Cuando eres niño vas aprendiendo -y también aprehendiendo- cosas básicas que conformarán a la persona en el futuro. Pequeñas cosas que nos dan los datos mínimos e idóneos para convivir en un mism o entorno y respetar a los demás. Viene este rollo a colación de algo que recordé esta mañana leyendo una noticia en el periódico sobre la pérdida de valores educativos. Mi historia es sencilla: llego al aeropuerto para coger un vuelo, una hora antes -como toda la vida- y he de esperar frente a la puerta de embarque. Nada, busco un sitio y me encuentro una fila de cuatro asientos, el primero de la izquierda ocupado por una chica, los dos del medio con bolsas y el de la derecha libre. Me acerco y, cuando me dispongo a sentarme en el que estaba desocupado la chica me habla >está ocupado, dice. Ah, bien, miro y encuentro uno libre detrás, me siento y cojo el libro que llevaba para entretenerme durante la espera. A los diez minutos se acerca su novio, intuí, que se sienta en el que seguía libre, cerrando el círculo, pues los dos asientos del medio seguían ocupados por sus bolsas de viaje. Y ella sin inmutarse.
Llaman al embarque, paso el control y entro en el transporte que nos llevaba al avión. Nunca me siento pues los recorridos suelen ser cortos, pero acababa de guardar el libro y me entretuve echándole un ojo a los pasajeros. Junto a mi había otra chica, sentada a la derecha de una pareja de asientos, junto a la puerta, ocupando el de la derecha su flamante bolsa roja de viaje. Seguía entrando gente, la guagua repleta pues el vuelo iba lleno, y en ningún momento a la chica de la bolsa roja se le ocurrió dejar el asiento libre para que se sentara alguien en él. ¿Es que a estas dos personas nadie les explicó estas normas básicas de educación y convivencia?
Yo diría que no, por darles un voto de confianza.
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