Alejo Vidal-Quadras, exdirigente del PP y de Vox, sugiere que le estamos haciendo quedar mal ante los alienígenas.
Jaime Rubio Hancock, 29.08.2024
¿En qué se fijaría un extraterrestre que llegara a la Tierra? ¿En las guerras? ¿En la crisis climática? ¿En el retorno de Oasis?. El expresidente del Partido Popular en Cataluña y fundador de Vox, Alejo Vidal-Quadras, ha planteado en un tuit una historia de ciencia ficción más bien pocha en la que sugiere que a un alienígena le preocuparía la inmigración: “Imaginemos que hemos de explicarle a un habitante inteligente de otro planeta llegado a la Tierra que en nuestro mundo hay países ricos y desarrollados que permiten que todos los días centenares de extranjeros entren ilegalmente en sus territorios. ¿Qué pensará de nosotros?”.
Vidal-Quadras lo deja ahí, sin decir lo que pensaría el extraterrestre, pero en el millar de respuestas a su mensaje se da por supuesto que no sería nada bueno. Y no es una suposición sin base si tenemos en cuenta otros tuits en los que Vidal-Quadras compara a los inmigrantes con invasores (terrícolas y no alienígenas).
Muchas de las respuestas plantean en tono cómico los defectos del planteamiento y recuerdan que una civilización alienígena podría ser completamente diferente a la humana. El visitante quizás no entendería la idea de fronteras, puede que le pareciera absurdo que los países ricos no ayudaran a los pobres para que nadie tuviera que emigrar, o quizás pensaría que los seres inteligentes son los árboles e intentaría entablar contacto con ellos.
Y eso si pensamos en alienígenas más o menos bondadosos, pero los extraterrestres podrían venir a la Tierra para alimentarse de nuestra carne, llevarse nuestra agua o quedarse a vivir, un poco como en La guerra de los mundos, de H. G. Wells, o en la ya mítica serie V. Con lo que la pregunta de Vidal-Quadras no sería qué pensará ese extraterrestre de las fronteras, sino si preferirá el sabor de un europeo alimentado con aceite de oliva o el de otro que se ha criado con mantequilla.
En favor del tuit de Vidal-Quadras hay que decir que las historias de alienígenas se han usado a menudo para hablar de nuestros temores. En su magnífico Monster Show, el historiador y crítico David J. Skal explica que en las películas de la Guerra Fría, como Invasores de Marte, los alienígenas que se infiltraban en Estados Unidos eran un trasunto de los espías soviéticos.
Pero hay relatos que intentan ver estos encuentros de manera más compleja y no solo como una amenaza. Por ejemplo, unos cuantos imaginan los intentos de comunicarnos con otras culturas y civilizaciones. Intentos que pueden ser fallidos, como en Fiasco, de Stanisław Lem, o algo más exitosos, como en La llegada, de Ted Chiang. También hay historias que le dan la vuelta a lo que propone Vidal-Quadras, como la película District 9, de Neill Blomkamp, una sátira sobre el racismo y el apartheid. ¿Qué pensaría un alienígena si llegara a nuestro planeta, lo metiéramos en un campo de refugiados insalubre y lo llamáramos “bicho”?
Además de todo esto, a los alienígenas también les podemos dar lo mismo. En Pícnic junto al camino, Arkadi y Borís Strugatski sugieren que unos extraterrestres hicieron parada técnica en la Tierra y se marcharon sin más, dejando atrás lo que podrían ser los restos de una reparación o las sobras de una merienda más o menos rápida en un mundo tan retrasado que les resultaba indiferente. O, peor aún, La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams, empieza cuando las obras de una carretera espacial obligan a la demolición de la Tierra.
La idea de una visita extraterrestre puede ser también una excusa para vernos con distancia y humor, como en Sin noticias de Gurb, en la que Eduardo Mendoza le daba un buen repaso a la Barcelona preolímpica. Para esto, lo habitual es imaginarse a un extraterrestre (o a un extranjero, como el Balki de Primos lejanos) muy diferente, con el objetivo de buscar el contraste.
Pero también puede tener su gracia la visita de un alienígena exactamente igual que nosotros, como parece que propone Vidal-Quadras. Este alienígena se llama Juan Sánchez, es funcionario en un ministerio de Vlork, y está preocupado porque cada día llegan más inmigrantes de Vlirk a su país (¡sucios vlirkenses!). El Gobierno le ha enviado en misión secreta a nuestro planeta, donde se hace pasar por un expolítico en Twitter y recopila información acerca de nuestras políticas migratorias.
Es más, empiezo a pensar que en ese planeta con vida inteligente tiene que haber otra España. No sería tan extraño: en todos los planetas con vida que conocemos hay oxígeno, agua, luz solar y una España. No lo digo yo, lo dicen los datos.
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