Abro los ojos a las 04:00am o'clock, sin despertador alguno, y hoy es sábado, ¡qué necesidad! La cabeza es como es y ella decide cosas como éstas. Así, sin sueño, hojeo y ojeo la revista QUÉ LEER con el rotulador azul en ristre para marcar cualquier cosa que me interese en ella y, a las media hora, decido levantarme. Micción, ¿café? no hay hecho, paso; ordenador encendido, noticias terribles en el mundo, lectura absolutamente innecesaria de un par de correos ¿por qué? y estas letras en el blog mientras hago tiempo para subir en moto a La Laguna, lavandería y alguna otra cosa en la agenda.
Dormido no sé, me cuesta recordar mis sueños, pero despierto y más durante el duermevela, veo lámparas, mesas de noche, azulejos de colores... la maledizione de Rigoletto. Me temo que hasta que no termine la obra de mi casa, la nueva Villa Augusta, seguiré recreando escenarios posibles e imposibles. Es lo que hay.
Las Navidades ya a la vuelta de la esquina, vacaciones en ciernes, días de desconexión y de viajes, kilómetros por medio entre la oficina y mi vida. Me gusta esta época, casi logro olvidarme del trabajo.
Anoto cosas en el calendario para no olvidar las citas, compruebo que las piezas encajan y me dispongo a salir en un rato. Parece que no llueve, las dos gotas caídas estos días no ha hecho sino recordar lo seco que está todo, qué pena. Habrá que reconocer a estas alturas el Veranillo de San Andrés.
Ah, por cierto, hoy estreno mundial en cines de todo el mundo del documental/ concierto "Callas, París 1958".
Una noche inolvidable. María Callas, la diva por excelencia y rostro de la ópera del siglo XX, hizo su debut en París con esta actuación icónica en la Ópera de París el 19 de diciembre de 1958. Fue un gran evento social al que asistieron "todo París" (incluido el presidente Coty, Jean Cocteau, el duque y la duquesa de Windsor, Charlie Chaplin, Brigitte Bardot y muchos otros). Callas apareció en el escenario luciendo sus prendas más elegantes y joyas valoradas en un millón de dólares. El repertorio de este espectáculo muestra a Callas en su mejor momento, tanto en recital como actriz. Los elementos visuales eran tan importantes como las dimensiones vocales.
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