Supe esta tarde de la muerte de una desconocida que, si no fuera por lo escabroso del tema, me hubiera pasado desapercibida. Tuve una especie de déjà vu al imaginarme un pobre perro muerto en la carretera. ¿La razón? Esta persona tenía, digámoslo de manera suave, mal carácter y no se relacionaba ni con amigos ni con su familia. Vivía en el centro de Santa Cruz, en un piso de un edificio de varias viviendas y los vecinos supieron de su muerte después de llamar a la policía por malos olores. El final de la historia, y he ahí el pobre animal tirado en la cuneta, es que esta mujer llevaba 7 días muerta y nadie la había echado de menos. Qué triste morir de esa manera.
Pensé al saberlo, y siento la frialdad, en esta vida se acaba cosechando lo que se ha sembrado (y no lo digo precisamente por los pobres perros y gatos muertos en las carreteras).
No hay comentarios:
Publicar un comentario