Conversé ayer por teléfono, más de una hora a pesar del dolor de cuello, con una amiga que también trabaja en la Administración y me contaba sus males y, ¡oh, qué casualidad!, los mismitos que los míos. Clavados, cortados por el mismo patrón. Que si éste, aquélla, el otro, la de más allá, etc. Una baja por esto, otra por lo otro, ambas sin disfrutar porque su casa se le caía encima como a Asterix el cielo sobre su cabeza. Ay la cabeza, es como es, va a su bola.
Buen oyente fui, solidaridad al 100% con ella, poco más que decir, una pena. La Administración sigue sin resolver el problema más básico, cómo (re)componer las piezas que no encajan en la maquinaria. Premio al caballero, premio a la señora, ¡menos trabajo! (no sea que nos vaya a parar el mecanismo); muerto el perro se acabó la rabia.
Almorcé con Paco ayer, hablamos de viajes, de música, de la vida. Conseguí cita con el fisio para la semana que viene y trabajé en casa por la tarde tras la conversación que comentaba. A las 21h ya no me tenía en pie, buenas noches y hasta mañana. Hoy, zombie como siempre, subí en moto a la oficina porque me espera un día largo, videoconferencia vespertina incluida, en el centro, posibilidad de aparcar el coche 0 sobre 10, mi paciencia 0/10 también.
Sigamos con Nina Simone pues, ¿para qué quejarnos? Feliz día de Mercurio.
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Nina Simone, *Ain't Got No.
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