No olvides el abrigo, en Madrid va a hacer frío, me dijeron. El problema es que con esto de la mudanza tengo únicamente un par de cosas abrigadas, el resto son camisetas. Así, pertrechado como pude, llegué a Madrid el 22 temprano para comenzar mi pequeño periplo cultural de 48 horas donde, con la disculpa de Rigoletto, había comprado entradas para la exposición del Thyssen, una musical irreverente, una iglesia absolutamente desconocida, un almuerzo compartido y para la ópera. T2, taxi y fresco, más que frío. Sí, pocos grados, pero frío seco más que aguantable con mi jersey y mi chaqueta verde de pana fina.
Instalado en mi hotel de referencia, herencia de Domingo, salgo a la calle para encontrarme ¡cómo no! una ciudad repleta, navideña, llena de bolsas paquetes, que fluían lentamente por la Gran Vía hacia sus arterias, Fechas donde la mejor opción es siempre callejear si no quieres perder mucho tiempo al ir esquivando hordas. He aquí donde la ubicación del hotel se volvía relevante, permitiéndote acercarte a él para descargar alguna bolsa (había comprado tejas y turrón rico para mi aportación al almuerzoNochebuena) y añadir o quitarme ropa de encima como guantes o gorro de lana, totalmente innecesario durante el día.
Hungarian Rhapsody Nº2, Listz.
Caminaba entre señoras con abrigos de pieles -a las que mis ojos lanzaban un rayo desintegrador sin que tuviera efecto alguno-, grupos de turistas, vendedores ambulantes, familias; disfrutaba de los escaparates y echaba un ojo a los restaurantes asiáticos de ramen o sushi con el plan de terminar en alguno de ellos al salir del Thyssesn, donde me esperaba la magnífica exposición "Maestras".
Si bien no quisiera caer en una pregunta estúpida a la altura de ¿a quién quieres más, a tu padre o a tu madre?, sí puedo llegar a decir que el Thyssen es uno de mis museos favoritos de Madrid. ¡Es formidable! hubiera sentenciado mi padre.
Por la tarde, barriguita llena y corazón contento (siempre), pasé por el hotel un rato, ducha reparadora y a la calle. Esta vez sí, paseo por el centro, Gran Vía incluida, no sin haber asistido a "The Book of Mormon", el irreverente musical que no pudimos ver en Nueva York en nuestra última visita invernal. Me gustó mucho, muy entretenido, estupendas canciones, animación al 100%. Parecía que la gente lo pasaba realmente bien. Y después, al salir, más gente. Desde el Teatro Calderón a la Plaza del Carmen, despacio, pasando por la Puerta del Sol con espectáculo de luces y... ¡más gente!
La iglesia, un edificio absolutamente desconocido emplazado en la C/ de la Puebla esquina Corredera Baja de San Pedro, pasa desapercibido si no vas a tiro hecho. Tenía programada una visita guiada y me encuentro con la grata sorpresa que soy el único que ha tenido la idea, de manera que el guía, un voluntario perteneciente a la Hermandad del Refugio (fundada en 1606 por Felipe II), que se fundó para ofrecer caridad a los portugueses necesitados, dado que en aquella época Portugal se encontraba bajo la Corona española. La iglesia se encontraba anexa al Hospital de San Antonio de los portugueses y actualmente a un colegio. El guía me fue explicando la maravillosa iglesia, decorada desde el zócalo hasta la cúpula con frescos, la imaginería, y desde ella accedimos a la sacristía, salón de la Hermandad y museo, donde custodian desde camillas originales para el traslado de enfermos mentales, sillas (antecesoras de las actuales ambulancias) y hasta un bombo donde se sorteaba la dota de las jóvenes casaderas o los tratamientos más caros, dada la pobre economía de la Hermandad. Una visita que duraba media hora me entretuvo, finalmente, dos horas de puro interés y aprendizaje. ¡Cómo hemos cambiado! me decía mi acompañante mientras me mostraba fotografías de la iglesia y hospital de hace un siglo.
De Wikipedia extraigo estos datos a modo de resumen:
En la línea de gran parte de las iglesias barrocas madrileñas, es de pequeñas dimensiones. No obstante, este hecho no le resta espectacularidad al edificio, ya que se ve compensado por la gran cúpula elipsoidal que lo cubre y la unidad de esta con las paredes, a lo que hay que sumar una decoración pictórica epidérmica, que cubre toda la superficie interior del edificio. El rasgo característico de esta edificación es su planta en forma de elipse y su estructuración en una nave única, que crea un espacio homogéneo y envolvente. Más allá del de la iglesia encontramos dos espacios anejos. En primer lugar, el Hospital de la Hermandad (primero de los portugueses, luego alemanes y por último del Refugio) edificación de planta triangular y dos plantas cuyos muros parten de la iglesia y vienen a coincidir con el triángulo definido por las calles Puebla, Ballesta y Corredera baja de San Pablo. En segundo lugar, bajo el templo se encuentra una pequeña cripta de ladrillo visto en forma de bóveda de cañón rebajado, con un pequeño altar en la cabecera y nichos en el lado opuesto. En ella se enterraban los enfermos que así lo deseaban; por otra parte, sobresalen los enterramientos de las infantas de Castilla de los siglos XIII y XIV doña Berenguela y doña Constanza, trasladadas desde Santo Domingo el Real en 1869 cuando este monasterio fue demolido. En cuanto a los materiales empleados en el interior, destacan los distintos tipos de mármoles: grises y blancos en el suelo y verdes y marrones en los arcos de las capillas y la entrada. El interior de la iglesia es un perfecto ejemplo de ilusionismo barroco, en el que la pintura al fresco se une a la arquitectura y las esculturas de los retablos para crear un efecto de lujo, movimiento y colorido.
Teníamos reservada el almuerzo en un restaurante cerca de Juan Bravo y hacia allí me encaminé paseando por La Castellana. Calculé lo que tardaría y caminaba sin prisa disfrutando de los edificios, los árboles, el arte, la gente. Alejado de la Gran Vía el paseo se hacía muchísimo más tranquilo, otra manera de disfrutar Madrid. Me reunía con "las primas", a las que no veía desde hacía algunos años ya. Como me gusta decir en estos casos, siempre magia, empezamos a hablar como si de Fray Luis de León se tratase: como decíamos ayer... Más de dos horas de buena comida y mejor conversación. Espero que podamos vernos en la inauguración de la Nueva Villa Augusta. Tic Tac.
Y llegó la ópera, paseo nocturno al Teatro Real por Arenal, para asistir a Rigoletto, con la polémica dirección de escena de Miguel del Arco y escenografía de Sven Jonke. Si bien Camarena formaba parte del elenco, mi función contaba con Ludovic Tézier y Adela Zaharia en los papeles principales. Un montaje arriesgado, feminista, donde la importancia de los elementos cambiantes en el escenario es enorme; volúmenes conformados por telas, lámparas que aparecen y se transforman antes de desaparecer, cuerpos de mujeres denudas y la siempre prodigiosa música de Verdi. No es el teatro real mi favorito, pero las últimas óperas a las que he asistido han sido elecciones seguras y los asientos muy buenos.
Resumiendo, un viaje a contrarreloj que me supo a gloria.
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