Dicen que el roce hace el cariño. Sólo estoy de acuerdo a medias, el roce con alguien tóxico, o tóxica, no sólo no hace el cariño sino que -a unos antes que a otros, dicho sea de paso- nos da la posibilidad de desenmascararlo, o desenmascararla. En las oficinas, por ejemplo, uno comparte horas y horas de su vida profesional, mucho más tiempo que con sus parejas, y si al jugar la suerte sus cartas a ti te ha tocado una buena mano, todos felices y contentos, pero si no... Ahí es donde estamos apañados. Te molesta hasta el ruido de sus zapatos al caminar, su voz estridente, su me voy a comer el mundo y de camino a ti. Esta gente, que haberlas haylas como las meigas, disfrutan de su reinado, o creen hacerlo, porque se creen inmunes e impunes. Pero claro, siempre hay alguien más malo. Y llegar, llega.
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