Pocas cosas me desesperan más que un compañero de trabajo vago, caradura, experto en echar balones fuera, en encasquetar marrones, en sí te he visto no me acuerdo, en me vengo a enterar ahora, en el dominio del giro de cuello, en nadar y guardar la ropa, en ¿es a mi?, en yo no fui, en el silbidito, en el rictus quejumbroso, en el andar compungido, en el esto no lo sé hacer, en el no me preguntes cómo estoy que te lo cuento, en envenenar el aire, en definitiva, en no dar palo al agua.
En la universidad existe la figura del "compañero" que no presta los apuntes, en la vida de adulto tenemos al vago, mucho más peligroso e insolidario, porque si éste no hace su trabajo lo acabas haciendo tú. Pura matemática.
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