El
Tribunal de la ONU frena la caza de ballenas con fines científicos de Japón
Australia
demandó en 2010 a Tokio por encubrir la captura para su venta comercial y
consumo humano. El
fallo es vinculante y servirá para regular la caza de cetáceos en el Antártico. Japón
podrá seguir faenando en el Pacífico norte.
ISABEL FERRER La Haya 31 MAR 2014 - 13:39 CET
La
captura de ballenas, especie protegida, con fines científicos, practicada por
Japón en el Antártico, no está justificada. El Tribunal Internacional de Justicia de
Naciones Unidas (TIJ), ha decidido este lunes que Tokio “ha
violado sus obligaciones en virtud del Artículo VIII de la Convención
Internacional para la Reglamentación de la Caza de Ballenas (1946)”. Según los
jueces, los permisos especiales invocados por las autoridades niponas “para
analizar la competencia natural de las especies y el ecosistema que habitan, no
se corresponden con la cifra de piezas arponeadas”. Japón deberá anular las
licencias en vigor y no podrá emitir nuevas. El fallo es vinculante, pero no
incluye el Pacífico Norte, donde Japón sigue faenando.
Según
un informe del Instituto nipón para la Investigación de los Cetáceos, en 2013,
la venta de su carne reportó unos 14 millones de euros. El caso se deriva de la
demanda presentada en 2010 por Australia contra Tokio, por encubrir justamente
la caza comercial en el Antártico bajo su Programa de
Investigación de Ballenas (JARPA II). En vigor desde 2005, el
mismo le ha permitido arponear cada año unos 850 rorcuales aliblancos, y 50
rorcuales comunes y ballenas jorobadas, respectivamente, según las cifras
presentadas en La Haya, sede del TIJ. El Programa nipón responde a una cláusula
especial incluida en el artículo VIII de la Convención Internacional, para las
capturas con fines científicos, contrastada por los jueces.
“No
debemos juzgar los méritos de la investigación invocada, sino establecer si el
volumen de capturas se ajusta a los términos de la Convención. Aunque el
programa nipón incluye estudios científicos, los ejemplares cazados superan
estos objetivos.”, ha dicho Peter Tomka, presidente del TIJ. La presentación de
dos informes, en 2005, sobre la vida y costumbres de nueve ejemplares “no guarda
proporción con las capturas totales”, añade la sentencia.
En
1972, la Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente Humanoestableció
una moratoria –todavía en vigor– para conseguir una pesca sostenible que no
amenazara el futuro de la especie marina. Aunque la disposición entró en vigor
en la temporada 1985-86, Japón la ignoró al principio. Después, enarboló la
bandera de la ciencia para seguir cazando. La carne de ballena sigue siendo muy
apreciada en la cocina nipona, de ahí que tanto Australia como Nueva Zelanda,
que ha intervenido en el caso, como las organizaciones ecologistas, señalaran
que los ejemplares solo acaban en el mercado. Como alternativas a la auténtica
caza científica, sugieren modelos de ordenador y la toma de muestras de ADN en
ejemplares vivos, ya sea piel, grasa o desechos fecales. El Tribunal de la ONU
sí ha mantenido la caza de subsistencia por parte de grupos aborígenes. Noruega
e Islandia defienden también una captura controlada para usos comerciales.
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