Parafraseando la copla yo diría que La Laguna tiene un sabor especial, a pesar de la humedad y del frío en invierno, da igual, su sabor no se va nunca. Hoy es Jueves Santo, día de fiesta, poco coche en la calle, resaca para los madridistas (sí, hasta uno que odia el fútbol no puede abstraerse de estas noticias) y perfecto para darse una vuelta. Había quedado a las 10:30 con un amigo al que le echo una mano con su proyecto final de carrera y, de la zona de aparcamiento de mi moto hasta El Carrera, cuyo recorrido durará 5 min a lo sumo, me encontré con dos matrimonios amigos. Dos agradables conversaciones antes de sentarme a desayunar y esperar un poco antes de empezar con los planos. Allí mismo llegaba Luis a desayunar también, de manera que al terminar con la arquitectura me despedí del primero y me senté fuera con Luis a hablar de lo humano y de lo divino -más de lo humano-, para terminar dando el paseo de vuelta, esta vez a paso de tortuga porque no había prisa. En este recorrido me encontré a otra pareja con la que nos paramos a hablar otro ratito. Después moto, supermercado y a casa, donde al entrar al garaje me fijé que un ramillete de pequeñas flores amarillas -que me perdonen los botánicos o los apicultores porque casi digo "pequeñas margaritas"- que crecían en el suelo, posiblemente en el poco de tierra entre dos baldosas. La vida siempre termina abriéndose camino. Amén y amen.
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