En una de las Ramblas de Santa Cruz de Tenerife hay una casa que siempre tuvo las fachadas completamente cubiertas de una hiedra muy espesa. Siempre que pasaba cerca pensaba, qué preciosa es la casa y la hiedra; ahora, por cierto, la casa sigue, la hiedra no, y ya no es lo mismo.
Mi casa, que no tiene nada que ver con la mansión santacrucera, tiene hiedra plantada en el jardín y esta, poco a poco, ha ido subiendo por la fachada y reclamando su espacio. Al principio me entretuve en mantenerla a raya pensando en qué pasaría cuando tenga que pintar la casa, etc., pero con el tiempo y el recuerdo de la "casona de la hiedra" opté por la belleza de la naturaleza y la he dejado. Soy consciente del problema que supone y la mantengo a raya en las ventanas, para que no entre, pero el resultado creo que vale la pena: bambú y hiedra (y cielo azul), belleza salvaje.
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