miércoles, 30 de septiembre de 2020

QUINO, DEP

  

Si para Machado su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, la mía, entre otras cosas, lo es Mafalda. En casa de mi abuela, donde yo pasaba mucho tiempo, estaba la colección completa de las historietas de Mafalda en aquellos pequeños libros que, si los abrías mucho acababan con algunas hojas sueltas. Leí la colección una y otra vez, más bien la devoraba. Hoy ha muerto Quino, descanse en paz.

MÁS MÚSICA

Umebayashi, *In the mood for love.

¡BUENOS DÍAS!

¿No dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro? Pues hoy algo simple para comenzar la mañana: mis deseos de un feliz día para mis tesoros. Me apetece. Y con una música maravillosa. Nada más. Nada menos.
Verdi, "La Traviata". *Act 1:Prelude.

lunes, 28 de septiembre de 2020

OTHER NEWS

LUNES LUNERO

Me siento a trabajar hoy después de un almuerzo frugal, son tantas las cosas que debo acabar que me temo que el día no tiene suficientes horas. Así que, 1/2h exacta para terminar de ver una película mientras me comía un bocadillo, un cortado y al ordenador. Las 4 de la tarde parece ser una buena hora para seguir trabajando, hoy con el cielo medio gris, algo de lluvia y ambiente fresco pero muy agradable.

Un reformado de proyecto previo al final de obra, papeleos varios y música italiana de fondo.

Mina, *Grande, grande, grande.

MI LISTA

James Blunt, *You're beautiful.
 
George Michael, *Careless whispers.
 
Sade, *Smooth operator.
A-Ha, *Take on me.
Toto, *Africa.

domingo, 27 de septiembre de 2020

BELLEZA

 

¡CUÁNTO ECHO DE MENOS VIAJAR!

EL FAUNO


Extracto de "Los soñadores", de Gilbert Adair.

COLORS


1 MILLÓN DE VIDAS MENOS


La otra pandemia
La política española es tan destructiva como el virus. Contra éste llegará una vacuna, pero contra el veneno español no parece que haya remedio. Si no hacemos algo, esta gente va a hundirnos a todos. 

Antonio Muñoz Molina 
El País, 26 sep2020 
https://elpais.com/opinion/2020-09-26/la-otra-pandemia.html 

A cada momento la política española se va volviendo más tóxica que el virus de la pandemia. Día tras día, desde principios de este septiembre desolador, las noticias sobre el aumento de los contagios y las muertes las hemos visto agravadas por el espectáculo cochambroso de la discordia política, de la ineficacia aliada al sectarismo, de la irresponsabilidad frívola que poco a poco va mutando en negligencia criminal. La política española es tan destructiva como el virus. Contra el virus llegará una vacuna, e irán mejorando los tratamientos paliativos; contra el veneno español de la baja política no parece que haya remedio. Los científicos nos dicen que nuestro país tiene vulnerabilidades mayores que otros. Los epidemiólogos comparan cifras que nos sitúan a la cabeza de Europa en enfermos, en muertos, en sanitarios contagiados. Las instituciones económicas internacionales nos alertan de una recesión más grave que la de ningún otro país de la Unión Europea. Nuestra economía no había caído tanto desde la Guerra Civil. Una generación entera tiene en suspenso su porvenir porque no se sabe si podrán seguir abiertas las escuelas. Pero la clase política española, los partidos, los medios que airean sus peleas y sus bravatas, viven en una especie de burbuja en la que no hay más actitud que la jactancia agresora y el impulso de hacer daño, y el uso de un vocabulario infecto que sirve sobre todo para envenenar aún más la atmósfera colectiva, para eludir responsabilidades y buscar chivos expiatorios, enemigos a los que atribuir las culpas de todos los errores.

Es el virus el que mata, pero mataría muchísimo menos si desde hace muchos años la incompetencia, la corrupción y el clientelismo político no hubieran ido debilitando las administraciones públicas, expulsando de ellas a muchas personas capaces, sumiendo en el desánimo a las que se quedaban, privándolas de los recursos necesarios que acaban dilapidados en privatizaciones tramposas o en nóminas suntuosas de parásitos. El buen gobierno, la justicia social, necesitan lo primero de todo de una administración honesta y eficiente. Las mejores intenciones naufragan en la nada o en el despropósito si no hay estructuras eficaces y flexibles y funcionarios capaces que las mantienen en marcha. Un logro tan necesario como el ingreso mínimo vital queda empantanado por la indigencia de una administración desbordada. España es un país de discursos sonoros y de teléfonos oficiales que no contestan nunca, de asesores innumerables y centros de salud en los que falta material sanitario y hasta de limpieza, de dirigentes políticos que prometen el paraíso de la independencia o la igualdad y médicos que para subsistir han de firmar contratos de una semana o de un día. La Comunidad de Madrid tiene el ritmo de contagios más alto del mundo y su pomposo vicepresidente inaugura un dispensador de gel hidroalcohólico en una estación de metro. Ciento cincuenta científicos de primer rango publican en The Lancet un manifiesto en el que solicitan que las administraciones españolas hagan un examen completo, riguroso e independiente de la gestión de la pandemia en nuestro país. El manifiesto aparece a principios de agosto, cuando la curva de contagios ya está ascendiendo: ni una sola institución se hace eco; a mediados de septiembre, y solo después de que se publique un segundo manifiesto más alarmado todavía, el ministro de Sanidad propone a los científicos un encuentro para octubre. Se ve que no hay prisas. 

Médicos, enfermeros, limpiadores, repartidores de comida, reponedores de supermercados, policías, militares, cuidadores en residencias de ancianos, profesores, farmacéuticos: el número y la calidad de las personas que entregaron sus vidas haciendo trabajos esenciales durante los días más oscuros del confinamiento nos dan confianza en la solidez de nuestro país, más meritoria porque se mantiene en lo posible a pesar de un clima político destructivo y estéril, de una clase política en la que sin la menor duda habrá personas honradas y capaces, pero que en su conjunto, en la realidad cotidiana de su funcionamiento, se ha convertido en un obstáculo no ya para la convivencia civilizada, sino para la sostenibilidad misma del país, para la supervivencia de las instituciones y las normas de la democracia. No es que se muestren cada día incompetentes o irresponsables en la gestión de los problemas que nos agobian; es que se dedican activamente a agravarlos, impidiendo cualquier forma de acuerdo constructivo, y con mucha frecuencia a crear otros que solo existen porque ellos los han inventado, a fin de echar más leña al fuego de la bronca diaria. Viven tan encerrados en sus intereses que no tienen capacidad de dirigirse con generosidad y elocuencia al común de la ciudadanía que representan, y de la que viven. Hablan en público y solo les hablan a los suyos. Por perjudicar al adversario son capaces de sabotear lo que sería beneficioso para la mayoría. En lugar del debate público, del intercambio de ideas, de la búsqueda de mejoras prácticas, prefieren el circo venenoso de las redes sociales, que son el juguete y el escaparate al que todos ellos se han afiliado. Ya nadie se acuerda, pero hace un año tuvimos que repetir elecciones, porque los partidos más favorecidos por la ciudadanía en las elecciones anteriores de abril fueron incapaces de llegar a un pacto de gobierno, lo cual nos obligó a una larga interinidad de la que solo empezábamos a salir, de manera vacilante, cuando irrumpió la pandemia y nos puso delante sin excusa todas las fragilidades que llevan muchos años arrastrándose por la incuria y la incapacidad de la clase política. 

Pareció entonces, hacia principios de marzo, que el peso brutal de la realidad forzaría entre los dirigentes y los partidos un grado de sensatez, un sentido de la responsabilidad equivalente al de los ciudadanos que de un día para otro cambiaron sus hábitos y acataron el encierro, cuando no al de los sanitarios y a los servidores públicos que con frecuencia en condiciones lamentables ejercieron durante meses un tranquilo heroísmo. Era tan evidente lo que nos hacía falta que parecía imposible que no se forjaran grandes pactos para conseguirlo. Pero yo recuerdo que en los días más oscuros la derecha española daba tanto miedo en su saña destructiva como el coronavirus, y se confabulaba perfectamente con esa otra derecha integrista que a algunos les parece de izquierdas tan solo porque se declara antiespañola: a quienes más se parecen ahora los independentistas catalanes en su insolidaridad y en sus ganas de gresca y de aprovechamiento del desastre es a los patriotas españolistas que malgobiernan la Comunidad de Madrid. A unos y a otros, el daño que puedan hacer al Gobierno central les importa más que el perjuicio de todos. Y en el Gobierno mismo, mal avenido y desnortado, los bocazas y los irresponsables entorpecen el trabajo de los que sí saben lo que hacen. 

No sé, sinceramente, qué podemos hacer los ciudadanos normales, los no contagiados de odio, los que quisiéramos ver la vida política regida por los mismos principios de pragmatismo y concordia por los que casi todo el mundo se guía en la vida diaria. Nos ponemos la mascarilla, guardamos distancias, salimos poco, nos lavamos las manos, hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos. Si no hacemos algo más esta gente va a hundirnos a todos.

sábado, 26 de septiembre de 2020

♫ CUMPLEAÑOS FELIZ ♪

Perfectamente podría haber escrito Joaquín Sabina "a mis cuarenta y diez y pico", ¿o no? Cumplir años es siempre un motivo de felicidad -estoy vivo- y de crueldad también -estoy viejo-. Hace unos días pasé por tal trance muy dignamente, regalos, cenas y toda la felicidad esperada y deseada. 

En esta ocasión dos nuevas joyas para mi biblioteca, una recopilación de cuentos de Henry James, "Daisy Miller y otros cuentos escogidos", y uno de Pierre Lemaitre que no he leído aún -el mismo de la magnífica "Vestido de novia"-, en este caso "Tres días y una vida".

Y así, entre risas, amor, comida y libros, entramos en otra añada vital llena de incógnitas, expectantes como lo fueron Jenner y Pasteur, pero optimistas. Siempre.


jueves, 24 de septiembre de 2020

MODESTIA APARTE

 





Modestia Aparte, *Cosas de la edad.

HUMOR, REMEDIO INFLIBLE

 

HOJAS VERDES



Podé el otro día una rama que había crecido hacia el pasillo del jardín de mi casa, rama que ya obstaculizaba el paso. Sabido es que no me gusta podar la vegetación y de ahí el pequeño caos y desorden de ella, pero a veces no hay más remedio. Al cortar la rama y podarla, a su vez, para que cupiera en el cubo de la basura, me quedé con un fragmento de ella y lo metí en un jarrón con agua; por si "pega", pensé. Y hete aquí si ha pegado de maravilla y cual olmo viejo de Machado, algunas hojas verdes le han salido. Voy a dejar que coja fuerza para pasarlo luego a una maceta grande antes de buscarle un buen sitio en la tierra, en el suelo. 

Ravel, *Miroirs: III. Une barque sur l'océan.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

DE PENSIONES Y HOMBRES


Hablaba el otro día con un amigo arquitecto y melómano, arquitect con el que suelo almorzar a menudo y que acaba de jubilarse sobre las bondades de no trabajar, incluso me contaba que la pandemia, salvando el aspecto humano y médico, no le había afectado demasiado porque para él era un placer estar en casa "confinado". Le atormentaba, cómo no, las consecuencias sociales y económicas que el virus nos está dejando y le desconcertaba el futuro que nos espera vivir.

Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando de las pensiones, el tiempo que me resta ami para poderme jubilar, lo que se supone que podré cobrar, etc., siempre con la sombra del futuro ignoto sobre nuestras cabezas. Y más, si cabe, en estas islas donde, de una manera u otra, dependemos todos del turismo del que, si te he visto no me acuerdo. Yo, por lo pronto, y sin quejarme que luego me llaman "fatigas", prefiero pensar en el presente y no darle demasiadas vueltas a la cabeza; lo que tenga que ser será. Ahora, como más sabe el diablo por viejo que por diablo, vamos a seguir plantando semillitas, trabajando y cuidándonos de la muerte en lo poco que está en nuestras manos.

Comencemos pues el día con fuerza, no queda otra.

Robert Schumann, *Piano Concerto in A Minor.

sábado, 19 de septiembre de 2020

ET

Los maoríes, etnia polinésica de Nueva Zelanda, se le reconoce fácilmente por sus tatuajes. O al menos se les reconocía pues ahora muchísimas personas a lo largo del planeta los usan. Si ET volviera ahora podría dividir a los terrícolas, fácilmente en dos grupos: con o sin tatuajes.

viernes, 18 de septiembre de 2020