Hoy he tenido un día de esos que al salir del trabajo, si hablas un poco más, acabas más seco que el esparto. Reuniones interminables de esas que exprimen el coco pero de las que uno sale airoso, menos mal. Sin tiempo para desayunar y con sólo dos cafés entre pecho y espalda, acabé la jornada matutina cansado pero aún con fuerzas para seguir con lo programado, echada de ojo a la bomba y toma de medidas para la piscina de mi amigo de la que hablé el otro día. Bomba funcionando como dios manda, piscina genial en potencia y cafesito relajado en casa antes de sentarme a trabajar un rato en el despacho de mi casa. Cuando las cosas salen bien, aunque sean tan sencillitas, da gusto sentarse con un café a saborearlas; Octavia, como ven, me echaba el ojo intrigada.
Ahora sigamos con papeleo para el trimestral de la Renta, la tediosa memoria de la casa prefabricada de Tegueste que se me resiste y la búsqueda de los temas de unas oposiciones, a ver qué tal. Más café ya no es necesario, ni conveniente.
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León Benavente, *Ánimo, valiente.
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