Caminaba por Madrid, de vuelta al hotel, después de salir de una obra de teatro. Noche de Halloween, de Finados, víspera de todos los Santos, para entendernos, 23:00h, calculo.
Frente a una iglesia moderna y muy fea, fría, metálica, de esas que se encuentran en los bajos de algún edificio alto de los 90 sin interés alguno, con una pequeña placita delantera, caminaba con ganas de llegar al hotel cuando una pareja de pibas que salía del tempo se acercan cortándome el paso. Una de ellas, sonrisa en ristre, me dice circunspecta: ¡el Señor tiene algo que decirte!
La miro y le contesto: ¿qué señor?
Ese día me gané otro boleto para el infierno, me temo.
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