domingo, 20 de abril de 2014

LA GORDURA COMO ESTIGMA

Nunca fui el gordito de la clase, pero los entiendo. En cambio era el único pelirrojo, o sea el diferente, y ya saben lo crueles que pueden llegar a ser los niños, y lo fuero, se los aseguro. Ahora que uno es un adulto, entrado en carnes y cuando adelgazar se convierte en una meta complicada de lograr, nos encontramos a toda esa horda de bienpensantes que no dejan de recordarte siempre que pueden - eso sí, "lo digo por tu bien"- que estás gordo: ¡Menos mal que estabas adelgazando!; te veo repuestito; estás enorme, has engordado, ¿no? Y no hablemos de esa tía que te ve en un concierto y lo primero que hace es darte un pequeño golpe en la barriga sonriendo. Toda una serie de frases ofensivas que uno tiene que aguantar estoicamente y ser un caballero de reluciente armadura para no contestar lo primero que pasa por la cabeza. No es época esta para estar gordo, para romper los cánones de belleza que nos impone la publicidad, la televisión, el cine. 
Como leí ayer en un estupendo blog, ¿cuándo coño se pondrá de moda el cerebro? 
Seguiremos esperando.

PD. No olvides que para todo roto hay un descosido.

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