Con la disculpa de compartir hoy una de mis arias de ópera favoritas -Mozart, cómo no-, aprovecho para contar mi almuerzo de ayer; pocas cosas tan sencillas y tan placenteras: un almuerzo con amigos, sin prisas. Risas espontáneas, bálsamo para el alma; conversación sobre lo humano y lo divino (menos de esto último), historias de antes y de ahora mismo, círculos concéntricos y algunos que lo fueron.
La amistad sigue siendo una de esas pequeñas/ grandes cosas que inexplicablemente nos regala la vida y que nos hace ser seres afortunados.
Hablando con un compañero de trabajo me decía cabizbajo que envidiaba mi vida social -no sé qué le había contado para tal comentario- porque, sentenció, yo no tengo amigos. Lo siento, le dije, y en ese momento entró alguien al despacho y se acabó la conversación. ¿Se acuerdan de aquél "quien tiene un amigo tiene un tesoro"? Pues eso.
♫
Mozart, Così fan tutte. *Soave sia il vento.
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