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Terrible panorama el que se cierne en el mundo con un Putin cual espada de Damocles pendiente de la pureza de la civilización. Locos como éste ya tuvimos no hace mucho, no olvidemos a Hitler y sus arios de los cojones, locos poderosos, terrible. Ahora le ha dado a éste no sólo por la guerra, que también, sino por atacar la degeneración mundial, al colectivo LGTBI, a todo lo que huela a pérdida de los "valores tradicionales" como la familia. Terrible, repito.
No estaba Rusia en mi lista de países por visitar, como tampoco lo estuvo Sudáfrica otrora o China, o Marruecos, o tantos otros. Desde luego ahora muchísimo menos.
Lástima que la normalidad que tanto deseamos empiece por molestar tanto a la gente de bien, en palabras del líder de la oposición, autoproclamado próximo presidente (como la Zoyla carnavalera). Cuando tenemos a un gay en la familia, sea él o ella, lo mejor es no hablar del tema porque así es como si desapareciera. ¿Una boda gay? bien, estupendo, para ya está. ¿Un hijo gay? Sin problema, poco más; de lo que no se habla no existe. Y así vamos sumando y dejando a un lado todo lo que no sea tradicionalmente correcto.
¡Cuánto daño le han hecho los hombres!, escuchaba a una conocida, que no amiga, "justificar" a su hermana lesbiana.
El tema de las parejas, cuando viene al caso, o se pasa de puntillas o, simplemente, se obvia; del amor entre homosexuales mejor no hablar, ¡qué necesidad!
Y así, granito de arena a granito de arena, le hacemos el juego a esta gentuza recalcitrante y reaccionaria que no acepta que la normalidad es el mejor de los regalos que nos pueden hacer. Esos mismos valores occidentales que ataca Putin son lo que hacen de España un adalid en derechos humanos y sociales y por los que nos tenemos que sentir orgullosos. Al menos yo.
¿No nos enseñaron que de todo hay en la viña del Señor?
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