viernes, 30 de agosto de 2024

¿POR QUÉ?


Mi casa ya no es mi casa. Villa Augusta es ahora Nueva Villa Augusta. La que fue disfrutaba de un precioso jardín que había crecido desde cero al mudarme, gracias a las buenas manos de Tito, al principio, y a las de Lea, mi jardinero, que lo cuidó año tras año, mes tras mes, para que mis perras, mi familia, mis amigos y yo, los gatos del vecino, mirlos y pájaros pequeños, y algún ratón. Un jardín que creció durante casi vente años que, sin duda, era la joya de la corona.
Mi casa ya no es mi casa. Cambian las circunstancias, cambia la vida y cambian sus moradores. Tras venderla sin dificultad -la verdad es que la compró la primera familia que la visitó- únicamente he pasado por allí una vez más, a recoger el correo, y fue suficiente, y la última. Me encontré un panorama desolador.
Mi casa ya no es mi casa. Los cipreses de la entrada al garaje habían sido talados, la hiedra de las paredes arrancada y parte de los arbustos y pequeños arbolitos del jardín también habían desaparecido. No llegué a fijarme en el césped, o no lo recuerdo, ni tampoco vi la araucaria del jardín trasero, pero visto lo visto espero lo peor.
Ayer, hablando con Óscar, uno de mis antiguos vecinos cuando vivía allí, me dijo que también habían talado el árbol. Así, a sangre fría, sin esperármelo. El árbol, a su vez la joya del jardín, el mismo que nunca tuvo nombre (Colorín lo llamaba Tito), el que no compartís hojas y flores pero que cuando estaba florecía, rojo todo, era maravilloso. Antes de dejar la casa había escrito una lista con todos los números de teléfono de profesionales con los que había contado a lo largo de los años para mantener la casa en condiciones: la señora que me ayudaba con la limpieza, electricista, fontanero y, por supuesto jardinero, al que jamás llamaron. Ahora lo entiendo todo.
Mi casa ya no es mi casa.






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