Preguntaba en alto el otro día cómo un personaje como Trump podría llegar a ser nuevamente Presidente de USA tras unas declaraciones que leí en la prensa en las que, más o menos, defendía la inmunidad presidencial incluso para el asesinato de rivales políticos. Hoy son los caucus de Iowa ("elecciones" internas de los republicanos que se consideran el punto de partida para medir el apoyo de cada candidato en su camino hacia la Casa Blanca) y, si los pronósticos no se equivocan, parece inevitable que Donald Trump será el candidato republicano en las próximas elecciones norteamericanas.
Uno se queda asombrado de que este señor, actualmente investigado por el Tribunal Supremo de su país tras el asalto al Capitolio, pueda seguir en el candelero manejando los designios del mundo mundial, pero he aquí una de las paradojas de la democracia.
Pues bien, nosotros no tenemos a Trump (bueno, sí, pero detrás -o encima-, como todos) pero en cambio tenemos a Feijóo que en cada declaración se luce. Hoy vuelve con el miedo a ETA (¿no era ésta una organización terrorista disuelta durante el mandato de Zapatero?) y, lo más increíble, con la frasecita "nadie puede asegurar...". Olé, un 10 a este gran estadista. Efectivamente, nadie puede asegurar ya nada, el futuro se escribe cada día. Tampoco podemos asegurar que no se nos caerá el cielo sobre nuestras cabezas, terror de los galos, o que Remedios Amaya vuelva a Eurovisión cantando reguetón y gane.
Lo que sí sabemos es que jugar con el miedo es más antiguo que la Historia misma: miedo a lo desconocido, miedo a lo diferente, miedo al perder el poder. Este camino no lleva a nada bueno sino a la confrontación.
Hechos, a esto debemos remitirnos, a los hechos. Las conjeturas y los augurios los dejamos para Nostradamus, Jiménez del Oso o Iker Jiménez.
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