Ando disfrutando mis últimos días libres antes de reincorporarme al Ayuntamiento. Los atesoro y disfruto.
Entre la obra de la Nueva Villa Augusta, dirigida "por poderes" o por Whatsapp, la mitad del trabajo pendiente terminada y entregada -estoy ya acabando la segunda, una Memoria más compleja-, intento encontrar tiempo para leer -listo Joël Dicker he empezado otra novela, ésta desarrollada en los paisajes pirenaicos (¡cuánto echo de menos vivir en el campo!), "El eco de las sombras", de Txemi Parra-, también el periódico online durante el primer café, dormir algo más e incluso pasear por Santa Cruz, como anoche, derecho a la calatravada para asistir al primer concierto del Festival de Música de Canarias, el 40 ya, in memorian esta edición tras el fallecimiento de Jerónimo Saavedra.
Paseo nocturno disfrutando de las torres de la ciudad baja, del arte de Plensa junto al TEA, hasta de las plataformas petrolíferas que confieren una imagen al puerto a lo Blade Runner.
El auditorio repleto, o casi, que ya es raro, para extasiarnos con la Orquesta Filarmónica de Bergen con obras de Grieg y Sibelius. Magnífico.
Al salir, caminé de vuelta por una ciudad desierta, húmeda tras la limpieza de sus calles, deprimente. ¿Cómo se puede haber vuelto Santa Cruz una ciudad tan aburrida? Pues me temo que sí y que, claro está, ningún alcalde tendrá la culpa, faltaría más. ♫¿Carvaval, carnavaaaaal, carnaval te quieeeeero!♪
Hoy, leyendo tranquilamente EL PAIS, que ni de coña es lo que era, me trago el enésimo artículo sobre chefs con estrellas Michelín, la influencer de turno -todas prescindibles absolutamente- y, cómo no, la noticia babosa sobre el cumpleaños del rey que fue, el emérito, todo con pompa y familia y bajo los focos del ¡HOLA! Gracias a dios no he encontrado noticia alguna sobre el inefable Bertín, alabado sea el Señor (Dios, no él). Hubo una época en que los ricos y poderosos fueron discretos, pero parece que éste no es el caso. Exiliado allende los mares en una cárcel de oro, sigue diciéndonos a sus súbditos, parece que somos todos nosotros, que a él nada le afecta, ni el pasado ni el presente. Felipe debe estar contento ante tal despliegue de felicidad familiar y cortesana, Los del Río y su Macarena incluidos. ¡Felicidades Majestad!
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