Más de 150 intelectuales reivindican en Estados Unidos el
derecho a discrepar
Autores y académicos como Noam Chomsky, Gloria Steinem, Ian
Buruma, Margaret Atwood, Mark Lilla o Martin Amis firman una carta contra la
“intolerancia” de cierto activismo progresista. “Debemos preservar la
posibilidad de discrepar sin consecuencias profesionales funestas”
Amanda Mars. Washington, 07.07.2020
Más de 150 escritores, académicos e intelectuales ―entre los
que figuran Noam Chomsky, Salman
Rushdie, Gloria Steinem, Margaret
Atwood o Martin Amis, entre otros― han firmado una carta
abierta en la que denuncian una creciente “intolerancia” por parte del
activismo progresista estadounidense hacia ideas discrepantes. Tal y como
expone el escrito, consideran que esto hace mella en ambientes académicos y
culturales, donde hay señalamiento y boicoteo, “castigos desproporcionados” y
una consiguiente “aversión al riesgo” o autocensura que empobrece el debate
público. “Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin
consecuencias profesionales funestas”, señalan.
El texto, publicado
este martes en la revista Harper’s bajo el título ‘Una carta sobre la
justicia y el debate abierto’, aplaude las protestas por la justicia racial
y social, por una mayor igualdad e inclusión, pero alerta de que este
“necesario ajuste de cuentas” ha intensificado también “un nuevo conjunto de
actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras
normas de debate abierto y de tolerancia de las diferencias en favor de una
conformidad ideológica”. “Las fuerzas del iliberalismo están ganando terreno en
el mundo y tienen a un poderoso aliado en Donald Trump, quien representa una
verdadera amenaza a la democracia, pero no se puede permitir que la resistencia
imponga su propio estilo de dogma y coerción”, señalan los autores.
La carta aborda una polémica candente en Estados Unidos,
sobre si el nuevo umbral de tolerancia cero hacia inequidades como el racismo,
el sexismo o la homofobia está alimentando también algunos excesos que buscan
silenciar cualquier disidencia. Los críticos suelen referirse a esto como cancel
culture, cuya traducción literal sería “cultura de la cancelación” y que hace
referencia a los vetos y señalamiento a creadores o docentes por cualquier
desvío de la norma; o woke culture (derivado del inglés, despertar),
que hace referencia a una actitud de alerta permanente.
“El libre intercambio de información e ideas, la savia de
una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de
la derecha radical, pero la actitud censora está expandiéndose en nuestra
cultura”, señala la carta, que no menciona directamente recientes polémicas
concretas con nombres y apellidos, pero sí se explaya en describir situaciones.
“Los responsables de instituciones, en una actitud de pánico y control de
riesgos, están aplicando castigos raudos y desproporcionados en lugar de
aplicar reformas pensadas. Hay editores despedidos por publicar piezas
controvertidas; libros retirados por supuesta poca autenticidad; periodistas
vetados para escribir sobre ciertos asuntos; profesores investigados por citar
determinados trabajos”, describe el texto, entre otros ejemplos.
Uno de las polémicas recientes fue la dimisión de James
Bennet como jefe de opinión de The New York Times, a principios de este
mes. El motivo fue la publicación de una tribuna del senador republicano Tom
Cotton, en la que el político pedía una respuesta militar a las protestas y
disturbios por la muerte del afroamericano George Floyd. El torrente de
críticas dentro y fuera de la redacción llevó a Bennet a ofrecer su renuncia y pedir disculpas. Este admitió que
no debía haber publicado esa tribuna y que no había sido editada con suficiente
rigor.
A raíz del mismo conflicto, el 10 de junio, la Poetry
Foundation anunció
la dimisión de dos de sus dirigentes después de una carta de protesta
de 30 autores que consideraron tibio el comunicado de denuncia de la violencia
policial. También
dimitieron la presidenta del Círculo Nacional de Críticos de Libros y
otros cinco miembros entre críticas de racismo y violaciones de la privacidad
por un rifirrafe en las redes sociales. Un analista electoral, David
Shor, fue
despedido de la plataforma Civis Analytics tras la tormenta que se
generó por haber tuiteado el estudio académico de un profesor de Princeton que alertaba
de los efectos perversos de las protestas violentas. Según relató The New
York Magazine, algunos empleados de la firma consideraron que el tuit de Shor
“ponía en riesgo su seguridad”.
Guerra cultural
El debate sobre dónde acaba la tolerancia cero hacia los
abusos y dónde empieza a “cancelarse” la discrepancia también se extiende a la
actual revisión de las estatuas y los monumentos nacionales. El presidente
Donald Trump, que ha abrazado la guerra cultural como uno de sus argumentos
de campaña, se centró en este asunto en un largo discurso del pasado
viernes por la noche, en la víspera de la fiesta nacional del 4 de julio. “En
nuestras escuelas, nuestras redacciones, hasta en nuestros consejos de
administración hay un nuevo fascismo de extrema izquierda que pide lealtad
absoluta. Si no hablas su idioma, practicas sus rituales, recitas sus mantras y
sigues sus mandamientos, serás censurado, perseguido y castigado”, dijo.
Los intelectuales en su carta califican al presidente de
“amenaza para la democracia”, pero advierten: “La restricción del debate, la
lleva a cabo un Gobierno represivo o una sociedad intolerante, perjudica a
aquellos sin poder y merma la capacidad para la participación democrática de
todos”. “La manera de derrotar malas ideas es la exposición, el argumento y la
persuasión, no tratar de silenciarlas o desear expulsarlas. Como escritores
necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la
asunción de riesgos e incluso los errores. Debemos preservar la posibilidad de
discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas”, concluyen.
ENTRE LOS FIRMANTES
Además de los citados Noam Chomsky, Gloria Steinem, Ian
Buruma, Mark Lilla, Margaret Atwood o Martin Amis, figuran novelistas como John
Banville, Jeffrey Eugenides, J. K. Rowling o Salman Rushdie; ensayistas (Paul
Berman, Anne Applebaum, David Brooks, Francis Fukuyama, Malcolm Gladwell, Atul
Gawande, Enrique Krauze, Arlie Russell Hochschild, Michael Ignatieff, Greil
Marcus, Fareed Zakaria, George Packer o Andrew Salomon); músicos (Wynton
Marsallis), y hasta exajedrecistas (Garry Kasparov).
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