Ando algo pesimista estos días después de dos experiencias sin mayor importancia, ambas relacionadas con mi paso por aeropuertos. Esta tarde, en el corto vuelo desde Gran Canaria y Tenerife, tras una hora de retraso "por llegada tarde del avión" (y se quedan tan panchos), aterrizamos y la azafata avisa de cómo debe desalojarse el avión, por filas, de atrás hacia adelante, etc. Empiezan los pasajeros a salir y, cuando se acerca el turno de nuestra fila -calculo que habían pasado 3 ó 4 minutos desde que se abrió la puerta del avión- le cedo el turno al matrimonio que iba sentado al otro lado del pasillo. Mi compañera, una señora malencarada, me achucha diciéndome ¿es que no va a salir? Sí, le respondo, pero están saliendo ahora estos señores, luego lo haré yo. Mmmssí, me respondió contrariada. Abandonaron sus asientos los señores y yo, con toda mi parsimonia, me levanté para salir del aparato. Ignoro si la señora con prisas habría llegado con tiempo al cocktail con el embajador.
Ayer, saliendo del avión una vez aterrizó nuestro vuelo de la Península, nos despedíamos de unos amigos que viajaban con nosotros y a los que en ese momento recogía una pequeña furgoneta parada en segunda fila, justo al lado de un coche que también esperaba pacientemente. La recogida fue simultanea, el grupo entraba en la furgoneta y una chica (de unos 25 años) al coche. Estando ambos parados en zona prohibida al estacionamiento, cuando el grupo más numeroso no había terminado de ubicarse, la señorita del coche salió y empezó a gritar increpando a los de la furgoneta: ¡es para hoy! ¿es que no piensan salir? ¡venga, venda!, animando el show con un rítmico chasquido de dedos. Ante tanta beligerancia salió el conductor de la furgoneta a ver qué pasaba, después el del coche mientras la chasqueadora seguía con sus gritos como si no hubiera un mañana. Entre gritos y movimientos intimidantes pechopaloma se enfrió un momento la cosa (volvieron las neuronas a la posición de partida) para que todos, quiero pensar que un poco avergonzados interiormente, regresaran a sus respectivos coches y se pusieran en movimiento, no sin antes, ya pertrechados en sus fortalezas rodantes, el coche hiciera sonar la pita buen rato a modo de último estertor de chulería.
¡Qué necesidad de tanta violencia! pensé para mis adentrosinteriores, esos que no comparto no sea que me tachen de machista. Aún así, ni la chasqueadora, ni aquella a la que se le iba la vida en el avión, lograron estropearme estos días de asueto. La obra del nuevo loft va viento en popa, los problemas se van solucionando y cada vez veo más cerca mi mudanza.
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