Lucrezia Borgia, Donizetti. *Com'e bello.
Hoy sin título de cabecera, no se me ocurre nada, o todo lo contrario. Empiezo, y termino, con dos de las arias más -no sabría readjetivar lo sublime- que se han compuesto. Ópera para compensar tanto mal rollo que se nos viene encima, si no está ya como el cielo de la aldea gala, a punto de caer sobre ella.
No soy de conspiraciones ni suelo leer todas esas noticias locas que nos sueles llegar de USA o en los últimos tiempos de Rusia, según dicen. Hemos pasado de leer que Neil Armstrong nunca pisó la luna, que el atentado al Pentágono lo provocó un misil y no un avión, a los microchips dentro de la vacuna contra el COVID (dicho por Miguel Bosé suena mucho más creíble, lo sé) y ahora la nueva crisis provocada para digitalizarnos, para sumergirnos en el metaverso, para controlarnos más allá de lo que Orwell pudo prever. Lo malo es que, aunque todo parezca una novela, uno ya no sabe qué pensar, a quién creer. De entrada a nadie, todos mienten, salvo la naturaleza; pero ¿y si algo de verdad hay detrás de todo? Justo "celebramos" los tres años de aquel confinamiento que cambió la Historia, tres años que están a la vuelta de la esquina para recordarnos lo minúsculos e insignificantes que seguimos siendo, si no más. Alguna mascarilla queda todavía por ahí para que no nos olvidemos de lo que puede volver a llegar; no debemos dar por asegurado nada de nada, y si no que se lo pregunten a la próspera comunidad judía berlinesa de principios de los años treinta del siglo XX.
Así, de aniversario post COVID-19, vuelven a llegarnos noticias tan esperanzadoras como la quiebra del Credit Suisse (¡un banco suizo!, quién lo hubiera dicho -he aquí otro argumento conspiranoico-) en Europa y de otros en Estados Unidos con la sombra incipiente de una nueva crisis mundial como la de 2008.
¿Qué nos queda sino esperar? Los más afortunados rezarán, otros seguirán acumulando pastillas con nombres terminados en zepam y los más inteligentes/ pudientes se irán a emborracharse a Bora-Bora sobre palafitos en un mar turquesa. Mira, ¡qué buen título!
Nosotros, el pueblo llano, el que queda realmente lejos de Tahití para nuestra desgracia, nos conformaremos con leer las mentiras que nos dictan los periódicos, ver al inefable Ramón Tamames chocheando en el estrado del Congreso y ¡ojo al dato!, seguir la carrera castrense de Leonor, ni TELE 5 podía ofrecernos algo tan casposo y apasionante, algo para lo que nunca nos han preparado.
Sea pues.
Samson et Dalila, Camille Saint-Saëns.
*Mon coeur s'ouvre à ta voix.
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