Pedro Zerolo: afectividad,
laicismo y república
13/04/2014 - 21:00h
Cuando el tiempo y el olvido se
hayan llevado por delante a candidatos y candidatas de una u otra tendencia
socialista, quedará Pedro Zerolo. Quedará en la historia del PSOE y, sobre
todo, quedará en la historia de España. Porque los que quedan son aquellos sin
los que no hubiera sido posible la más alta política: la que tiene la valentía
de hacer una revolución.
Pedro Zerolo hizo una revolución.
Y la hizo desde un lugar que hoy pocos relacionarían con esa palabra. Pero así
fue, al César lo que es del César. El 3 de julio de 2005 el Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero aprobó la reforma del Código Civil para incorporar a la
ley el matrimonio igualitario, es decir, el reconocimiento del derecho al
matrimonio, y a la adopción de hijos, de las parejas del mismo sexo. Parecía
increíble que algo así sucediera en la catolicona España. De hecho, la Iglesia
de Rouco Varela puso el grito en su cielo y el PP presentó un recurso de
inconstitucionalidad que llevó la ley hasta el Tribunal Constitucional. En 2012
falló a favor de su constitucionalidad.
Todo ese proceso fue posible
gracias a un abogado homosexual, activista por la causa de los derechos humanos
de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales. Un hombre que había tenido la
valentía de hacer su propia revolución vital: la de visibilizar su manera de
ser y de amar, la de denunciar la homofobia y sus crímenes de odio, la de
convertirse en líder de un movimiento de liberación que en España estaba casi
en pañales cuando él llegó. Cuando Pedro Zerolo llevó la reivindicación
igualitaria a su partido, en el PSOE había tanto conservadurismo moral al
respecto como en casi todos. Pero lo logró.
Ayer le dieron el "II Premio
Carmen Cerdeira a los Derechos Civiles" y quienes estuvimos celebrándolo
con él en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y tuvimos
ocasión de oír su discurso, volvimos a comprobar por qué Zerolo fue capaz de
promover esa revolución. Con una fuerza argumentativa y una energía política
inversamente proporcionales a la debilidad física que le ha provocado el cáncer
que padece, Zerolo defendió las consignas que tantas veces su partido no es
capaz de articular: las de una España laica y republicana, que él enmarca en lo
que denominó, agradeciendo así el inmenso cariño que su persona suscita, como
"socialismo afectivo".
Estaban ahí Rubalcaba, Elena
Valenciano, Tomás Gómez, Purificación Causapié, Soraya Rodríguez, Jaime
Lissavetzky, Trinidad Jiménez, Carmen Alborch y Ángel Gabilondo, entre muchos
otros. Pero lo verdaderamente significativo es que la sala estaba llena de
migrantes negros y lesbianas gitanas, de diputadas transexuales y activistas
LGTB, de amigas y amigos que, sin ser del PSOE, incluso siendo muy críticos con
su partido, acompañaríamos a Zerolo hasta el infierno. Para hacer allí con él
la revolución que haga falta.
Al infierno vital ha condenado la
España nacionalcatólica a muchas personas buenas por el solo hecho de ser
homosexuales, lesbianas o transexuales. Y al infierno mediático quiso condenar
esa misma España, que apesta con su azufre moral, a Pedro Zerolo cuando anunció
hace unos meses que emprendía su más reciente batalla, la que libra contra el
cáncer. Con una maldad inconcebible, algún vocero de la derecha cavernaria y
algún cura que debiera ser desposeído de cualquier clase de autoridad
escupieron públicamente que su enfermedad es un "castigo divino",
merecido por su homosexualidad. Solo lograron que quedara aún más constancia de
la necesidad de la batalla a la que Zerolo ha consagrado su vida: la batalla contra
la homobofia.
El discurso de Pedro Zerolo al
recibir ayer el premio eclipsó los que le ofrecieron Tomás Gómez y la propia
Elena Valenciano, cabeza de lista del PSOE a las elecciones europeas. Lo
eclipsó, no porque fuera el protagonista del acto y las emociones de todos
estuvieran especialmente vulnerables, sino porque estaba cargado de verdad, de
confianza en que "el activismo es capaz de cambiar las cosas, de hacer lo
imposible y poner en marcha un círculo de progreso". Porque su discurso no
está compuesto solo con palabras sino también con hechos, con la fuerza de la
que dota la experiencia de lo conseguido.
Dije en su día que Pedro Zerolo
sería un gran candidato a la alcaldía de Madrid. Y lo vuelvo a decir. Se lo
digo, principalmente, a su partido, que tiene en sus filas a alguien con la
capacidad política de hacer desde dentro la revolución que necesita. Lo
demostró promoviendo una ley que convirtió en pionera de los derechos civiles a
la misma España que aún rezuma franquismo del que obligó al exilio a su familia.
Solo con políticos como él podrá el PSOE recuperar la confianza de sus
votantes. Políticos que son necesarios porque son activistas. Políticos
valientes, que son capaces de ir más allá del statu quo, dentro y fuera de su
formación política.
Zerolo siempre ha sido valiente:
visibilizó su homosexualidad y ahora ha visibilizado su cáncer. Y es secretario
en el PSOE de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG. Sin duda, lo más
cercano al socialismo que llevan las siglas de su partido. Aunque sigue trabajando,
ahora es el momento de dedicar el mayor esfuerzo a su salud. Pero lo más
inteligente es que el PSOE tenga muy en cuenta que la capacidad política de
Zerolo es una baza que el partido no puede permitirse desperdiciar. Ojalá
llegue el día en que este activista que logró lo imposible salga victorioso de
esta batalla vital y emprenda de nuevo los más difíciles retos. Ganaría él,
ganaría el PSOE y ganaríamos todos, porque perdería la España peor.
Viéndolo hablar y sonreír ayer
sin sus característicos rizos, arrasados por la quimioterapia, pensé que Zerolo
no es un Sansón: es un hombre radiante y poderoso porque su fuerza radica en la
razón y en el corazón. Lo que debe ser un político. Los que hacen que su misión
quede en la historia. La de la alta política.
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