viernes, 4 de abril de 2014

VUELTA AL MUNDO EN 11 ÁRBOLES

1. CEDROS DEL LÍBANO
Desde tiempos inmemoriales, la gente ha escrito sobre los cedros del Líbano, ha elaborado medicinas a partir de ellos o sencillamente los ha admirado: a los fenicios les sirvieron para construir sus barcos, a los egipcios para momificar gracias a su resina y a los judíos para levantar el primer templo de Salomón con su madera. Actualmente es el emblema del país libanés y adorna la bandera nacional, pero los grandiosos bosques de cedros hace tiempo que desaparecieron. Queda sin embargo un valioso grupo de esta simbólica especie en las montañas del norte de Líbano: los llamados Cedros de Dios (Arz ar-Rab) se alzan sobre Bcharré a modo de recordatorio. Son unos 375 árboles y viven sobre un glaciar excavado en estas montañas. Cuatro de ellos superan los 30 metros de altura y los 15 de diámetro, la mayoría tiene más de dos mil años de vida y actualmente están declarados patrimonio mundial por la Unesco.
Uno de los mejores lugares para contemplar estos majestuosos cedros es Cedars Resorts, cerca de Bcharre, situado en el Monte Makmel, la montaña más alta del país. Desde allí se divisa la costa mediterránea del Líbano y en un día despejado la vista alcanza hasta la isla de Chipre. Además de los cercanos cedros, reclamo principal, se pueden disfrutar las pistas de esquí de Bcharré (a un kilómetro y medio de Arz el Rab), abiertas de diciembre a abril. Son nueve recorridos que permiten deslizarse con la vista puesta en los Cedros de Dios o en el litoral mediterránea. Las pistas cruzan la cumbre del Makmel y descienden hasta el maravilloso Valle de Bekaa.
Bcharré está a unos 30 kilómetros de Trípoli hacia el interior, por una de las carreteras más bellas de Líbano, que avanza serpenteando sobre escarpados y espectaculares desfiladeros. La ciudad es famosa también por ser el lugar de nacimiento del popular poeta, filósofo y místico libanés Kalil Ghibran, que está enterrado en un antiguo monasterio que domina el pueblo. Por debajo de Bcharré, en la espectacular garganta de Qadisa, un paraíso para senderistas, se ubican las tumbas de los primeros patriarcas maronitas, así como algunos monasterios excavados en la piedra que pueden visitarse.
02. JOMON SUGI, JAPÓN
Si saltamos al otro lado del mundo encontraremos otros cedros muy diferentes. Los yaku-sugi son una variedad realmente antediluviana, con muchos ejemplares de dos mil años de vida. El más simbólico de todos, el Jomon Sugi, con siete mil años de historia a cuestas, luce lleno de nudos, retorcido y entrecano; desde su bulboso tronco salen narices, barbillas, pliegues y arrugas, como el rostro desencajado de un gnomo de geriátrico. Sus medidas (más de 25 metros de altura y 16 de perímetro) lo convierten en la conífera más grande de Japón y en uno de sus árboles icónicos.
Para verlo hay que ir a Yakushima, una pequeña isla de la prefectura de Kagoshima, al sur de Japón, declarada patrimonio mundial en 1993. En esta pequeña isla conviven 20.000 personas, 20.000 ciervos y 20.000 monos que no son difíciles encontrar en cualquier rincón a cualquier hora del día o de la noche. Pero Yakushima es famosa, principalmente, por estos cedros endémicos de la isla, una variedad de cryptomeria japónica cuyo espécimen más longevo, el Jomon-sugi, es venerado como un dios viviente. Cada año miles de devotos acuden al parque nacional de Krishima-Yaku y realizan una caminata de cuatro horas desde la carretera más cercana, por la ruta de Arakawa, hasta llegar ante él.
Oupada en casi su totalidad por montañas (Miyanoura-dake es la más alta, con 1.935 metros), Yakushima es un paraíso para el trekking, con una organizada red de senderos y refugios. La isla ostenta el récord de pluviosidad anual en Japón, con una media de entre 4.000 y 10.000 milímetros. Es precisamente esta lluvia constante la que permite el crecimiento permanente del bosque y el mantenimiento de una flora y una fauna únicas en el mundo. Sus antiguos cedros han inspirado grandes obras de la literatura japonesa o clásicos de la animación como La princesa Mononoke, de Miyazaki Hayao.
3. CHÊNE CHAPELLE, FRANCIA
Los árboles sirven para mucho más que para hacer fuego o como material para la construcción. Si se da con uno lo suficientemente grande puede incluso llenarse con cosas (o con gente). En Australia hay ejemplares que han servido como cárceles y en Sudáfrica hay uno que es un bar, con juego de dardos incluido. En la Francia del siglo XVII, cuando el interior de un venerable roble de la pequeña comunidad normanda de Allouville-Bellefosse quedó hueco por la sacudida de un rayo, no se les ocurrió otra cosa que convertirlo en una iglesia: la Chêne Chapelle, que acoge la capilla de Notre Dame de la Paix. Igual que el árbol que la acoge, la capilla ha logrado sobrevivir a la Revolución Francesa, a Napoleón, la Comuna, la Primera Guerra Mundial, la invasión nazi y el Mayo del 68.
La capilla es realmente un oratorio, con dos metros de altura, dos de largo y uno de ancho. Reserva una cámara para un eremita, un pequeño cuarto en el que apenas cabe un humilde catre. En 1932 fue declarado monumento histórico y en 1988 se reforzó con una estructura de acero. Cerca de sesenta mil personas visitan la Chêne Chapel cada año.
Allouville-Bellefosse está a 48 kilómetros al noreste de la ciudad de Rouen, en la intersección de las carreteras D33, D34 y D110.
4. TANE MATUTA, NUEVA ZELANDA
En el bosque de Waipoua, al norte de Nueza Zelanda, resulta fácil creer que se está entre deidades. Allí, los colosales kauris, árboles que superan los 50 metros, dejan a cualquiera la sensación de ser un enano entre gigantes. Dos ejemplares venerables dominan el bosque: el Te Matua Ngahere (Padre del bosque), que preside su propio claro, y, un poco más al norte, el Tane Mahuta (Señor del bosque), bautizado así en honor al dios maorí de Waipoua. Se trata del kauri más longevo que existe, con 51 metros de altura y más de mil doscientos años de existencia. No queda otra que la genuflexión.
Desde el aparcamiento del que parten los Kauri Walks, un paseo de 20 minutos nos llevará hasta las Four Sisters (cuatro hermanas), un garboso cuarteto de grandes kauris fusionados en la base, así como hasta el Te Matua Ngahere, con sus 16,4 metros de diámetro, que preside un claro rodeado de ejemplares adultos que a su lado parecen palillos.
El Bosque de Waipoua está en la Costa Kauri, 110 kilómetros de litoral sin explotar entre las bahías de Hokianga y Kaipara, en la isla Norte de Nueva Zelanda. Es una auténtica joya, declarada reserva forestal en 1952 y controlada por los te roroa, tribu local maorí que gestiona además el centro de visitantes del bosque de Waipoua. Estos bellos arboles están amenazados por la enfermedad de la muerte regresiva del kauri, por lo que hay que limpiarse el calzado antes y después de visitarlos.
También se pueden contemplar, a vista de pájaro, las copas de estos gigantescos árboles. Para ello hay que dirigirse al mirador que situado en el extremo sur del parque, al que se puede llegar en coche o a pie por la Lookout Trak (2,5 kilómetros).
5. AVENIDA DE LOS BAOBAS, MADAGASCAR
Gran parte de la flora y la fauna de esta particular isla del Índico parece haber surgido directamente de la imaginación de un escritor de cuentos: camaleones de ojos giratorios, lémures de color rojo dorado bailando por la arena y, por supuesto, los baobabs. Estos enormes bultos con forma de botella (llamados arboles del revés porque parece que se hayan dado la vuelta) crecen en África y Australia, pero es en Madagascar donde alcanzan su clímax. Allí, el poderoso baobab de Grandidier se alza imponente sobre el paisaje. Para contemplarlo hay que dirigirse a la zona del centro-oeste de la isla, al este de Morondava, y recorrer la fotogénica Avenida de los Baobabs.
Esta avenida es uno de los lugares más fotografiados de Madagascar, con ejemplares de Adansonia grandidieri (baobab) jalonando la carretera que parte desde Morondava hacia el norte, en dirección a Belo-sur-Tsiribihina. Para evitar multitudes, se recomienda ir al amanecer y al atardecer, cuando los arboles cambian de color y su sombra se proyecta con más intensidad. Hay circuitos guiados en quad para explorar la avenida o también se puede alquilar un taxi desde Morondava.
Los amantes de los árboles deben de aprovechar para visitar también la cercana Reserva Forestal de Kirindy (a unos 60 kilómetros al nordeste de Morondava), donde se realiza un proyecto experimental de tala y gestión forestal sostenibles, visitado sobre todo por investigadores. Con suerte, aquí se pueden llegar contemplar especies animales únicas, como el esquivo fosa, similar a un puma y el mayor depredador de la isla, o las encantadoras ratas gigantes de Madagascar.
6. SEQUOIA NATIONAL PARK, USA
En California saben de árboles. Tienen a Matusalén, un pino de Bristlecone que germinó en las laderas de las White Mountains hace casi cinco mil años (uno de los más antiguos del mundo), o a la secuoyaHyperion, en el Redwood National Park, que con sus 115 metros es el árbol mas alto que se conoce en el mundo. Pero el padre de todos, el árbol más voluminoso, es la secuoya gigante General Sherman; con sus 83,3 metros de altura y 11,1 de diámetro representa un volumen de unos 1.500 metros cúbicos. ¿Su edad? Más de dos mil años.
El General Sherman es la secuoya estrella del californiano Sequoia National Park, un parque que junto con su gemelo y anejo Kings Canyon sorprende enormemente al visitante, probablemente eclipsado por el cercano valle de Yosemite. Antes de adentrarnos en el llamado Giant Forest (el bosque gigante) donde se encuentra el inmenso General Sherman conviene visitar el Giant Forest Museum para hacernos una idea general sobre la ecología, el fuego y la historia de estos árboles. Después se puede recorrer el sendero Big Trees, de 2 kilómetros, que sale del aparcamiento del museo.
Las secuoyas solo crecen en la ladera occidental de la californiana Sierra Nevada y son más abundantes en estos tres parques nacionales (Sequoia, Kings Canyon y Yosemite). John Muir los llamó la “obra maestra forestal de la naturaleza” y cualquiera que haya estirado el cuello alguna vez tratando de abarcar toda su grandeza, lo ha hecho con la reverencia reservada para las catedrales góticas.
El autobús Sequoia Shuttle (15 dólares ida y vuelta; 11 euros) lleva al parque desde la ciudad de Visalia entre finales de mayo y principios de septiembre.
7. SRI MAHA BODHI, SRI LANKA
La mayoría de las personas se quedan pensativas ante la presencia de un árbol bello, y Siddhartha Gautama no fue una excepción. Fue mientras meditaba bajo una higuera en la actual Bodhgaya (India) cuando tuvo un momento de inspiración o, mejor dicho, de iluminación, como todo el mundo lo interpretó una vez que pasó a ser conocido como Buda.
El árbol se veneró como sagrado, lo mismo que la Sri Maha Bodhi, higuera que plantó la princesa Sangamitta en el siblo III antes de Cristo en Anuradhapura (Sri Lanka), eje de un fascinante complejo antiguo que contiene un palacio y un templo. La princesa fue en realidad quien introdujo el budismo en la isla. Su ejemplar, retoño del árbol de Buda, es el árbol más antiguo del mundo históricamente documentado, y el más venerado de los ocho hitos religiosos que forman la ciudad de Anuradhapura.
Primera capital del país y símbolo de la época dorada de Sri Lanka, hace unos 15 siglos, resulta recomendable explorar los numerosos yacimientos históricos de Anuradhapura en bicicleta.
8. COTTON TREE, SIERRA LEONA
Un árbol puede ser más que un simple vegetal. Por ejemplo, el símbolo de un movimiento, de un pueblo o de un país; algo que parece permanente, aunque mutable, y, en última instancia, frágil, puede expresar muchos sentimientos. Así ocurre con el enorme árbol del algodón (unaCeiba pentandra) de Freet, todo un emblema de la capital de Sierra Leona. Cuenta la leyenda que, en 1792, los esclavos afroamericanos que habían recuperado la libertad tras la Guerra de Independencia americana llegaron hasta esta costa para trepar por sus ramas en agradecimiento. Hoy, especialmente tras la guerra que desgarró al país (1991-2002), es un símbolo de esperanza.
El enorme árbol del algodón se alza en el centro de la ciudad cerca de la Corte Suprema y el Museo Nacional, y los habitantes de Sierra Leona creen que es el mismo lugar donde los colonos de Nueva Escocia liberados oraron hace más de doscientos años. Por ello lo consideran el símbolo de la ciudad y todavía van hasta allí para hacer ofrendas a los antepasados y pedir paz y prosperidad al amparo del Cotton Tree.
Se recomienda visitar el árbol justo antes del atardecer para ver como los miles de murciélagos que lo habitan salen para alimentarse.
9. ÁRBOL DEL TULE, MÉXICO
on 58 metros de perímetro por 40 de altura, el Árbol del Tule lleva más de dos mil años engordando (algunos dicen que tiene un milenio más) en Santa María del Tule, pequeña población del estado de Oaxaca, así que no resulta extraño que este ciprés de Moctezuma haya perdido su esbeltez. Situado actualmente en el centro del claustro de una iglesia del siglo XVII, recibe regularmente miles de visitantes que se maravillan ante sus 500 toneladas de peso.
Dicen que el árbol del Tule es el más gordo del mundo y que se necesitan más de treinta personas con las manos entrelazadas para poder abarcarlo. En torno a él hay leyendas zapotecas que lo vinculan con un lugar sagrado sobre el que más tarde se alzaría la iglesia que ahora lo acoge, en un ejercicio de sincretismo religioso que se produjo en todo México tras la llegada de los españoles.
Santa María del Tule, pueblo de origen zapoteca, está a unos 12 kilómetros de Oaxaca de Juárez, capital del estado, en la carretera a Mitla. Hay autobuses regulares que, cada media hora, llegan hasta aquí desde la ciudad. El segundo lunes de octubre se celebra el día del Árbol del Tule, con una fiesta con fuegos artificiales y procesiones tradicionales.
10. MAJOR OAK, UK
En las historias de otros tiempos, el forajido Robin Hood (que pudo haber existido o no) recorría estas tierras (quizá Nottinghamshire, o Yorkshire, o quizá no) robando a los ricos para ayudar a los pobres, e irritando con ello al rey (tal vez el malvado rey Juan, o tal vez no). De lo que no caben dudas es de la existencia del bosque de Sherwood, actualmente muy disminuido, y de que en medio del mismo se alza el Major Oak. Cuenta la leyenda que el tronco hueco de este roble de 800 años cobijaba a Robin y a sus hombres; verdadera o no, sus venerables ramas colgantes siguen siendo aún majestuosas.
En cuanto se entra en las oscuras profundidades del bosque de caza real de Nottingham, prácticamente se puede escuchar el grito de guerra del legendario rebelde entre las hojas de los árboles. Paseando por las más de 182 hectáreas del bosque y sus 900 robles antiguos, puede que, sin saberlo, pasemos cerca de los escondites de Little John, Will Scarlet y el Fraile Tuck. Y en el corazón del bosque, encontraremos la iglesia de Edwinstowe, donde, según la leyenda, Robin y la doncella Marian se casaron.
Pero no sólo la leyenda de Robin Hood y sus secuaces hacen que Sherwood merezca una visita. Se puede seguir una ruta natural por el bosque, disfrutar de los insectos, las setas de colores, los pájaros y los murciélagos antes de conocer a otro famoso residente del bosque, el Major Oak. Este enorme y retorcido roble inglés de 800 años de vida estimados sigue produciendo bellotas, algo que quizá sí se pueda considerar heroico.
Major Oak se encuentra a diez minutos del centro de visitantes del bosque de Sherwoody se puede visitar todo el año.
Y EN ESPAÑA...
España también cuenta con muchos ejemplares excepcionales y simbólicos, entre hayedos, acebales, robledales, pinares, etcétera. Bosques cargados de mitos, leyendas o arte que forman parte de la historia española: el bosque pintado de Irati al robledal de Corpes, el Hayedo de Montejo, los pinares del Valsaín, los alcornocales de Cádiz… y tantos otros. También hay muchos árboles con nombre propio que merecen una visita, pero destacaremos sólo dos, por simbólicos y excepcionales: el Drago milenario de Icod de los Vinos (11), en Tenerife (Canarias), y el Árbol de Guernica en Bizkaia.

El primero, enorme ejemplar de drago (Dracaena draco) declarado Monumento Nacional en 1917, es actualmente el más grande y longevo de su especie en el mundo, con 18 metros de altura y 20 de diámetro. En su tronco hay una enorme cavidad que se eleva hasta los ocho metros y a la que se puede acceder por una puerta. Lo más discutido es su edad, que se calcula entre los 800 y 1.000 años de existencia. Símbolo de Icod y también de Tenerife, en sus alrededores se puede pasear por el llamado Parque del Drago, que exhibe distintas especies vegetales endémicas. Debido a su extraña forma los antiguos habitantes de la isla canaria lo consideraban un árbol divino.
El árbol de Guernica es un roble con gran significado político. Está situado delante de la Casa de Juntas de Guernica y simboliza las libertades tradicionales de Bizkaia y sus habitantes, y, por extensión, de todos los vascos. Bajo sus ramas el Señor de Vizcaya juraba, tradicionalmente, respetar los Fueros; más tarde lo harían también los reyes españoles. Ahora es el Lehendakari del País Vasco quien promete cumplir su cargo. El árbol no ha sido siempre el mismo. La tradición sitúa el nacimiento del ejemplar más antiguo documentado (el árbol padre) en el siglo XIV, al que han sucedido después varios de sus retoños. Incluso hay varios ejemplares descendientes de este roble que han sido distribuidos por comunidades vascas de todo el mundo.
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2014/04/01/actualidad/1396355920_730407.html

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