña. El despacho sigue intacto. Millás no quiso sentarse en el sillón del presidente de la República. Un respeto.

Pregunta. Esta es una novela de lugares. ¿Qué relación tiene usted con este lugar, el Ateneo?
Respuesta. Es una importante memoria sentimental. Me lo descubrió Carmen Martín Gaite. Le gustaba ir a bibliotecas de recogimiento a escribir. Y la biblioteca del Ateneo tiene pupitres, cada uno con su lamparita, para aislarte, con las paredes hasta arriba de libros. Aparte del edificio y de su historia —fíjate: ahora estamos en el despacho de Azaña, pone los pelos de punta—, la biblioteca tiene mucha madera, con lomos de libros muy bien encuadernados. Representa el mundo de todos los ingenuos que hemos creído que la salvación está en la cultura.

P. ¿Cómo era escribir aquí?
R. Aquí escribí tres novelas. Salía de casa con el coche, aparcaba en el Congreso. Y a veces lo pasaba mal: a la entrada había un guardia que te hacía abrir el maletero y siempre pensé que iban a encontrar un cadáver. Y me venía a la biblioteca. Se permitía fumar. Cuando lo prohibieron me fui a la pecera, que me gustaba porque tenía forma de cerebro. Escribí Volver a casa, La soledad era estoy creo que El jardín vacío. Por estas bibliotecas parece que no pueden pasar ni la guerra: son burbujas en las que estás a salvo porque dentro de la cultura —tengo yo esa impresión— estamos a salvo.

P. El libro pasa justamente por esta calle.
R. He callejeado mucho esta zona. Y mi personaje pasa por aquí, claro. Para mí este trayecto es como recorrer una parte de la burguesía ilustrada, de la cultura madrileña y española. El Ritz, el Palace, el Jardín Botánico. Un cogollo que representa una aspiración cultural gigantesca.

P. Y aquí sufrió usted una lipotimia que le cambió la vida.
R. Fue cenando con unos amigos, en una época de los noventa en que yo no estaba muy bien. Me dieron dos o tres lipotimias. En esa que citas me sacaron fuera, el aire y la humedad me despejaron y cuando desperté exclamé “¡ya está!” como si hubiera llegado a otro sitio de mi vida. Aquella lipotimia marcó un antes y un después. Volver de una lipotimia es como volver de la muerte: te fulmina. La ves llegar y te da vergüenza. Pero una micra de segundo antes de que desaparezcas hay una especie de liberación en la que también te dices ‘¡que le den por el culo a la realidad!’. Después vuelves con la impresión de que estrenas realidad, es como una segunda oportunidad para vivir.

P. En su novela se dice. “¿Sacrificarías la vida por la realidad?”
R. Sí. Creemos que vivimos en la realidad, pero esto que estamos viviendo no puede ser la realidad. Hay muchos escritores que buscan la puerta que conduce a lo fantástico. Yo busco la puerta que conduce a la realidad porque en lo fantástico ya estamos, en lo fantástico malo, en el delirio malo. La función del escritor no es buscar la puerta al delirio sino la que conduce a la realidad porque no sabemos dónde estamos. Pero esto no puede ser la realidad.

P. Todo lo que cita en el libro, los lugares, los trayectos, existe, pero usted lo convierte todo en un movimiento perpetuo de locura, una mujer que es a la vez la sustancia de un pájaro.
R. Es un delirio dentro del delirio. La mujer protagonista de la novela se hace taxista por amor; se enamora de un hombre al que ha visto una sola vez, y cree que haciéndose taxista alguna vez él la parará desde una esquina.
Mientras ocurre, ella está segura de que ocurrirá, se dedica a recorrer la ciudad imaginando que unas veces está en Madrid, otras en Pekín, haciendo el bien. Es una especie de Quijote femenino que en lugar de andar sobre un burro va en un taxi pensando siempre en su Dulcinea. Siempre pensé que en las ciudades se inventaron las calles no sólo para llegar de un sitio a otro sitio sino para llegar de un sitio a otro de uno mismo.
Los que tenemos cierta edad podríamos hacer un viaje por la vida en dirección contraria, como hace el salmón, remontando el río por los libros que nos han marcado. Cuando lees un libro te mueves como si fueras un fantasma. Desde que he descubierto esta dimensión de la lectura, el lector como fantasma, cuando releo cosas antiguas me reencuentro con el fantasma que fui y es un encuentro muy curioso, porque te permite dialogar contigo mismo.

P. Y usted está dentro de este libro.
R. Claro. Lo que le ocurre al personaje de mi novela, que sólo puede escuchar ópera cuando la pone su vecino, es absolutamente autobiográfico. Tengo un vecino aficionado a la ópera y cuando la pone yo la escucho a través del tabique. Me pone los pelos de punta. ¡Y si la pongo yo me pone nervioso! Esa relación es extraña: es como si yo me tomara un ibuprofeno y le quitara el dolor de cabeza a mi vecino. ¡La música me tiene que pillar a traición!

P. Cerca de EL PAÍS su personaje padece una escena de miedo. Y el miedo que usted describe puede identificarse con el miedo del Millás…
R. Es muy probable. Te dejas mucho de ti en los personajes. ¡Fíjate lo que se dejó Flaubert, lo que trasladó a Madame Bovary de sus cartas! Luego lo filtras a través del narrador, la metamorfoseas e introduces una operación casi de orden químico. Naturalmente que el autor está muy presente en los personajes de sus novelas.

P. ¿Podríamos decir entonces que, como el personaje de la novela, en cierto modo Millás se ha vuelto pájaro?
R. Sí, porque la novela en parte es producto también de un momento en el que empecé a leer cosas sobre pájaros; me quedé fascinado por ese mundo tan poco conocido, de su inteligencia, y supe que hay gente rara que son observadores de pájaros, que viajan, emigran con los pájaros buscando comportamientos. En cierto modo me he convertido en pájaro escribiendo esta novela.

P. ¿Qué tiene de pájaro?
R. De pájaro tengo la nostalgia de no haber sido pájaro. Tengo un cuento, quizá real, en el que digo que un día me llevó mi padre a la sierra de Madrid. Volvimos al atardecer, paró en un sitio, nos quedamos mirando en ese momento en que la tarde parece que se detiene, un poco en penumbra. Y mi padre dijo: “Cuando yo no esté, te pares en un sitio como éste y veas un pájaro, ese pájaro seré yo”.

P. ¿O sea que este libro es sobre usted y sobre su padre?
R. En gran medida, sí.

EL ATARDECER EN QUE EL NOVELISTA VISITÓ EL OTRO MUNDO
Atardecer. Oscuro. Últimos asientos. Calle Echegaray. Los comensales discuten sobre alcohol, tapas. El autor está pálido, el pelo negro, largo. Es un hombre flaco, está triste. Un falso flaco. La luz cenicienta empalidece su cara. La palidez es de luna pobre. Su serenidad va cambiando de aire y ahora se ve cómo se desprende de su rostro el labio inferior, la mirada se desvía de la mesa, está mudo y así pide auxilio. Está sentado y en el aire a la vez. No levita, pero no pesa sobre el suelo. Por un instante no es él, se evaporó en la nube ajena, nadie percibe que sea tan grave su ausencia. Y no está. Hasta que empieza a caer sobre sí mismo. Y se cae, es lo definitivo de un cuerpo, cuando cae solo, nadie lo ha empujado sino el aire interior, la delgadez pálida de su tristeza. Entre cuatro lo llevan con urgencia a la calle, él ya no está, está yéndose. Es otoño, 1994, o cerca. Sobre la calle llovizna. Un compañero, otro escritor, trae una silla, la deposita en la calzada y sobre ella el autor ido cae como un peso delgado y quizá triste, ausente. El aire de pronto le rejuvenece la cara, se está despertando. El escritor despierta, Es cuando exclama: “¡Ya está!” Desde entonces Juan José Millás es otro. Es este de ahora al que tantos conocen y aman. Un pájaro resucitado y vivo.

domingo, 11 de febrero de 2018

VISTO EN FACEBOOK

PAGANINI PARA TERMINAR

Paganini, *24 Caprices
Augustin Hadelich.

MEJOR QUE

Vaya una manía tiene el periódico EL PAÍS, o quién sabe si uno de sus periodistas, de marearnos una vez y otra con artículos que empiezan siempre con un número y una comparación; me explico
- 10 series sobrevaloradas.
- 10 películas que nos gustaron y ahora nos aburren.
- 5 películas gay mejor que tal...
- 7 remakes/ perores mejores que la original.
Y así etc., etc., etc. 
Si bien la labor de los críticos de cine puede estar bien, a mi personalmente me cabrean mucho porque escriben sentenciando, son dogmáticos y suelen ser muy radicales en sus artículos (no nos olvidemos de Carlos Boyero; cualquiera se plantearía si realmente le gusta el cine o va por masoquismo). Tanta comparación no sirve sino para menospreciar el trabajo de los demás que, si gustó en alguna ocasión, ¿no está bien así? ¡Dichosas comparaciones!

LECCIÓN DE ECOLOGÍA


En la fila del supermercado, el cajero le dice a una señora que debería traer su propia bolsa, ya que las bolsas de plástico no son buenas para el medio ambiente. La señora pide disculpas y explica: "Es que no había esta moda verde en mis tiempos." El empleado le contestó: "Ese es ahora nuestro problema. Su generación no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente." Tiene razón, le dice la señora: nuestra generación no tenía esa moda verde en esos tiempos:

- En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosa y las de cerveza se devolvían a la tienda.

- La tienda las enviaba de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas botellas una y otra vez.
Así, realmente las reciclaban.

- Subíamos las escaleras, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio ni oficina.

- Íbamos andando a las tiendas en lugar de ir en coches de 150 cv cada vez que necesitábamos recorrer 200 metros.

- Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no los había desechables.

- Secábamos la ropa en tendederos, no en secadoras que funcionan con 220 voltios.
La energía solar y la eólica secaban verdaderamente nuestra ropa.

- Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos.

- Entonces teníamos una televisión, o radio, en casa, no un televisor en cada habitación.
Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo, no una pantalla del tamaño de una vetana.

- En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hiciesen por nosotros.

- Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no cartones preformados o bolitas de plástico.

- En esos tiempos no arrancábamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el césped. Usábamos una podadora que funcionaba a músculo.

- Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre cintas mecánicas que funcionan con electricidad.

- Bebíamos del grifo cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas de plástico cada vez que teníamos que tomar agua.

- Recargábamos las estilográficas con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la basura toda la maquinilla sólo porque la hoja perdió su filo.

- En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o el autobús y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o andando, en lugar de usar a su mamá o papá como taxista las 24 horas.

- Teníamos un enchufe en cada habitación, no un regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos.

-Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales desde satélites situados a miles de kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.

- Así que me parece lógico que la actual generación se queje continuamente de lo irresponsables que éramos los ahora mayores por no tener esta maravillosa moda verde en nuestros tiempos.