Se dice que con los años perdemos la capacidad de asombrarnos, en general, de lo que ocurre a nuestro alrededor, y quizá sea así. No obstante, en algunas cosas he de reconocer que en mi no ha desaparecido, en absoluto. Pienso, mientras escribo, que aún me dejan con la boca abierta esas personas que, hablemos de lo que hablemos, siempre tienen un "y yo más" en la boca.
> ¡Hola!, ¿cómo estás?
> Bien, gracias, ¿tú?
> Bien, sí tirando, un poco agobiado con el trabajo.
> ¿Agobiado dices? Yo más. Bla, bla, bla.
Y ahí se acaba la conversación recíproca, convirtiéndose ésta en un monólogo interminable desde el otro lado del teléfono donde el "yo" se repite incesantemente.
> Hola, ¿me llamaste?
> Sí, ¿cómo vas?
> Bueno, sigo agobiado, muchas cosas al mismo tiempo.
> ¿Me lo vas a decir a mi? Yo más. Bla, bla, bla.
Me he acordado, mientras escribía, de una amiga que tuvimos que era digna representante de lo que cuento hoy. Siempre pensé en decirle un día "¿sabes? creo que tengo la próstata chunga", convencido de su respuesta inercial: "la mía más".
No hay comentarios:
Publicar un comentario