"El trabajo os hará libres", decían los nazis en el dintel de los campos de concentración con su macabra ironía; "Santificar el trabajo" dice el Opus Dei; hasta Karl Marx escribió su ya famosa máxima "el trabajo dignifica al hombre".
No lo voy a negar, o sí. Con el trabajo nos han timado, no es para tanto. Necesario, sí, hay que comer y vestirse y educarse, pero poco más. Cada vez hay más depresiones entre los trabajadores, imposibilidad de desconexión laboral, sueños recurrentes con lo que va pasar, pesadillas... La jubilación se ve borrosa como una luz al final del túnel, ahora que la prejubilación se torna en anatema.
Como no somos ricos ni tenemos un tío en Cuba de quién heredar, debemos seguir trabajando, cada uno carga su propio día de la marmota. Siempre nos queda el Euromillón (yo soy su fan nº1). Nunca se sabe.
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