Personas Moscas
Estos pequeños insectos, en su corta vida, vuelan sin parar, deteniéndose especialmente en lo sucio, en el estiércol, en los restos de la sociedad y luego, con sus patitas, lo reparten en el mundo sin ninguna responsabilidad. Reposan sus alas y extremidades en nuestras mesas, almuerzos, rostros, almohadas y hasta en la boca si nos pillan desprevenidos. No tienen respeto por nada y encima hacen un ruido muy molesto que no nos deja en paz. Dicen algunos benevolentes que también ayudan a polinizar, pero, en definitiva, son las “aves carroñeras” más pequeñas del planeta y se reproducen con demasiada facilidad. Jamás se les ha visto organizarse en una colectividad o generar algún fruto digno de celebrar. Son un misterio necesario, al parecer, en el equilibrio general.
Personas Abejas
Por otra parte, tenemos a las abejas con su colmena maravillosa, destinada desde su origen a crear miel y a polinizar. Toda una organización perfecta que sale a recoger los néctares de las flores más variadas para transformarlas en alimento para sus retoños y, de paso, sus excedentes son nutriente para los demás. Viajan incansablemente para detectar lo dulce donde parece no haber nada y, además, con sus alas, van inyectando el polen necesario para que la naturaleza se pueda procrear. Hasta sin saberlo, generan un bien infinito al volar. Generan vida sin cesar. Solo se defienden con su lanceta si se ven amenazadas, pero lo que más hacen es servir a su comunidad. No hay individualismo, sino una colaboración genial.
Rimski-Korsakov, *El vuelo del moscardón.
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