Habiendo llegado al ecuador de "El misterio de la cripta embrujada", de Eduardo Mendoza, y de tener algunos otros a la mitad esparcidos por la casa o en la maleta de trabajo (siempre leo unos 15min con el café delante, antes de comenzar a trabajar), me dispuse a leer un rato después de comer, un poco antes de llevar a Augusta al veterinario para que, por fin, le dieran el alta, "Todo lo que era sólido", muy recomendado por mi hermano antes -lo compré aquella primera vez, y de nuevo este mediodía mientras almorzábamos con mis padres. Insiste en que se lee de un tirón, por lo que le meteré mano un buen rato esta noche.
He aquí otra recomendación del mismo, esta vez del periodista Jordi Évole: En este libro he visto reflejado en palabras lo que queremos plasmar en Salvados. Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina, autor de obras como Plenilunio o Ventanas de Manhattan, es una invitación a un debate imprescindible ya que, según el autor, hace falta una serena rebelión cívica d ado que hay cosas inaplazables. Antonio Muñoz Molina ha sido galardonado con el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, ambos en 1988, el Premio Planeta en 1991 y nuevamente el Premio Nacional de Literatura en 1992, y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013. Además, desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Todo lo que era sólido está clasificado en la materia de política nacional. Un ensayo directo y apasionado, una reflexión narrativa y testimonial, al más puro estilo de los ensayos de George Orwell o de Virginia Woolf. Una propuesta de acción concreta y entusiasta para avanzar desde el actual deterioro económico, político y social hacia la realidad que queremos construir. Partiendo tanto de documentos periodísticos como de la tradición literaria, Antonio Muñoz Molina escribe esgrimiendo razón y respeto, sin eludir verdades por amargas que estas sean, porque saber es el único camino para cambiar las cosas. Testigo de una época en la que aún no estaban a nuestro alcance derechos que ahora peligran, nos recuerda que nada es para siempre, que cualquier derecho puede desaparecer. Este ensayo nos convoca: «hace falta una serena rebelión cívica» y nos apremia: «hay cosas inaplazables». Todo lo que era sólido es un espejo en el que todos debemos mirarnos, no importa el lugar ideológico en el que nos movamos, dónde vivamos o nuestra condición social; una llamada para que reaccionemos, cada uno desde nuestro ámbito de actuación, y contagiemos con nuestro ejemplo una responsabilidad cívica que hemos de exigir, de manera contundente, a nuestros gobernantes.
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