Una de las cosas que más me llamó la atención en su momento, allá por los años nimeacuerdocuándo, durante mis primeros viajes a Estados Unidos, fue la cantidad de personas que paseaban perros por la ciudad; los veías caminando por las calles de Manhattan, y no sólo en Central Park sino igual atravesando Park Ave como si tal cosa. Grupos de 6, 7 o más perros, grandes y chicos, todos aparentemente educados y felices, caminando junto al paseador sin malos rollos, ni correas cruzadas ni caos ni ladridos. Increíble, pensaba, yo quiero un trabajo así rodeado de perros todo el día. En San Francisco más de lo mismo, allí se multiplicaban en los muchos pequeños parques de la ciudad, en el Golden Gate Park y, sobre todo, grupos sueltos disfrutando en Crissy Field con el Golden Gate como telón de fondo. No sé, siempre he pensado que los perros en estas ciudades deben ser muy felices.
Con los años todo ha llegado a España: Halloween, los vaqueros, el béisbol y hasta las zapatillas de natación con calcetines de deporte; y, cómo no, los paseadores de perros. Verlos me sigue pareciendo una delicia. Todos diferentes, todos iguales, en su perfecto grupo caminando por las calles hacia un lugar desconocido.
¡Qué pena que nosotros nos parezcamos tan poco a los perros!
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Fleetwood Mac, *Go your Own Way.
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