Teobaldo Power, *Cantos canarios.
Regresamos de La Palma con un sabor agridulce por haber visto con nuestros propios ojos la grandeza de la naturaleza y el horror que causa con su poder. La colada de lava incandescente es hipnotizante a la par que destructora.
¿Debemos ir a ver el volcán o quedarnos en casa y solidarizarnos con los palmeros? He aquí una buena pregunta, ¡qué hacer! Claro que cada uno de nosotros lo ve de una forma particular y cualquier respuesta es buena. Yo, para empezar, no las tenía todas conmigo y, hasta el último momento, le daba vueltas a la cabeza con aquello de ir o no ir: las cenizas y el motor de las motos, los ojos, la calidad del aire y mi alergia, la percepción de la gente ante tal avalancha de curiosos, etc., saltaban en mi cabeza de un lado a otro. Pregunté a los que ya habían ido, a amigos palmeros, a residentes, y finalmente la decisión fue la que fue.
¿Por qué, como en otros lugares con mares interiores, no tiene nombre el nuestro? Mar de Canarias, así lo veo, una extensión de cada isla que nos uno mas que separarnos para convertirnos en una sobre el mismo mar, que diría la canción. Así, La Palma sería la extensión de Punta de Teno hacia el NO, tal y como La Gomera está unida a Los Cristianos, Santa Cruz a Agaete y así isla tras isla, rincón con rincón. Estando pues La Palma y Tenerife conectadas por el Mar de Canarias, ¿cómo no ir a visitarla para ver el volcán?
Con este viaje, además, aportamos nuestro granito de arena a la economía isleña. Billetes de barco, hotel, desayunos, almuerzos, cenas, cafés, gasolina... Sabida es la amabilidad de los palmeros que, en ningún momento y estando pasando esas vicisitudes, nos demostraron lo contrario en ningún momento de nuestra estancia. Por lo tanto, sumando las piezas y ordenándolas, ir a La Palma en estas circunstancias es una muy buena idea y, de esta manera, podemos mostrar nuestra solidaridad con una extensión de nosotros mismos.
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Benito Cabrera, *Una sobre el mismo mar.
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