miércoles, 1 de enero de 2025

NOCHE VIEJA


Si la televisión, en general, es un horror, un espanto, un esperpento, en Noche Vieja llega a su cenit absoluto. Programas pregrabados uno tras otro, enlatados deseos tópicos, cantantes viejunos que posiblemente salen de su hibernación ese único día del año y desaparecen -alabado sea dios-, presentadores inefables, chistes viejos, deseos winstrolados, etc. Cuando se acerca la medianoche el zapping echa humo, de Antena 3 por el morbo del recurrentre traje, a la 1 con los diferentemente divertidos Broncano y Lalachús para terminar en Arucas anunciando las postreras campanadas en Canarias, una hora menos. Entre medio, los insufribles e interminables anuncios de colonias o, si te equivocas de canal, alguna casposa actuación musical o una niña berreando mientras baila como Jennifer López. Ya ven, la tele me pone enfermo sin remisión ni cura posible. Verla, además, estando en la Península, hace que te recuerden una hora después ¡en la tele las campanadas desde Canarias! No, no, gracias, una segunda partida de año tiene el riesgo de la autocombustión y no me voy a arriesgar.
Tras varios días de reportajes sobre el precio de la comida antes del 24 y de las uvas el 31, el compendio de las noticias del año, la enfermedad de Raphael, Isabel Pantoja y la suspensión de sus conciertos, acabamos el año con toda esa grimosa retahíla de noticias con revulsivo efecto vómito.
De Sídney, lo mejor (gracias G), hasta Arucas pasando por la Puerta del Sol. Empieza un nuevo año con música de los valses de la familia Strauss y todos estamos expectantes por lo que nos deparará. Para un optimista recalcitrante como yo, nos espera un buen año. Que así sea. Para todos, aunque algunos se lo merezcan más que otros. 
Recuerden, las personas tóxicas, que las hay, cuanto más lejos mejor. Somos como un globo de aire caliente, o te desprendes del lastre o el globo no sube ni de coña. ¿Y a quién le gusta estar siempre en tierra sin alzar el vuelo?



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