El reencuentro con un buen amigo siempre tiene algo de especial, algo que es difícil de explicar y que conlleva esa magia que, cual Fray Luis de León, nos permite repetir aquello de "como decíamos ayer..." El tiempo pasa y nos encontramos como si el tiempo no hubiera pasado, compartiendo un tiempo precioso de conversación y complicidad ganado hace ya muchos años cuando éramos estudiantes, durante los maravillosos tiempos universitarios. Recuerdo, como si de ayer se tratase, las interminable horas que pasábamos dibujando, noche tras noche, descubriendo nuevas y novedosas técnicas para que nuestras láminas diesen la campanada al entregarlas. Unas veces lo logramos, otras no tanto, pero aquel tiempo compartido, que probablemente no volverá, ya no lo podrá borrar nadie.
Una tarde de buena conversación y una cena estupenda; ¿se puede tener mejor plan para un sencillo martes de finales de febrero?
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