martes, 1 de abril de 2014

A CUP OF TEA IN NAIROBI, THE THORN TREE, JUAN PABLO II & ROUCO

Pocas cosas me enervan tanto como la injusticia ante hechos indignantes que, normalmente, se realizan por parte de personas poderosas con patente de corso. La impotencia que me crean estos hechos me indigna doblemente, de manera que me temo que algún día, debido a un momento de enervamiento, acabe con un ataque al corazón.
Andaba yo por el año 1990 en mi primer viaje a Kenya, paseando por Nairobi y entraba a pasar la tarde tomando un té en la terraza del New Stanley, punto de reunión de turistas aventureros alrededor del mítico Thron Tree. Lo recuerdo como si fuera hoy por un hecho que ocurrió una de esas tardes de lectura en la terraza central del hotel, mientras hablaba con un español que había conocido en el vuelo desde Frankfurt y que se dedicaba al trekking por el Hilamaya: en la entrada del hotel, en la portada de un ejemplar del diario Daily Nation, se leía en letras enormes IRAQ INVADES KUWAIT! ¿Quién podría imaginar que esa noticia que leía yo en Nairobi la tarde del 2 de agosto de 1990 cambiaría el mundo?.
¿Y por qué cuento esto de Iraq fácil, todo tiene su explicación y encajaré las piezas ahora mismo. Por aquella época, justo empezando septiembre, el Papa Juan Pablo II comenzaba un viaje por Tanzania, Rwanda, Burundi y Costa de Marfil. ¡El Papa en África! decían los periódicos; qué ocasión para lanzar un grito al mundo contra el hambre... Ja, más bien un viaje centrado en negar la utilidad de los métodos anticonceptivos en un continente que se moría -se muere- de SIDA. ¿Cómo es posible que un hombre con tanto poder diga estas barbaridades, cegado, y por ende condenando a muerte a tantos y tantos católicos a los que se les pedía abstinencia sexual? 
El SIDA, pandemia que otrora te sentenciaba a muerte, física y social, con la que luchaba occidente con todos los medios médicos y humanos de que disponía. Una enfermedad que, por poner como ejemplo a los Estados Unidos, movilizó tanto a la población como a la literatuta o al cine, con una gran incidencia entre lo que se denominaba "grupos de riesgo" y que produjo un revulsivo pocas veces visto para encontrar una cura. Mientras, el Papa, se dedicaba a echar por tierra todas las campañas de prevención del VIH diciendo que el preservativo era malo malísimo. Sin comentarios.
¿Qué se podía hacer al respecto? Poca cosa, salvo indignarme y proclamar a los cuatro vientos que este Papa era un terrorista, tal cual lo escribo, t e r r o r i s t a. Con los años llegarían más viajes y más ideas recalcitrantes hasta llegar al ¡santo súbito!
He aquí el primero de los ejemplo de enervamiento. ¿Me entienden ahora?

Pasan los años, la vida sigue, caen las Torres Gemelas... y con ellas se da otra vuelta de tuerca a la humanidad. Desaparecen locos asesinos como Sadam Hussein, Bin Laden, Gadaffi y unos cuantos sátrapas más, mientras en España -reserva espiritual de occidente por gracia de Dios-, los avances políticos y sociales son incuestionables a pesar de las manifestaciones de la Iglesia y de los demás salvadores de la patria: ¡Divorcio! ¡aborto! ¡matrimonio homosexual! ¡el advenimiento del anticristo! (¡cine hablado! ¡televisión! ¡automóviles! ¡luz eléctrica! ¡el advenimiento del anticristo!). 
Coincidí con una de esas manifestaciones, estando yo en Madrid, encontrando carteles por todos lados con frases del tipo "por la unidad del matrimonio de toda la vida" "queremos hijos con mamás y papás" "si se casa un gay me ofende", "manzanas con manzanas y peras con peras", etc. En el fondo ¿a quién le importa lo que hagan los demás? No te cases con un gay si no quieres pero deja en paz al que lo quiere hacer. En este punto podemos echar mano a las hemerotecas y sus guinda, no precisamente confitadas con cerezas.

'Los gays son hijos de padres alcohólicos y hostiles', dicha por Aquilino Polaino, un 'experto' psiquiatra enviado por el Partido Popular al Senado de España en 2005, cuando se debatía la ley de matrimonio gay. Es decir, que dijo esto en semejante sitio...y sin cortarse un pelo.
'La unión entre homosexuales no puede ser llamada matrimonio porque esto ofende a la población', pronunciadas por el ex-presidente de España, Joser Mª Aznar en 2006. Buah, sin palabras.
'En Iran no hay homosexuales, no cómo en tu país', Ahmadinejad, presidente de Irán, durante un discurso en la Universidad de Georgetown. Hasta él mismo se reía tras decirlo. 

Segundo enervamiento.
Y ya estamos en ayer, durante el Funeral de Estado por el ex-presidente primero de la democracia española, Adolfo Suárez. Noticias variopintas, según del periódico que tratara el acto, sobre la llegada de los Reyes y Príncipes, el besamanos obispal de turno, las invisibles imágenes de Obiang saludando al monarca que vetaron televisiones y demás medios, los lloros y abrazos familiares, los ex-presidentes sentados juntos con cara de mevengoaenterarahora, y por último el sermón de Rouco, arzobispo de Madrid y la cara más rancia del nacionalcatolicismo español. ¡Aquí quería yo llegar! Rouco, mucho Rouco, que no se calla ni debajo del agua y que suelta por esa boquita -bocaza- lo que no está escrito, y lo que sí. He aquí mi penúltimo enervamiento, las palabras de Rouco durante el funeral. 
Allí estaba él, con un par, pidiendo la desaparición de las actitudes y los hechos que nos pueden llevar a una nueva guerra civil, ¡ojito!. 
¿Somos realmente conscientes de las palabras de este señor? El PP y la Iglesia no han hecho sino torpedear la Ley de Memoria Histórica tachándola de remover el pasado, el "espíritu de la transición" y todos esos estúpidos tópicos majaderos que ya ven qué les importará a los que no han encontrado aún a sus familiares. O sea, ¿que la Memoria Histórica es incómoda porque remueve el pasado pero este fulano sí puede permitirse el lujo de traernos de vuelta los fantasmas de la terrible guerra civil? Está todo muy claro, no te quejes, no te indignes, aguanta, encaja en el sistema como sea porque si no tentrás la espada de Damocles dispuesta a caer sobre tu cabeza en forma de guerra. Lo raro es que no hablase en su homilía de la conspiración judeomasónica que tanto mentaba antaño el Generalísimo.
A este impresentable lo mandaba yo en uno de esos vuelos al espacio y lo dejaba allí hablando con Dios, con micrófono y todo.

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