Preocupado ayer por el devenir de las cosas escribía sobre las embestidas del mar quizá algo pesimista. Ya por la tarde, después de la previsible larga espera en la sala ídem de la consulta dermatológica a la que acudo anualmente a mostrar mi blanca faz para que el médico pinte su lienzo con nitrógeno líquido a discreción, como en la guerra, comentaba con él, en conversación previa a la tortura dérmica, sobre los carnavales -panem et cincenses-, la incidencia vírica tras dos largos años, las vacunas y los anti(páticos) antivacunas, los viajes congresiles patrios y cosas varias. Sobre las estadísticas diarias comentó, "la gripe, hoy, causa ya más muertos que el COVID-19, lo que pasa es que esa incidencia no se publicita como con el virus". Esta mañana, hace muy poco escuchando Radio 5, un médico de hospital Vall d'Hebrón decía que, si bien había que ser cautos, era posible que ya se hubiera superado el pico de la 6ª ola y que posiblemente pudiéramos estar ya ante el ligero pero irremisible descenso, ante la esperada pleamar por la que suspiramos todos.
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