Siempre me ha llamado la atención el asunto de la abstención, no lo comprendo demasiad, y mira que me esfuerzo en hacerlo. ¿De verdad nos podemos abstener ante algo concreto? A mi, casi siempre, me resulta casi imposible. Lo de la abstención me recuerda a lo de ser apolítico, palabra simple pero que engloba un concepto muy amplio.
Veamos qué dice el diccionario al respecto:
La libertad es lo que tiene, uno hace lo que quiere (dentro de un orden, claro está; las reglas las conocemos todos, aunque no lo parezca en algunas ocasiones). Pero, precisamente, en esto está la paradoja, hemos conseguido algo tan grande como la libertad de manifestarnos y renunciamos a ello de manera voluntaria.
Ayer participé, a última hora de la mañana, en una larga conversación sobre la actitud más que desagradable de una compañera hacia otro (éste excelente compañero y mejor persona), con más gritos que susurros. Otra justificaba el hecho con el sabido "es raro, ha debido tener un mal día" o "ya sabes, es su temperamento"... Hasta ese momento me había mantenido al margen, sin hablar, en modo abstención, hasta oír la majadería del temperamento. Pues el temperamento que lo deje en su casa, dije. Poco más. Me fui a los pocos minutos.
"Es que es así", me dicen recurrentemente para justificar lo injustificable. Pues que no lo sea, contesto siempre. Entre una cosa y otra, entre el temperamento y el ser así, nunca se deja en el lugar que corresponde a esta gente déspota, maleducada, con ese complejo de superioridad y desprecio a los demás que sólo nos deja entrever una ristra de complejos y una amargura que no tenemos por qué aguantar. No.
En la última moción de censura al Gobierno, la sexta desde la democracia en España, podemos leer -los que han tenido tiempo y ganas habrán visto el espectáculo en directo- las perlas soltadas por esas bocas, en particular no por Tamames, el convidado de piedra, que también, sino por Abascal, líder del inefable partido ultra. Fueron tantas y tan incalificables las joyas que no me voy a entretener a enumerarlas porque hasta escribirlas me parece hacerle un flaco favor a la Historia. ¿No decían que de lo que no se habla no existe? Pues venga, hoy lo compro.
Pero, volviendo al tema de la abstención y en particular a Feijóo, jefe de la oposición, sin escaño parlamentario, autodenominado "próximo Presidente" (primero hay que ganar las elecciones, coleguita), que se buscó para su agenda de ayer una cita con embajadores de la UE en la legación sueca. Apasionante, imprescindible, irrenunciable, inaplazable. Para ridiculizar a Pedro Sánchez siempre hay tiempo, ora en el Senado, ora como invitado en el Parlamento, pero en un asunto de este calibre, una moción de censura -olvidemos el asunto circense-, mejor me abstengo y directamente ni me presento. Para qué perder un minuto de mi tiempo descalificando a esta gente con la que perhaps, perhaps, perhaps, tenga que firmar un pacto (como) con el diablo al igual que hice en Andalucía, debió pensar el susodicho. Pues nada, mejor unos canapés fríos de salmón sueco, ricos ricos, con su ramita de eneldo y una pincelada de caviar todomenosrusoniiranínovayaaser, en la embajada sueca. ¿O no?
Pues mira que sigo sin entender la abstención.
♫
Doris Day, *Perhaps, perhaps, perhaps.
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