Como dioses al volante
Atender a víctimas de accidentes de tráfico sería muy apropiado para los infractores de la velocidad.
El País 1 MAR 2013 - 00:00 CET
Comerse el mundo a los mandos de un buen coche es tan seductor como peligroso. Ciertos deportistas de éxito se sienten demasiado seguros frente al riesgo, como dioses al volante. Eso es lo que le ha ocurrido a Karim Benzema, de 25 años, sorprendido a 216 kilómetros por hora en la M-40, más del doble de la velocidad permitida en la autopista que circunvala Madrid.
Un aspecto colateral del caso Benzema es que el juzgado aplazó la vista el martes pasado, aceptando el argumento de que el futbolista del Real Madrid estaba citado para el partido contra el Barça. Siempre es una suerte encontrar comprensión en la justicia con las necesidades laborales del convocado. En todo caso, habrá juicio.
No es la primera vez que Benzema se ve envuelto en incidentes de tráfico, ni el primer deportista en esas circunstancias: sigue los pasos de sus colegas Michael Ballack, controlado a 211 en una autovía a su paso por Cáceres, o de Royston Drenthe, cazado a más de 160 en las calles de Alicante; de Lewis Hamilton, piloto de fórmula 1, controlado a 196 en Francia —y no era en un circuito de competición—, o del golfista José María Olazábal, sorprendido a 150 en Estados Unidos.
Los esfuerzos para reducir los riesgos del tráfico se ven cuestionados cuando un famoso se salta las normas. Es cierto que nos enteramos precisamente por tratarse de celebridades, aunque en realidad solo suponen una minoría de los infractores. Pero son ídolos populares y por eso les es más exigible, a ellos y a sus clubes, el máximo cuidado para hacer posible la continuidad de la lucha contra los accidentes de tráfico, que en el caso de España es una de las escasas políticas con buenos resultados, capaz de generar un cambio cultural evidente entre los conductores durante los últimos años.
Si es declarado culpable, Benzema podría ser condenado a una multa o varios meses de prisión, además de la retirada del carné. Pero quizá sería más interesante imponer una tarea social a los infractores: por ejemplo, atender a víctimas de accidentes. Para que sean conscientes de los riesgos que corren y de los que hacen correr a los demás gratuitamente.
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