6,4°, sensación térmica 3,6°.Casi a cota de nieve, me dicen en el bar mientras me tomo un té, el primero de la mañana ahora que lo he sustituido por el café, que no logro quitarme de la cabeza, ante lo cual me he comprado una discreta petaca forrada en piel para llevar la "leche" de almendras 00, o sea agua chirre, pero sana sanísima (quiero suponer), que dará mucho que hablar en el pueblo desde que vean que la saco para verter "algo" al café. ¡Mira cómo se cuida el arquitecto, qué calladito se lo tenía!
Bueno, tras este preámbulo tonto, les cuento que ayer tuve la reunión esperada y ha tenido varias consecuencias, por extraña, por esclarecedora, por desagradable -al principio, sobre todo-, por necesaria e innecesaria, paradójicamente. Por más de lo mismo, que fue lo peor; todo cambia para seguir igual.
Después de salir del trabajo había quedado con unos amigos para comer en un libanés rico rico en la Laguna y allí departimos y deglutimos como debe ser. Entre otras cosas ellos -todos trabajan en el sector sanitario- comentaban lo duro que se hacía trabajar con gente a la que la atención al paciente le preocupaba poco y, en medio del fragor, pensé que casi podían estar hablando de mi trabajo.
Me desvío, sí, como siempre. Jose, el señor de los preámbulos.
Volviendo a la reunión, ésta empezó dura, volumen alto, reproche va, reproche viene, tú y yo, yo y tú, esto y lo otro... Ahora, todo sobre la mesa, cara a cara. Esto lo agradecí y poco a poco las piezas fueron encajando y creo que la reunión terminó más que decentemente. Ahora, en medio de ésta salieron a la luz algunos temas que yo, ingenuo (sí, ¿de verdad?), creía olvidados. La frase que más me hizo daño, la misma que escucho desde que entré en la administración 16 años atrás, con mentalidad de calle, con el miedo en los huesos a las oficinas técnicas municipales que tanto y tanto nos han hecho sufrir a los arquitectos, un miedo que pudo haber descrito Larra en otro artículo, chismorreada una y otra vez por las mentes mediocres que habitan esta oficina, fue "es que José Carlos lo firma todo". Tal cual, tan simple, tan facilona. Si me gustaran los tatuajes me lo hacía grabar en la frente, modo maorí.
José Carlos lo firma todo, perfecto lema para colocar en una placa sobre la puerta de mi despacho.
Es que... la gente viene con sus dudas al Ayuntamiento y quieren hablar con José Carlos... y claro, eso molesta. A ver, mis niños, ahora resulta que voy a tener que disculparme por ser como soy, por trabajar como trabajo, por ser amable con la gente, por preocuparme por los problemas de los ciudadanos del municipio. No, no, José Carlos no lo firma todo, lo informa todo, eso sí.
Conclusión: ya no estoy para esto. Pero he sacado otra historia para mi libro.
Feliz jueves con sabor a viernes. Y felices carnavales a los carnavaleros, y a los que no, pues también.
♫
Joaquín Sabina, *Lo niego todo.
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