Mañana fría de lunes. Escucho "Cavalleria Rusticana" de Mascagni, perfecta para comenzar la semana, con el radiador encendido para que el despacho coja un poco de calorcito y con la lista de "urgencias" pendientes frente a mí. Terrible visión ésta.
Recibo ayer un whassap de una amiga que me comenta que en la cena que compartimos el sábado en la playa de Melenara me pasaba algo. Ella, perspicaz cual Diana, había caído en mi desconexión momentánea tras un comentario poco afortunado de uno de los comensales. ¿Saben de esas personas que son capaces de sentenciar sobra la vida privada de los demás como si pudieran permitírselo, además en público? He ahí la razón. Antes ya se había calentado un poco el ambiente al defender el Mundial de Qatar y justificar la sabida esclavitud legal en el país hacia los trabajadores del sur de Asia al compararlo con la situación de los inmigrantes en Europa. Recordé ipso facto una entrevista a Vargas Llosa -fue desde ese día donde su persona dejó de interesarme absolutamente- en la cual justificaba la tauromaquia porque (dixit) los cerdos y vacas lo pasan peor en el matadero. Mente preclara la de este sujeto.
Así, entre Qatar y mi vida privada, de evadí un rato en la cena, en ese momento cuando las musarañas cobran verdadero interés, hasta que llegó el postre, que por cierto no era para mí.
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Mascagni, Cavalleria Rusticana. *Preludio.
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