Anoche salí a dar una vuelta por La Laguna, a ver qué tal. Me habían contado muchas veces que la ciudad estaba preciosa, la iluminación de las calles peatonales, las tiendas, la gente. Bajé con unos amigo y encontramos sitio para aparcar con facilidad, salía un coche en ese momento, de manera que llegamos al centro rápidamente. Llovía, por lo que la opción de bajar en moto estaba descartada. Así que bajo la lluvia, poca pero insistente, caminamos hacia el centro cruzándonos con las hordas que regresaban de ver la Cabalgata. ¡Bien! pensé, parece que la gente vuelve a su casa. Equivocado estaba, La Laguna parecía martes de carnaval, las calles llenas, aún lloviendo, paraguas por todos lados, las tiendas abiertas y a tope, grupos tocando y cantando, mucho abrigo y los bares rebosantes. Recorrimos la zona peatonal dos veces pues a uno de mis amigos le faltaban un par de cosas por comprar y acabamos cenando en un japonés algo alejado del centro. De vuelta al coche, cerca de las 12 ya, con las calles algo más desiertas, bajo la lluvia y con frío, dimos por terminada nuestra víspera de Reyes de novelería. Ignoro si las tiendas han vendido, si la gente compraba, si la crisis ha afectado mucho, pero el hecho es que no cabía un alfiler.
Esto de las compras navideñas me recuerda a lo que he oído toda mi vida sobre el teatro y el turismo, siempre están en crisis, siempre. Está claro, el que no llora no mama.
¡Feliz 2010 y felices Reyes!
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